Mariza, cantante: «Tener el alma rota me hace cantar con más profundidad»
Fugas
Fue, y sigue siendo, la gran renovadora del fado. Es al tiempo pasión y alegría, «saudade» y melancolía. El domingo actúa en Galicia
04 Dec 2025. Actualizado a las 13:17 h.
Irrumpió hace ahora 20 años con una estética y unas sonoridades atípicas y no fueron pocos quienes clamaron al cielo ante tamaño sacrilegio a la esencia del fado. El tiempo ha demostrado que, más allá de Amália Rodrigues, el fado nunca ha tenido mejor embajadora que Mariza. Una artista que se ha acercado sin complejos al pop, al jazz e incluso a la electrónica, pero en cuya corazón anida la sagrada esencia del fado, esa que algunos pensaban que se iba a llevar por delante. El domingo, en el marco del ciclo Intermodal, actúa en el Palacio de la Ópera de A Coruña, donde además de repasar sus dos décadas de trayectoria, adelantará algunas de las canciones de Amor, su nuevo disco, que saldrá al mercado en febrero.
—¿Es un disco de fados?
—No, Amor no es un disco de fados. Es un disco que explora el amor en todas sus latitudes: el amor triste, el feliz, el celoso, el apasionado, el de todos los días, el amor propio... Porque el amor no es nunca solo uno. Pero no imagino nada más aterrador que no tener la capacidad de amar.
—En «Amor» explora temas como la pasión, la pérdida y la nostalgia. ¿Cómo es su relación con esas tres emociones?
—Ya he perdido personas que eran extremadamente importantes para mí, pilares en mi vida y es difícil caminar sin ellos. Pero tener el alma rota me hace cantar con más profundidad. Porque ya lo he sentido en la piel. En todo mi repertorio no hay ni una sola canción que cante solo porque me guste. No. Yo canto porque hay algo en mi alma y en mi corazón que me hace cantarlas. Entonces, si no exististe amargura, nostalgia y alguna tristeza también, no podría cantar fado. Cantaría otra cosa.
—Le he escuchado decir que el fado está en un buen momento. ¿Ha conectado con la gente joven?
—A mí me encanta ir a los amadores de Lisboa [locales donde se canta fado de manera espontánea] y ahí ves la mezcla entre la juventud y los mayores. A veces voy a la Tasca do Chico y veo gente muy joven que va allí, porque tiene la oportunidad de cantar. Es precioso ver a chicas de 15 o 16 años viviendo la experiencia de cantar y de sentir en un sitio tan típico como una taberna. Por cierto, ya quedan pocas.
—Cuando va a las tabernas, ¿canta?
—No, voy solamente a escuchar, sentir, entender..., porque es importante también para mí, para cargar las baterías. Pero en cuanto llego toda la gente me dice, «Ah, ¿qué vas a cantar?». Y me cargan con una responsabilidad que no quiero. Yo quiero salir y estar libre para escuchar, sin la responsabilidad de que tengo que cantar. Pero bueno, alguna vez sí que canto. El otro día fui a la Tasca de Chico con unos amigos y al final de la noche, ya casi cerrando, el guitarrista me dijo: «¿Podía cantar solo un fado para mí?». Empecé medio de broma y cuando me di cuenta había cantado cuatro.
—¿Con cuál empezó?
—Con Já me deixou. No es un fado tradicional, es un fado que cantaba Max, que es un cantautor de Madeira muy respetado dentro de fado porque dejo temas increíbles.
—Siempre se asocia el fado con la melancolía, con la tristeza y con el llanto. ¿Tiene que seguir siendo así o convendría ir desprendiéndose de ese tópico?
—Fado sin melancolía no es fado. El fado tiene que tener esa nostalgia, que nos abraza, que nos deja algo que nos incomoda dentro del pecho, porque te está removiendo las entrañas, te está cuestionando cosas que no te quieres cuestionar. Pero es cierto que fado no es solo eso. Fado es mucho más. Es una música que explora increíblemente los sentimientos del ser humano. En el fado tú puedes cantar a la melancolía, a la saudade, a la tristeza, a la muerte o a la soledad, pero también al amor feliz, a la alegría, incluso puedes cantar a la fiesta..., pero siempre desde lo más profundo del sentimiento.
—Me sorprende eso que dice de que se puede cantar fado desde la alegría.
—Claro que sí. Hay muchísimos. Mira, tienes un fado mío, Rosa branca [lo canta], que es muy alegre. Puedes cantar Oiça lá ó senhor vinho, que es una mezcla de fado con malhão, un ritmo tradicional portugués. O puedes cantar Maria Lisboa... Son fados muy alegres y muy felices.
—Nunca le ha importado mezclar el fado con otros género o con propuestas más contemporáneas. ¿Cómo se lleva con los puristas?
—No me preocupan en absoluto. Yo canto fado desde los 5 años. He crecido en medio de los puristas, de los tradicionalistas y de los mayores cantantes de fado que hay. Yo sé perfectamente lo que es. Y si me pides cantar un fado tradicional, lo canto. De hecho, tengo un álbum de fado tradicional. Pero desde mi primer disco, yo nunca fui tradicional. Ni en mi imagen ni en mi música. Pero siempre he llegado a ello de una forma muy natural, trazando siempre los sonidos que me gustaban, cantando siempre de la forma que me gustaba, haciendo siempre lo que sentía dentro de mi corazón. Yo no sé hacer música pensando en otros, tengo que hacerla para mí, para poder cantarla y mostrarte la cantante que soy, la verdad que soy yo. Si me pongo a pensar, «¿qué va a pensar o qué va a decir el purista?»... ¡Nooo! Es no es música, eso es una prisión.
—Volviendo a su inminente disc, «Amor», usted ha dicho de él que es el balance perfecto entre su esencia tradicional y una evolución hacia algo más contemporáneo. ¿Hacia dónde quiere ir?
—A partir de la pandemia creo que nos hemos quedado muy encerrados en nosotros mismos y que convivimos permanentemente con el sentimiento de miedo. Tienes miedo de una catástrofe, de otra pandemia, de un apagón mundial, de la economía... Todos los días tienes miedo. Y el amor es lo único que al final del día te salva. Es lo único que lleva algo luz dentro de alma.
—¿Usted es miedosa?
—¡Claro! Yo soy humana. Claro que pienso todos los días en qué va a pasar. Pero también pienso que hay muchas cosas maravillosas para recordar de cada día. Podemos vivir, podemos sentir, yo puedo cantar y hacer mis conciertos, tengo una familia increíble... Eso me hace respirar, pero para superar el miedo tienes que recordarlo todos los días.
—En una entrevista que le hicieron en un periódico de Extremadura decía que «la raya no nos separa, sino que nos une en una tradición musical que trasciende fronteras». ¿Tiene esa sensación también respecto a la raya con Galicia?
—Absolutamente. Además, mi bisabuela era gallega. No te sé decir de dónde, pero era de ahí. Yo creo que Galicia y Portugal no estamos tan apartados como nos quieren hacer sentir. Yo cuando voy a Galicia, siento como que estoy en el norte de Portugal. Tenemos y sentimos cosas muy parecidas.
—¿Incluida la música?
—Infelizmente, no conozco mucho la música que se hace en Galicia. Pero cuando escucho música tradicional gallega siento que tiene mucha conexión con los tambores tradicionales portugueses, con los adufes y con nuestras sonoridades más tribales.
—¿Cómo le gustaría que el mundo recordase a Mariza dentro de muchos años?
—Me gustaría que me recordasen como la mujer que le ha abierto muchas puertas al fado después de Amália.
- A CORUÑA. PALACIO DE LA ÓPERA. DOMINGO 7. 21.00 H.