«Yo ya tengo hechos los deberes, pero sigo levantando la mano y haciendo preguntas»
Fugas
La referencia es casi inevitable. Aquella entrañable historia de amor llevada al cine en clave de agridulce comedia por Juan José Campanella bajo el título de «El hijo de la novia» es puesta ahora sobre las tablas con Tina Sainz, Álvaro de Luna y Juanjo Artero como actores protagonistas
11 Dec 2015. Actualizado a las 16:38 h.
En la adaptación teatral de El hijo de la novia Tina Sainz interpreta a aquella octogenaria enferma de alzhéimer que sueña con casarse por la Iglesia con el hombre con el que ha compartido su vida, y que en el cine bordó Norma Aleandro. Tina Sainz reconoce que a sus 70 años el personaje le ha supuesto un «estimulante reto» con el que ya no contaba tras sus más de cinco décadas de trayectoria en escena.
-¿Cómo preparó un personaje tan minimalista y al tiempo tan complejo como este?
-Me ha resultado muy difícil porque yo soy todo lo contrario al personaje. Yo tengo una energía enorme. Y sin embargo tengo todos los días que salir a escena con la cabeza vacía, no puedo conocer a nadie de los que me rodean. Y eso supone un esfuerzo muy grande.
-Muchas actrices lamentan que no hay papeles para ellas a partir de determinada edad. ¿Norma es una excepción?
-Imagínate. Yo llevaba sin subirme a un escenario desde el 2009 y claro que llegue a pensar que ya no haría más teatro. Precisamente por eso, por la edad.
-¿Hasta qué punto le condicionó su trabajo el hecho de que existiera una referencia tan evidente como la película de Campanella?
-Al principio, no es que tuviera miedo, es que tenía terror. Hasta que un día me encontré con Héctor Alterio [que interpretaba al marido de Norma en el cine] y le comenté que estaba aterrada ante el reto. Él me dijo: «¿Cuál es el problema? Yo hago el papel de Henry Fonda en El estanque dorado». Y de repente me quitó todos los miedos.
-¿Cómo le ha afectado personalmente este contacto tan directo con el alzhéimer?
-Mi madre murió con alzhéimer pero a la hora crear mi personaje no quise entrar en ese túnel porque habría sido terrible. Pero sí que he aprovechado la oportunidad que me da esta función para decirle a los demás que «ojo con esto», que tenemos que cuidarnos manteniendo nuestro cerebro permanentemente en ejercicio. Por ejemplo no dejando de leer e interesándonos por todo lo que tenemos a nuestro alrededor.
-En cualquier caso, en El hijo de la novia hay un enternecedor canto a la esperanza.
-Absolutamente. El entusiasmo por la vida es lo último que debe perder una persona. Cada día se produce un milagro.
-Es además un canto al amor.
-Sin duda. Al amor con mayúsculas. Al amor del marido, del hijo, del padre, del amigo que hace 20 años que no ves... Todos los personajes están impregnados por esa magia del amor.
-¿Y un canto al matrimonio?
-Yo no creo en los contratos a esos niveles. La sociedad hoy está estructurada para que la pareja no conviva más allá de unos años. Y, por supuesto, el amor es una cosa y el matrimonio es otra. Si van de la mano, fantástico. Pero no es necesario ni siempre ocurre.
-En el escenario de El hijo de la novia aparece en todo un momento una foto suya de cuando tenía 20 años. Más o menos cuando rechazó sustituir a Lina Morgan en una exitosa revista para hacer el Tartufo de Molière...
-Es que yo no me dediqué a esto para hacerme rica sino para hacer una tarea que me pudiera satisfacer intelectualmente, dicho esto sin pedantería, y que tuviera alguna utilidad social. Y eso no tiene nada que ver ni con el éxito rápido ni con el dinero.
-En ese sentido, ¿tiene la sensación del deber cumplido?
-Yo creo que sí que he hecho los deberes pero eso no quiere decir que permanezca cruzada de brazos en el pupitre. Sigo levantando la mano y haciéndole preguntas al maestro de turno.
-¿Y encuentra respuestas?
-Encuentro ilusiones. Mira, muchos de los que hicimos aquella, tan denostada por algunos, Transición no llegamos a ver nunca el despertar real de la sociedad. Quisimos transformar la sociedad pero no se dejó. Y hemos tenido que tocar fondo para que aparezca un 15M que sacuda de nuevo a la sociedad. Contemplar eso hoy día me resarce de muchísimas cosas.
Vigo. Teatro Afundación. 15 de diciembre.
Pontevedra. Auditorio Afundación. 16 de diciembre