La Voz de Galicia

«No puedo vivir sin buscar la belleza»

Ferrol ciudad

beatriz antón ferrol / la voz Presidenta de la asociación cultural Patio de Butacas
Marta Barros, en la terraza de su casa, pintando una silla para el cine Adriano

Marta Barros estudió Bellas Artes, trabajó como diseñadora durante muchos años y ahora da clases de pintura y lucha por resucitar una joya patrimonial: el cine Adriano de Fene

26 Apr 2020. Actualizado a las 05:00 h.

Ya lo dejaron escrito Platón y Dostosyevski. La belleza es el «esplendor de la verdad» y «puede salvar al mundo». Marta Barros Carnero (Ferrol, 1967) no podría estar más de acuerdo. «Yo no puedo vivir sin buscar la belleza, sin intentar ver la belleza en todas las cosas de la vida, que es algo que me enseñó mi padre y por lo que siempre le estaré agradecida. Me emociono al contemplar un cuadro, al escuchar una canción, ante un paisaje o al ver a alguien bailar maravillosamente bien. Lloro más por la emoción que me provoca algo bello que por cosas tristes. Y por eso muchas veces pienso que las personas que son capaces de crear cosas bellas no deberían morir nunca... ¡Tendrían que ser inmortales!», dice con vehemencia esta pintora y activista cultural ferrolana.

Tal vez por esa sensibilidad tan especial, a la presidenta de Patio de Butacas -la asociación cultural que lucha con ahínco por la recuperación del cine Adriano de Fene-, el confinamiento por el coronavirus no se le está haciendo demasiado cuesta arriba. En este mes y medio de encierro, Marta ha visto cero minutos la televisión y sí ha tenido mucho tiempo para pintar, leer, estudiar, ver documentales de historia y arte en el ordenador o trabajar en la organización de un club de lectura virtual. «La verdad es que soy una persona que no se agobia por tener que estar en casa, aunque sí echo de menos la vida normal, poder tomar un café con mis amigos o reunirme una vez por semana con los miembros de la asociación para trabajar en los proyectos de Patio de Butacas... Eso me daba la vida», confiesa desde su encierro en su casa de la calle Concepción Arenal.

La trayectoria de Marta siempre ha estado íntimamente ligada al arte y la cultura. Estudió Bellas Artes en Madrid, donde se licenció en Diseño y se empapó del talento de grandes maestros, entre ellos Cristina García Rodero, Premio Nacional de Fotografía. Y también fue en la capital donde conoció a su marido, Mario Nodar, un enfermero militar también apasionado como ella por la fotografía.

 

De Cartagena a Galicia

Ya casada y tras una breve estancia en Cartagena, Marta regresó a Galicia, y antes de establecerse de nuevo en Ferrol, residió varios años en Perlío y Noia. Su vida laboral también dio muchas vueltas: ejerció la docencia en la Escuela Pablo Picasso de A Coruña, trabajó en una imprenta en Santiago y también allí logró un empleo como diseñadora para un estudio de diseño gráfico y publicidad. Cuando llegó la crisis, el sueldo que ganaba ya no compensaba el montón de horas que le dedicaba al trabajo cada día, así que Marta decidió dejarlo para estudiar Comunicación Audiovisual en A Coruña. Y fue al poco tiempo de lograr la licenciatura cuando ocurrió algo que supuso un antes y un después en su vida. «A mi marido le dio un infarto y a los dos meses me detectaron un cáncer de mama. Nos cambió mucho la vida, más que nada, la forma de entenderla. Empezamos con el cine Adriano. Una forma de vivir más para los demás, para la comunidad: mirar más hacia fuera de uno que para dentro», rememora.

Ahora que el cáncer ya está superado, a Marta no hay quien la pare. Además de seguir trabajando por recuperar esa joya patrimonial y sentimental que es el Adriano, da clases de pintura y dibujo en Ares, estudia Historia del Arte por la UNED y sigue fiel a sus aficiones: la música -«escucharla porque nunca fui capaz de aprender a tocar algún instrumento»-, la fotografía, la pintura, el cine y el deporte. «Empecé a entrenar pesas con 20 años cuando vivía en Madrid y soy adicta al gimnasio», anota.

Adora a sus hijas, Sara y Ágata, de las que se siente muy orgullosa, porque «son valientes, independientes y muy buenas personas». Confiesa que es «muy despistada» y siempre lleva pequeñas libretas para apuntarlo todo y no olvidarse de lo que tiene que hacer. Y tras declararse «ferrolana hasta la médula», se despide con una idea sobre la que pararse a pensar en estos tiempos de confinamiento. «Creo que el bienestar no te lo da lo que tienes, sino lo que eres y el estar a gusto con lo que haces. En vez de darle tanta importancia al dinero y al consumo, lo que necesitamos es que se valoren más las humanidades y a grandes filósofos como los de antes, para que nos guíen en el camino».


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