«Estoy siempre aprendiendo, acabo de matricularme en la Pablo Picasso»
A Coruña
La Diputación le ha dedicado un volumen de la colección «Grandes Pintores»
03 Oct 2016. Actualizado a las 18:51 h.
Vive por y para la pintura. Y lo ha hecho desde crío, cuando descubrió que poseía un don para el dibujo del que carecía el resto de sus compañeros de clase. Tras más de cuarenta años de carrera, la Diputación ha dedicado el último volumen de la colección Grandes Pintores al coruñés Pedro Bueno Salto.
-Lo primero, enhorabuena. Vaya tomo que le han dedicado.
-Estoy sorprendidísimo. Que no es que no me lo merezca [risas], pero compartir estantería con Isaac Díaz Pardo... Es que tengo todos los volúmenes de la colección, y verme ahí ahora... Es que no me lo creo.
-Cuenta en el libro que casi nació con un lápiz en la mano.
-Esto es una afición que tengo desde muy niño. El primer recuerdo que tengo de que me apeteciera más pintar que ir al colegio se remonta a cuando tenía seis años. Vivía en Monte Alto e iba de la mano de mi hermano al colegio a Orillamar. Y me escapaba para dibujar. Me metía en una casita que había en ruinas, era mi cuartel general. Me ponía a dibujar y cuando oía a los chavales salir del colegio, salía y me iba a casa. Y desde entonces siempre he dibujado, en el instituto, en el servicio militar... Siempre con le lápiz en la mano.
-¿Y cuándo se dio cuenta de que era algo más que una afición?
-Fue un pensamiento abstracto, un momento concreto en el que me di cuenta de que era un artista. Iba a mi trabajo, que trabajaba en una tienda, después de haber estado pintando al mediodía. Me sentí importante de alguna manera, como si fuese una aparición. Y ahí decidí que tenía que dedicarme a esto y dejar el trabajo que tenía. Esa es la diferencia entre un profesional y un aficionado, la necesidad de expresarse. Pero la ilusión la conservo intacta, así como el miedo al lienzo en blanco.
-¿Todavía? ¿Tras cuarenta años de carrera?
-Sí, y más que antes. Sigo pintando cuadros que, cuando los termino, intento volver para atrás y me da la sensación de que no sabría hacerlos. Es que cuando estás pintando estás en otro lugar, te abstraes. No es un proceso lógico.
-Siempre fue autodidacta.
-Nunca fui a ninguna clase, porque de pequeño tenía mucha mano para dibujar. Y le daba un toque propio. Siempre fui muy mal estudiante, pero al entrar en el instituto el profesor alucinaba con la facilidad que tenía para el dibujo. En los exámenes les hacía las láminas a toda la clase.
-Todavía quedaba muy lejos el mural del Club del Mar.
-Ahí me dejé la salud. El problema es que yo trabajo solo, no puedo hacerlo con nadie. Me echaba una mano con el material un empleado del club. Y ahora hay que restaurarlo, que lleva once años a la intemperie. Pero retocarlo es distinto. Enfrentarse a toda aquella pared en blanco fue mucho. Yo vivo allí, en Adormideras, y me asomaba a la ventana y me decía: esto es imposible. Menos mal que mi mujer me animó, porque me daban ganas de decirles a los del club que lo pintasen de azul o de blanco, que seguro que quedaba muy bien. Después me metí en materia y la cosa fue fluyendo, pero fue complicado.
-¿Tiene mucho que restaurar?
-El paso del tiempo matiza mucho, quizás en exceso, el trabajo. Pero al mismo tiempo le da una pátina muy bonita, le quita el efecto de dibujito y le da categoría. Ahora hay que recuperarlo pero sin sobarlo, potenciando ese efecto.
-Desconocía su faceta escultórica, que también se refleja en el libro.
-Es complicado mezclar escultura con pintura, por una mera cuestión de espacio. Yo hice cerámica de forma autodidacta hace muchos años, pero no tenía dónde cocerla, así que se rompía. Y ahora me he matriculado en la Pablo Picasso, que es una escuela impresionante con unos profesores increíbles. Así que ahora aprovecho los hornos de la escuela para cocer mis piezas.
-¿Pedro Bueno matriculado en la Pablo Picasso?
-Si te sorprende lo mío, imagínate Emilio Celeiro, que tiene casi noventa años y también se ha matriculado. Estamos siempre aprendiendo. Las ganas de conocer nunca deben perderse.
«En el arte no hay cosa más aburrida que hacer todo el rato lo mismo»
Bueno siempre se ha mantenido al margen de modas y corrientes, lo que no quita que haya probado los más diversos estilos.
-En pintura, ha hecho de todo.
-Respeto a todos los que se mueven según las corrientes. Al fin y al cabo, lo importante es comer. Pero yo soy incapaz de terminar un cuadro y hacer inmediatamente otro de la misma serie. Me aburre. He perdido oportunidades de exponer en muchas galerías por eso. Me piden que haga series, y yo me niego. Es que pierde la gracia. No hay cosa más aburrida que hacer todo el rato lo mismo.
-Resulta complicado definirle.
-Yo soy un pintor figurativo, eso está claro. Y tengo cierta tendencia al expresionismo y al impresionismo. Pero también estuve unos años pintando obras abstractas. Incluso me dieron algún premio en aquella época. Y a mí me parecía raro, porque lo veía demasiado sencillo, con todo el respeto a todos los pintores abstractos.
-¿Con qué se encuentra más cómodo?
-Cómodo me encuentro en el paisaje rural, porque he hecho cientos. El urbano es más complejo, hay que darle un equilibrio que es muy complicado. Yo tenía un amigo pintor que decía que el paisaje era lo más difícil, porque hacer que se reconozca al artista en un paisaje es muy complicado. Lo fácil es dedicarte a pintar cuernos y ser reconocido como el pintor de los cuernos. Que se te reconozca por la calidad, hagas lo que hagas, eso es otra cosa.
-Tras tantos años, ¿perdura aquella pasión que tenía de crío?
-Yo me sigo divirtiendo. Si no vengo más al estudio es porque mi mujer se enfadaría. Me apasiona. Y no solo el pintar, sino todo el proceso, montar el bastidor, preparar el lienzo... Ahí ya empieza el cuadro a evolucionar.