La Voz de Galicia

La historia de un piloto ceense, Luciano Vázquez Martínez

Cee

luis lamela Carballo/ La Voz

El tercer piloto del barco Sola relata con detalle el periplo de Manila a Cádiz

22 May 2018. Actualizado a las 23:38 h.

El piloto ceense Luciano Vázquez Martínez tripulaba el Sola, que en diciembre de 1859 se dirigía desde Manila a un puerto de la Península Ibérica. Fue contando en el cuaderno de bitácora su aventura. Además de la situación del buque, fue anotando las diferentes incidencias surgidas durante la navegación.

De tanto en tanto, apuntaba, el tercer piloto miraba a los cielos y al extenso mar notando los azotes del viento y la humedad de las salpicaduras salitradas del océano en su rostro. A pocas horas de la Nochebuena de 1859 describió: «Del día 22 jueves al 23 viernes Diciembre de 1859... Nabegamos este medio día como queda finalizando en la anterior a las 2 hs conseguimos fondear en 27 brazas de agua y cargar al mismo tiempo todo aparejo y operación dejando las Javias largas anocheció calma buen aspecto pasamos la noche sin novedad amaneció en los mismo términos alas 6 hs de la mañana se impuso a levar el que a las 7 ya estamos en bela ...(sic)».

Cuestiones personales

Al principio, Luciano registraba solo anotaciones técnicas, pero con el tiempo fue añadiendo algunas cuestiones más personales. Y un día llegó su onomástica: «Día 7 sábado al 8 Domingo de Enero de 1860... Damos principio a esta singladura. Según día fin la anterior al 6 hs se apearon las belas mesanas y los Juanetes anocheció cielo y horizonte achubascados a las 8 hs se tomaron un Bir a cada Jabia pasamos la noche sin más alteración amaneció despejado el horizonte a las 18 hs se largaron los Juanetes y pitijoque y escandalasa sin más novedad a D. Gracias. San Luciano Santo de mi nombre».

La lluvia tapaba los horizontes extremos de la mar, en otras, grandes olas se abrían en el horizonte por la mar de popa escorando el viento el barco. Llevaban casi un mes de navegación y los problemas de cansancio y convivencia aparecían con frecuencia, obligando al capitán Bonifacio Zalaondo a tomar resoluciones que a veces no gustaban al tercer piloto: «Día 8 Domingo al 9 Lunes de Enero de 1860... A las 8 hs estando de guardia sobre la tablilla me llamó el Capitán enseguida yendo adonde se hallaba y me a dicho que era contramaestre del barco y amenazándome al mismo tiempo que no le faltase trabajo a la gente yo estando como tercero a bordo le e dicho que no lo era y me mandó a dormir a las 8 hasta las 16 hs que tendría que levantarme hasta las 8 de la noche otra vez como así se cumple pasé la noche sin novedad amaneció con el horizonte cargado sin novedad notable...».

En otras ocasiones las singladuras se desarrollaban con mala mar y viento recio y lluvias. Y, Luciano estuvo sobre cubierta durante veinte horas ininterrumpidas mirando de frente a una superficie desierta, a un llano inmenso y salado, pero ya estaba impuesto en las leyes y en la vida del mar y no podía ni debía romper con esas reglas. El «Día 11 Miércoles al 12 Jueves de Enero de 1860... Continuamos este medio día según la singladura anterior concluyó anocheció con chubascos a las 8 hs me mandó el Capitán que quedase de guardia lo que é echo por no faltar al superior y no llevo 20hs sobre cubierta a las 12 hs llama el Piloto y me fui a descansar hasta las 16 hs que me llaman de guardia amaneció más despejado sin más novedad siguiendo el Rumbo que demuestra la tablilla».

Y, al día siguiente aparece una nueva incidencia: «...Continuamos en este medio día según dio fin la singladura anterior anocheció cielo y horizonte claro mar bella viento y rumbo el anotado durante la noche no uvo mayor novedad amaneció sin más damos fin a esta singladura».

Y siguieron así los días, y también la monotonía y las constantes y medidas anotaciones técnicas en el cuaderno de bitácora. Y llegó el «Día 17 Sábado al 18 Domingo de Marzo de 1860» en el que se produjo la primera baja a bordo por fallecimiento, precisamente, del joven grumete. Un contratiempo que para Luciano supuso el momento más duro de aquella larga travesía.

Tres meses y ocho días

Tres meses y ocho días habían transcurrido desde la salida de Manila. «Continuamos -anota- en esta singladura sin alteración alguna sin más. Damos fin a DG -alas 20 hs falleció el Jrumete Juanito Francisco», un fallecimiento que se repitió unos días más tarde con otro tripulante. En la singladura del 27 martes al 28 miércoles de marzo, Luciano Vázquez anotó: «Continuamos con todo aparejo portable largo viento variable y mar del E anocheció con el horizonte achubascado por el primer y segundo cuadrante... A las 7 hs falleció Juanillo», otro tripulante con nombre coincidente con el fallecido nueve días antes.

En tanto, los tripulantes celebraron un sencillo acto fúnebre y arrojaron por la borda de estribor el cadáver de Juanillo envuelto en su coy y en un trozo de vela cosido y lastrado, entregando el cuerpo al inmenso y, en aquel momento, tranquilo y paciente, océano. Lo mismo que hicieran anteriormente con el cadáver del grumete. Y, siguieron los días, monótonos, interminables...

Navegando rumbo Norte con todo el trapo arriba, del 4 al 5 de abril, muy poco antes del estertor del atardecer, dieron vista al cabo San Vicente. Y, el jueves día 5 al viernes día 6 de abril, a las 9 de la tarde, Luciano Vázquez anotó: «A la bista de la tierra conocida. Continúa en este día sin novedad y así damos fin en la Latitud N 36º 8’ y Longitud Este de Cadiz 00º 30’».

Y atrás quedaron muchas auroras y también muchos crepúsculos. En total, 121. Y este cuaderno de bitácora es el único libro escrito por Luciano que hoy conocemos, convertido ahora en una bitácora literaria que refleja un pasaje profesional de su vida. El encontrarlo en el pazo de Cotón con la mitad de sus páginas en blanco, es todo un misterio y podría indicarnos, o que Luciano ascendiese y pasase el cometido al sucesor, o que hubiese desembarcado al llegar a puerto para reinventase su vida oliendo salitre en otro navío, u oliendo resina de pinos en tierra. Lo que sí sabemos, es que 46 años después fue su cuñado José Cotón y Pimentel quien reutilizó las páginas en blanco para reflejar 38 sentencias dictadas por él como juez municipal de Cee.

En 1887, veintisiete años después de la última anotación, Luciano figuraba avecindado en la parroquia de San Martíño de Ozón-Muxía, pero no hemos podido localizar la «bitácora de vida» posterior a su trabajo en la barca Sola, el resto de su biografía. En fin, una historia más, perdida, que nos lleva a la oscuridad de la ignorancia, eligiendo desaparecer, irse, sin dejar rastro alguno...


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