La Voz de Galicia

Llega Taboada (1809)

Carballo

ALEJANDRO LAMAS COSTA

HISTORIAS DE CORCUBIÓN | O |

04 May 2006. Actualizado a las 07:00 h.

CORCUBIÓN HABÍA decretado la alarma el 21 de marzo de 1809. En ese momento, la capital de la provincia, Santiago, se hallaba en poder de los franceses, así como las principales ciudades y pueblos de Galicia: A Coruña, Mondoñedo, Tui, Lugo, Ourense, Pontevedra, Ferrol, Noia, Camariñas y la villa de Muros acababa de caer. Vigo que inició la reconquista el 28 de marzo, estaba por aquel entonces en manos enemigas. Nada se sabía del Marqués de la Romana, ni de su ejército que no aparecía por ningún sitio, ningún jefe, ningún grupo de militares a los que recurrir. Manuel Taboada y Cotón, oficial del Ejército, huye de Muros en pleno ataque francés en donde era el máximo responsable de su defensa; embarca en un patache portugués tratando de llevarse el dinero de esa villa para que no cayera en manos enemigas, aunque no lo consigue al ser abordado por un grupo de vecinos que se lo arrebataron. Sin dinero y sin tropa, llega al Pindo donde se entera del riesgo que corre Corcubión. Sin perdida de tiempo se embarca nuevamente con destino a esta localidad, a donde llega acompañado de su secretario, el licenciado Juan García. Nada más desembarcar en Corcubión solicita reunirse de inmediato con la junta de Defensa. Recibido por ésta, les exhibe documentos del marqués de la Romana en los que le faculta en toda la provincia de Santiago para organizar las alarmas, indicándoles que esa es su misión en esta jurisdicción. La Junta, oída su exposición, se pone a su disposición, le presta todo tipo de atenciones y le aloja en la mejor posada de la villa. Deliberaciones Al día siguiente de su llegada, Taboada vuelve a reunirse con la Junta, quiere conocer con detalle cómo tienen organizada la alarma. Los miembros de la junta le ponen al tanto de los pormenores, le exponen las dificultades que tendrán que vencer, deliberando sobre las ventajas y los inconvenientes. Todos son conscientes de que los franceses, por medio de traidores y espías, deben estar al tanto de cuanto ocurre en Corcubión, de sus movimientos y preparativos. Saben también cómo actúan, que sin pérdida de tiempo suele destacar la tropa, sofocar de raíz la alarma, y en castigo saquear, quemar el pueblo donde se produce, y cometer todo tipo de asesinatos con el fin de escarmentar a la población. Alarma Con estas especulaciones, la Junta había organizado la alarma fuera de la villa, en Bermún, en campo raso y a una distancia prudente, donde la comunicación era ágil y cómoda para recibir las órdenes, tanto para ejercer con prontitud cuanto se ordenase en la remesa de tropa, como en intendencia y socorro. El alejamiento de la alarma se consideraba menos arriesgada para Corcubión, en la falsa creencia de que si la ubicación trascendía al enemigo y enviaba alguna partida para atacarla, por mal que fueran las cosas poco se perdía, pudiendo en este caso batirse en retirada o dispersarse; ocurriendo lo contrario si se instalaba dentro del pueblo que quedaría expuesto a ser quemado, talado y saqueado como la había pasado a otros. De hecho, en el campamento de Bermún, ya estaba Caamaño instruyendo militarmente a un grupo guerrilleros para capacitarlos contra un más que probable ataque napoleónico. Conocido el argumento, Taboada no lo rechaza, pero considera insuficiente la tropa de la que se dispone y ordena, que sin pérdida de tiempo, se amplíe la alarma organizando la recluta en los pueblos inmediatos, y que la junta comience a redactar un detalle diario de lo había de hacer. Aquel mismo día, por la tarde, volvió Taboada a reunirse con la Junta, proponiendo ahora que se modificaran los planes y que la alarma se instalara en el mismo Corcubión. Se entabló entonces una agria y larga discusión, donde Taboada trató de imponer su criterio, llegando incluso a amenazar a la junta para que le obedeciese. Sin embargo, Lapido, presidente de la junta, impuso su proyecto de alejar la alarma de la villa, al tiempo que cedió a favor de Taboada autoridad sobre un tercio del Ejército y le abasteció de raciones de carne, pan, y vino; haciéndole entrega también del almacén de la pólvora y de todo el armamento de guerra en el depositado. La junta se mantenía reunida todo el día y parte de la noche, a estas reuniones acudía Taboada tratando siempre de imponer su dictamen. Solían aceptar sus planteamientos, únicamente se oponían a su idea, en la que persistía, de que se instalara la alarma dentro de la localidad; en la creencia de que si se fracasaba se podía evitar que cayera el rigor de la guerra sobre ella, como había pasado en Muros y otros lugares. Rumores A medida que pasan los días, el nerviosismo entre la población va en aumento, los rumores son contradictorios, y son varias las personas que pretenden huir para refugiarse en los montes llevándose sus pertenencias. Taboada insta a la junta para que dicte un bando prohibiendo con todo rigor que ningún vecino saque alhajas, muebles, documentos, ni otras cosas fuera de la villa, bando que clavó en la plaza principal custodiado por dos soldados y que supo hacer obedecer por medio de partidas que recorrían las poblaciones de Corcubión y Cee. La actuación de Manuel Taboada y Cotón sería muy contestada por la población.


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