La Voz de Galicia

Bucarografía

Al Sol

Begoña Alonso

10 Aug 2022. Actualizado a las 05:00 h.

Es extraño que en este preciso momento en el que sé que me queda poco tiempo aquí, en este mundo, acuda a mi mente aquella lejana imagen de mi infancia mientras siento los santos óleos sobre mi rostro. No tengo más de cinco años y visto un elegante e incómodo traje blanco que resalta el tono dorado de mi cabello. Me lo hicieron poner expresamente para posar en el cuadro. Tengo la mirada perdida. Supongo que contemplo a mis padres al fondo, mientras se reflejan en un espejo o quizás a aquel viejo mastín que plácidamente dormitaba a nuestro lado. Una de mis damas se arrodilla ante mí y me ofrece un búcaro.

En ese momento no lo sabía, pero potenciar la blancura de mi tez gracias al barro que ingería habitualmente era algo muy importante para potenciar mi hermosura. Recuerdo que el pintor insistió en aparecer también en el cuadro. «¡Qué osadía!», Había dicho mi madre, la reina. Sin embargo, mi padre estuvo de acuerdo. Pretendía estar a la última en las tendencias pictóricas del momento.

No sé si en mi corta vida, pues no tengo más que veintiún años, he cumplido con mi cometido como princesa. Contraje matrimonio con mi tío a los quince años, el emperador Leopoldo I, hermano de mi madre, la archiduquesa Mariana de Austria, y le di cuatro criaturas. La salud de mi hermano Carlos II nunca fue muy buena y mi padre me había explicado muchas veces lo relevante que era para nuestra familia dar herederos que algún día pudieran suplirlo en el trono.

Mi preceptor también me lo había dicho en alguna ocasión durante los escasos momentos que se dedicaron al cultivo de mis aptitudes intelectuales: «Aprender algo de música y algún idioma para ti es suficiente. Tu labor como princesa será simplemente la de alternar en la corte y cumplir con tus tareas como esposa. Traer futuros reyes y reinas al mundo será tu principal cometido».

A la última de esas criaturas no tendré tiempo de conocerla. Siento sus lloros cada vez más lejanos. Ni tan siquiera he podido contemplar su rostro.  Creo que la llamarán Ana María Antonia. Espero que su vida sea algo más plena que la mía.

Begoña Alonso. Profesora. 47 años. Nigrán.

 


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