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Desayuno de domingo con... Víctor del Árbol: «Lo de Puigdemont fue un teatrillo consentido, y ahí el policía no pinta nada»

Barcelona, 1968, escritor. Fui 'mosso d'esquadra' y llevo once novelas buscando corregir la realidad con la ficción. PublicoEl tiempo de las fieras (Destino), secuela de Nadie en esta tierra, que con una próxima novela compondrán una trilogía. 

Viernes, 13 de Septiembre 2024, 10:54h

Tiempo de lectura: 2 min

XLSemanal. Dice que busca corregir la realidad... ¿Es un salvador de conciencias?

Víctor del Árbol. No. No busco dar discursos. Quien aspira a ser un gran escritor intenta comprender la esencia humana a través de las emociones.

XL. Lo escucho tranquilo, pero sus novelas, escritas con las vísceras, son salvajes y desgarradas, con cierto punto gore. ¿Dónde esconde el bicho que lleva dentro? 

V.Á. Está solo en mis novelas. Todos tenemos una herida profunda que se puede convertir en veneno o fuerza. Yo decidí, conscientemente, ser optimista.

«Desde siempre me obsesionó observar cómo se construyen los monstruos y escapar de ellos»

XL. ¿Quién o qué le causó esa herida como para que describa tanto horror y maldad?

V.Á. Mi pasado son las heridas de la infancia. Cuanto me rodeaba me hería, y yo me refugiaba en mi mundo interior, en las lecturas y en los silencios.

XL. Proviene de una familia muy pobre, en la que recibió mucho cariño de sus padres y salió adelante. Pero sus novelas van de psicópatas, torturas, hipocresía y maldad.

V.Á. Fue así, sí, pero desde siempre me obsesionó observar cómo se construyen los monstruos y escapar de ellos. Cuando los límites entre la ambición y los medios que utilizas se confunden, tus actos determinan lo que eres.

XL. ¿Durante veinte años fue mosso d'esquadra, ¿por qué se hizo policía?

V.Á. Pasé cinco años en un seminario, luego viajé por América Latina y pensé que el sentido de mi vida tenía que ver con la justicia: había tenido muchos problemas con la jerarquía. Creí que si no me gustaba podía intentar cambiarla.

XL.¿Lo consiguió?

V.Á. No, fue una aspiración naíf. En ese trabajo no se puede corregir la realidad: el sistema está trucado por quienes controlan los mecanismos del poder.

XL. ¿Dejó los Mossos siendo ya famoso?

V.Á. No, no, nadie me conocía entonces: me costó el divorcio, perder la casa y partir de cero en un piso de 30 metros cuadrados. El problema siempre ha sido la utilización política de la Policía. Yo no estaba ahí para hacer justicia… sino para aplicar la ley y lo que ordenan los políticos. Al final te destruyes a ti mismo y dije: «¡Ya basta!».

XL. Y si Puigdemont quiere volver a Waterloo, ¿hay que mirar para otro lado?

V.Á. Lo que hemos vivido es un teatrillo consentido en el que el mandado paga las consecuencias, porque en democracia un policía se debe a un superior: al político. Cualquiera con algo de inteligencia sabe que si Puigdemont ha venido y ha salido es porque tenía que venir y salir. El policía ahí no pinta nada. Yo me tragué varios marrones de estos. Y te tienes que callar: la ética pasa a un segundo plano. 

«Antes de desayunar, paso por el gimnasio. Luego me tomo un café con leche y azúcar y, depende de cómo tenga el día, un dónut o dos».