«Le di un beso a un hombre en 'Gladiator II'. Lo cortaron, creo que se acojonaron»
Existe una ley no escrita en Hollywood: si quieres elevar el nivel de una película, llama a Denzel Washington. Sus dotes como actor, su prestigio y su solvencia lo convierten en un valor seguro. Lo ha vuelto a demostrar en Gladiator II. Cuando va a cumplir 70 años, hablamos con él de poder, de política y de la razón por la que nunca ve sus propias películas.
Denzel Washington brama al entrar en la habitación y pillarme aferrado a mi teléfono. El actor es como un megáfono, y de inmediato vienen a mi mente algunas de sus películas: Huracán Carter, El fuego de la venganza, Imparable... Estos títulos resumen, de algún modo, la personalidad de este ganador de dos Oscar. A Denzel Washington no lo conoces, lo experimentas.
Se sienta cerca de mí y se inclina mucho al hablar, se lo ve excitado. Desde Tiempos de gloria hasta Malcolm X, pasando por Filadelfia y Día de entrenamiento, el actor siempre ha disfrutado de críticas entusiastas, pero nunca tan elogiosas como las que está recibiendo por su interpretación de Macrino, el villano de Gladiator II; paradigma de cómo un actor de reparto consigue apropiarse de una película.
El beso gay que no se ve en 'Gladiator II'
¿Ha leído las reseñas? «Sí, todas», retumba Washington. La gente dice que se ha divertido mucho con la película. «Eso he oído yo también, pero Macrino es mucho más que eso. Más que anillos, más que ropa, más...». Me mira fijamente. «Quiere el poder, pero ¿cómo lograrlo? Por las buenas, por las malas, con su encanto, a través del sexo, del asesinato, de las relaciones y de la política. De lo que sea necesario».
De pronto, mientras habla sobre las inclinaciones sexuales de Macrino, el actor nacido en Mount Vernon (Nueva York) hace 69 años suelta un «¡alineen a todas las vírgenes!». Mujeres, hombres, su personaje no tiene ninguna traba sexual. Asegura, de hecho, que rodó un beso entre hombres para la película, cortado en el proceso de edición: «Creo que se acojonaron».
«De niño quería ser un tipo duro, vender droga y conseguir un coche, parecer un chulo. Y sí... vendí droga, pero no logré el coche»
Le pregunto si ha investigado algo sobre el Macrino histórico, el hombre nacido en Caesarea –la actual Cherchell, en Argelia; antiguo reino de Mauritania– que gobernó Roma entre el 12 de abril del año 217 y el 8 de junio del 218. Washington se burla. «Empecé a meterme en ese berenjenal, pero ya he hecho demasiados biopics como para preocuparme por esas cosas –señala–. Estoy seguro de que mucha gente dice: '¡Macrino no era negro!'. '¡No había negros en Roma!'. ¿No me digas?».
Macrino, protagonista total de 'Gladiator II'. El actor en la piel de Macrino, el personaje al que ha dado vida en su archielogiada interpretación en la nueva entrega del clásico de Ridley Scott.
Washington lleva actuando casi medio siglo, desde su debut en el teatro en la jesuítica y neoyorquina Universidad de Fordham. Nominado a diez Oscar y protagonista de 47 películas que han recaudado cerca de 4,3 millones de dólares, el actor, pese a hacer un papel secundario en Gladiator II, se adueña de la pantalla, una habilidad solo al alcance de las verdaderas estrellas. Por algo, hace dos años, The New York Times lo calificó como «el mejor actor del siglo XXI». Un talento que Washington quiere honrar también en las tablas, donde empezó su carrera.
Por eso ha decidido regresar en unos meses a sus orígenes y retomar el papel de Otelo –en Broadway, con Jake Gyllenhaal como Yago–, una interpretación que, con apenas 22 años, le proporcionó uno de sus primeros reconocimientos. ¿Qué puede aportar ahora al papel?, le preguntó. «Cincuenta años de experiencia». Imposible ser más contundente.
Hijo de un pastor pentecostal y de la dueña de un salón de belleza, de joven aspiraba a ser como los camellos y proxenetas de su barrio, un suburbio al norte del Bronx. El divorcio de sus padres, con 14 años, aunque doloroso, le salvó la vida al alejarlo, con su madre, de aquel entorno. «No habría sobrevivido. Todos mis amigos acabaron en prisión».... Leer más
Hijo de un pastor pentecostal y de la dueña de un salón de belleza, de joven aspiraba a ser como los camellos y proxenetas de su barrio, un suburbio al norte del Bronx. El divorcio de sus padres, con 14 años, aunque doloroso, le salvó la vida al alejarlo, con su madre, de aquel entorno. «No habría sobrevivido. Todos mis amigos acabaron en prisión». Fue a un instituto militar, jugó al baloncesto y un día alguien le sugirió actuar. Muy religioso, el actor, que dice leer la Biblia a diario, dudó en seguir los pasos de su padre. Resolvió sus dudas reenfocando la visión de su propia carrera. «He podido interpretar a grandes hombres y, a través de sus palabras, predicar. Quiero usar el talento que me ha sido dado para hacer el bien». Apoya a entidades de defensa de los derechos civiles, de atención a niños en riesgo de exclusión y a veteranos de guerra. En 2022, Joe Biden le dio la Medalla Presidencial de la Libertad, la concesión civil más alta en Estados Unidos.
Hablamos sobre los jóvenes actores que se han curtido en series de televisión sin haber pasado previamente por el teatro. «Aquí hay una analogía con el baloncesto que podemos aplicar a la actuación –argumenta–. Todo el mundo piensa que puede hacerlo, pero hay un número limitado de LeBrons. No es una crítica a quienes nunca tuvieron la oportunidad de subirse al escenario, porque quizá ese no era su camino, pero puedo hablarte de mis propios hijos...». Washington tiene cuatro con su esposa, Pauletta –llevan juntos 41 años, uno de los matrimonios más duraderos de Hollywood–. Uno de ellos, Malcolm, es director, y otros dos, John David y Olivia, actores. «Les dije que deben subirse al escenario porque ahí es donde se aprende a actuar. No se aprende a actuar en las series ni en las películas, se aprende sobre un escenario. En la televisión y el cine, eso sí, se aprende a ser director, a tener el control».
«Desde 'Malcom X' he hecho algunos verdaderos 'truños'. Nunca veo mis películas de principio a fin. Solo un poco para ver de qué van»
Le digo que la actriz británica Judi Dench nunca ve sus películas porque sabe que se va a llevar una decepción. «¡Soy culpable! –grita Washington, alzando sus brazos–. Yo solo les echo un vistazo para saber de qué estoy hablando, pero no he visto ninguna de principio a fin, ni siquiera Malcolm X, porque solo te fijas en lo que has hecho mal. Además, ¿de qué te sirve verte?», se ríe.
Papeles que me hicieron ganar mucho dinero
Le pido regresar al año 2000, cuando se estrenó el primer Gladiator, una época febril para Washington, con su cuarta nominación al Oscar por Huracán Carter, la historia del púgil Rubin Carter, condenado injustamente por un triple asesinato y encerrado durante casi veinte años; y su segundo Oscar por Día de entrenamiento (2001). «El año 2000... –reflexiona–. Bueno, en la vida aprendes, cosechas y luego retribuyes. Si una vida dura unos 90 años, hasta los 30 aprendes y de los 30 a los 60 cosechas».
«En esa época, yo ganaba mucho dinero –admite entre risas–. Tenía un gran agente y mi carrera se basaba en ganar pasta, por lo que las ganancias se dispararon. Había que pagar facturas, una casa; tengo cuatro hijos... Después de Malcolm X hice algunos verdaderos 'truños'. No te diré títulos. Búscalos».
Apuesto a que se refiere a películas como Virtuosity, un fiasco de la ciencia ficción, pero lo cierto es que una película horrible de Washington sigue teniendo a Washington en ella; hace que personajes muy simples parezcan más humanos, proporciona corazón a los más insulsos... «Supongo que pones algo de ti mismo en el papel –explica–. Y, mira, creo que soy un buen tipo. Trato de hacer lo correcto. Soy una persona sencilla que consiguió tener un gran trabajo. Y trato de ayudar a la gente».
«Creo que soy un buen tipo. Una persona sencilla que consiguió tener un gran trabajo. Y ahora trato de ayudar a otros»
Le pido que me ponga un ejemplo. «El otro día, sin ir más lejos, paré a echar gasolina y vi a una mujer muy nerviosa –prosigue–. Mi hermana es bipolar, así que pensé que quizá tenía un problema de salud mental. Le dije: '¿Cómo estás, cariño? ¿Necesitas dinero? ¿500 dólares?'. Y ella me dijo que no: '¡1000 dólares!'. ¡Creo que no estaba tan loca!». ¿Le reconoció?, le pregunto. «No lo creo, pero le di dinero. Luego, mientras llenaba el depósito, salió la dependienta; parecía que la iba a echar, pero me vio y me dijo: '¡Te amo!'. Y yo le dije: 'Tienes la oportunidad de ayudar a alguien, como la he ayudado yo'. Y lo hizo. Eso me encanta».
La caridad cotidiana de Denzel
Washington tiene más historias de esta clase, como si fuera un tipo que conduce su coche por Los Ángeles en busca de almas desesperadas: un niño 'problemático' que preguntaba por Dios; un hombre sin hogar 'estresado' en La Cienega Boulevard... Esta última historia la recuerda bien: «No he probado el alcohol en diez años, no fumo ni bebo, pero engordé durante la pandemia. Comí mucho helado». Un paparazzi lo fotografió con aquel hombre sin hogar; las fotos le molestaron.
Hombre de una mujer. Denzel Washington, que el 28 de diciembre cumple 70 años, conoció a la actriz Pauletta Pearson en 1975 rodando su primera película. Se casaron ocho años después y tienen cuatro hijos: John David (40 años), actor; Katia (38), licenciada en arte; Olivia y Malcolm (33), actriz ella, director de cine él.
Pasamos entonces a la política, al hilo de una frase clave en Gladiator II: «Los imperios caen, también los emperadores». Una cita oportuna tras las recientes elecciones en su país. «Sabes, es muy fácil decir 'esto y aquello' desde fuera de Estados Unidos. Pero elige un país. Cualquiera... Todo es política. Todas las promesas incumplidas. Y en la era de la información, izquierda, derecha, lo que sea, todos han aprendido a usar las nuevas herramientas para manipular a la gente. Había una gran frase en la primera película que hice, Llámame Mr. Charly: '¿Poder para el pueblo? Sí, lo tuvo una vez, se llamaba la Edad de Piedra'. Ahora todos somos esclavos, esclavos de la información. Así que lo que sea que pienses de los líderes, como que este tipo está loco o que el otro está cuerdo, será mejor que te des cuenta de que estás siendo manipulado por ambos lados. Y punto. Así que mejor ¡vete al cine a ver una película!».
De niño, Washington «quería estar en la calle, ser un tipo duro como en las películas Shaft y Super Fly. Quería vender droga y conseguir un coche, parecer un chulo. Y sí... vendí droga, pero no conseguí el coche». Aunque el cine no le atraía en exceso, inspirado por «Pacino, De Niro, Hoffman y Martin Scorsese», acabó por dedicarse a la actuación porque sintió que tenía algo en común con su estilo callejero y su descaro. «Pero ni entonces ni ahora veo muchas películas –admite–. Así que no puedo decirte que crecí amando las películas». Sonríe, una sonrisa amplia y radiante, pensando en su maravillosa vida. «No, prefería estar jugando en la calle».