La tragedia que conmociona al país
La tragedia que conmociona al país
Cientos de voluntarios se emplearon a fondo en la búsqueda de Twix en los alrededores de la estación de tren de la ciudad rusa de Kírov. Las frías temperaturas de enero, con menos treinta grados en el exterior, auguraban lo peor. Mientras tanto, miles de personas seguían el acontecimiento a través de un canal en redes sociales creado especialmente para la ocasión. ¿Qué podría haber más importante para un ciudadano ruso que averiguar el final de un gato que había sido arrojado injustamente del tren por una revisora?
Los hechos habían ocurrido una semana antes, el 11 de enero. Twix viajaba en un trasportín con un pariente de su dueño que lo llevaba a San Petersburgo para reencontrase con él. El hombre que debía supervisarlo se durmió, el gato aprovechó para escaparse y se topó con la revisora. Tras varios intentos para averiguar a quién pertenecía el minino, la mujer creyó que era un gato callejero que se había subido al tren y decidió soltarlo cuando pararon en la estación de Kírov, al este de Moscú.
Y, aunque los responsables de la compañía ferrovial rusa RZhD empezaron por afirmar que «ese gato del que usted me habla» seguramente se habría escapado, las imágenes grabadas por la cámara de seguridad de la estación los delataron: Twix había sido arrojado sin contemplaciones. Y la historia se volvió viral.
Edgar Gaifullin, el dueño de Twix, comenzó entonces una carrera contrarreloj para encontrar a su mascota y anunció una recompensa de unos 300 euros para quien diera con el animal. «Aquel día, más personas buscaron el nombre de Twix que el del presidente Vladimir Putin», publicaba The Moscow Times. Cientos de voluntarios se apuntaron para peinar la zona, pero el resultado fue terrible para todos los implicados: el gato fue encontrado sin vida. Estaba congelado y las heridas indicaban que había sido atacado por algún otro animal.
La reacción de Gaifullin no se hizo esperar y se mostró dispuesto a acudir a la policía, el tribunal, la fiscalía, «incluso llegaremos hasta el presidente», anunciaba a la agencia de noticias rusa TASS. «Haré todo lo posible para que respondan conforme a la ley», concluía. Y, aunque según ha trascendido siempre Putin es más de perros y de momento no ha hecho declaraciones, la indignación de su ciudadanía ha tenido ya una reacción por parte de la empresa ferroviaria.
En un comunicado, la compañía de propiedad estatal aseguró que «lamentaba sinceramente» la muerte de Twix y anunció que ya estaba implementando cambios que prohibirían a los revisores echar a los animales de los trenes y «en su lugar, serán entregados a los trabajadores de las estaciones para que puedan contactar con grupos de rescate de animales», explicaba la empresa.
La revisora, cuya identidad se mantiene bajo el anonimato, se enfrenta ahora a una petición en Change.org que exige su despido inmediato y que ya ha sido firmada por más de 380.000 personas. Y no es para tomárselo a broma porque hablamos del país más entusiasta con los gatos del mundo ya que, según el grupo de investigación de mercado Dalia Research, casi el 60 por ciento de sus ciudadanos afirma tener un amigo felino en casa.
Según los autores de la investigación, en Rusia los gatos siempre se han tenido en un pedestal, desde el reinado de la emperatriz Isabel I en 1700, donde los felinos, gracias a sus habilidades para cazar ratones, se llevaban al palacio imperial, para vivir entre algodones. Hoy en día, en la parte del Palacio de Invierno que actualmente ocupa el Museo del Hermitage de San Petersburgo, viven todavía unos setenta para el deleite de la administración, el personal y los visitantes del museo. De hecho, el museo tiene hasta un secretario de prensa dedicado a los gatos y tres cuidadores específicamente contratados para ellos.