ARTE ¿Qué hay detrás de la obsesión de Degas por las bailarinas?
Iba a las salas de ensayo y las miraba con inquietante fijación. Pintó a muchas jovencitas en distintas actitudes, pero no se enamoró de ninguna. Edgar Degas era misógino, antisemita, asocial. Y un genio...
Domingo, 18 de Julio 2021, 01:10h
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Degas acudía con frecuencia a los bastidores de la Ópera de París y a las salas de danza para tomar bocetos y analizar los movimientos de las bailarinas mientras ejecutaban en la barra sus estiramientos y ‘pliés’. Las dibujaba mientras ensayaban, se ponían los zapatos, se bañaban o se peinaban. ¿Por qué esa obsesión con bailarinas, algunas apenas impúberes? ¿Podría tratarse de una indisimulada pedofilia? Esa obsesión nunca despertó sospechas en la época, aunque algunas de sus obras fueron vituperadas por su carácter sexual.
Lo que escandalizó a algunos críticos era que utilizara modelos que no mostraban cuerpos bellos y estilizados. A lo que Degas respondía siempre con la misma letanía: «Lo importante es la naturalidad».
También pintó a sus modelos desnudas: «Hasta ahora el desnudo siempre se representó en poses que daban por hecho la presencia de un público, pero estas mujeres son personas decorosas, sencillas, que se interesan por su estado físico en soledad. Es como si alguien mirara por el ojo de una cerradura», afirmó Degas.
Con respecto a su eterna soltería, el pintor comentó: «Hubiera sufrido durante toda mi vida el temor de que mi esposa dijera después de haber acabado una pintura: ‘Te ha quedado bonita’». Aunque las mujeres estuvieron muy vinculadas a su vida artística, no se le conoció ninguna relación amorosa. Era un completo misógino. Pero estaba obsesionado con ellas. Es probable que buscara con más ahínco el objeto odiado que el amado, si es que llegó a amar a alguien, aspecto del que no hay dato alguno en su biografía.
«Cuando yo lo conocí, Degas ocupaba tres pisos en una casa de la rue Victor-Massé (París), hoy demolida. En el primero tenía su museo particular. Había acumulado allí obras de pintores que amaba. Tenía Corots, Delacroix, Ingres…, bellísimos. Encima estaba su vivienda, una de las casas más dudosamente barridas y fregadas que haya visto en mi vida. No había allí más que polvo y maravillas», recuerda el poeta Paul Valéry. En la tercera planta del edificio estaba el taller, donde Degas investigaba la figura humana: desnuda o vestida, en reposo o en movimiento.
Antisemita, Degas se negó a contratar a cualquier persona que pudiera tener raíces hebreas
Valéry pasó de puntillas sobre algunos aspectos oscuros del pintor, entre otros, su enorme intransigencia religiosa, tal y como se desveló cuando despidió de su taller a una modelo cuando supo que era protestante. O cuando estalló el caso Dreyfus, en el que Alfred Dreyfus -oficial francés de origen judío- fue acusado injustamente de espía. A partir de entonces, Degas cortó toda relación con los judíos, negándose a contratar a personas que pudieran tener raíces hebreas.
Hilaire-Germain-Edgar de Gas había nacido en París en 1834 en una familia burguesa. Su padre era banquero y su madre, una descendiente de criollos de Nueva Orleans. Luego, el artista simplificó su apellido. Durante su larga estancia en Italia, entre 1856 y 1860, y más tarde en el Louvre estudió a los artistas antiguos y a los pintores del siglo XVII, copiando algunas de sus obras maestras.
Su paso de los óleos de exaltación histórica a escenas de la vida urbana se debió en gran parte a su amigo Édouard Manet, al que conoció en 1864, cuando ambos copiaban el mismo cuadro de Velázquez en el Louvre. Degas participó en las exposiciones de los impresionistas, pero se negaba a trabajar al aire libre como ellos.
Le atraían más los espacios cerrados de la noche parisina. Aunque fue miembro fundador del grupo, Degas sobresalió como el más heterodoxo de los impresionistas. Le gustaban los espectáculos y los cafés bohemios, donde la atmósfera cargada de humo, los colores y los personajes más pintorescos le proporcionaban la escenografía perfecta para sus pinturas.
Cuando tenía 36 años, Degas se unió a la Guardia Nacional para defender París en la Guerra francoprusiana. Durante una práctica de tiro con rifle le detectaron un problema en la vista que, desde aquel momento, fue una constante preocupación para él. En 1889 su mundo quedó en penumbras, momento en que volcó toda su actividad creativa en el modelado de figuras de cera de bailarinas. «Si mi vista sigue atenuando, no voy a ser capaz de modelar nunca más. ¿Qué voy a hacer con mis días, entonces?», se preguntó. Murió a causa de un aneurisma cerebral el 27 de septiembre de 1917, a los 81 años.
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