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Mi hermosa lavandería

Los simulacros

Isabel Coixet

Viernes, 03 de Marzo 2023, 09:19h

Tiempo de lectura: 2 min

En una feria de pueblo, con sus autos de choque, su tómbola y su tiovivo, un niño pide un globo de los Minions y su padre, con guasa, le dice: «No, Álvaro, que luego lo sueltas, acaba en la Casa Blanca y tenemos un disgusto». El niño insiste y, al final, el padre cede, no sin antes advertirle a Álvaro que lo agarre fuerte. Cuando yo era una niña, lo que más me gustaba era soltar el globo que me compraban mis padres y verlo perderse en el cielo. Al aparecer estos misteriosos globos que caen ahora mismo en Canadá, Estados Unidos o China, no pude dejar de pensar en todos esos globos perdidos de niños que los soltaban para verlos desaparecer. No creo que sepamos nunca el origen de estos globos de ahora mismo. Canadá dirá que vienen de China; Estados Unidos dirá que de Rusia; China, que de Canadá. Y dentro de unos años sabremos que un granjero irlandés los soltó para asustar a los cuervos que le arruinaban la cosecha de calabacines. O algo similar. Me resulta muy difícil creer que en un mundo donde la información acerca de cualquier cosa está al alcance de los que son lo suficientemente astutos para conseguirla, un gobierno envíe globos a espiar, a menos que sea un gobierno nostálgico estilo Corea del Norte. No puedo tomarme en serio a estos globos blancos que parecen creados por alguna wedding planner enloquecida. No puedo.

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