Confío en que alguien se sienta ofendido, porque escribo este artículo justamente para ofender. Hay días en los que a uno se lo pide el cuerpo, y hoy me lo pide. Porque existe una fauna parásita, una plaga de sabandijas chupasangres originalmente propia del periodismo, aunque engrosada también por políticos y por simples particulares en demanda de un minuto de gloria, que en los últimos tiempos no es ya que infecte las redes sociales, sino que parece adueñarse de ellas. Gente sin brillo ni ideas propias que vive a salto de mata, construyendo su triste existencia, sus argumentos, su presencia pública, con los mordiscos que pretenden arrancar a la fama, la opinión, el prestigio, el trabajo de otros.
