Los secretos del biólogo Rob Dunn
Los secretos del biólogo Rob Dunn
Viernes, 13 de Septiembre 2024, 12:18h
Tiempo de lectura: 18 min
Nueve de cada diez células que tenemos en nuestro cuerpo no son realmente nuestras: desde la bacteria Escherichia coli –un bacilo que vive en nuestros intestinos– hasta gusanos o ácaros en la piel, nuestro organismo es un complejo ecosistema que cuenta con miles de minúsculos 'invitados'. Lo pueblan entre 500 y 1000 especies distintas, que causan anemia, caries y muchas otras enfermedades. Pero también dependemos de ellas para sobrevivir: regulan nuestro sistema inmune, nos ayudan a realizar la digestión o, como hace el Staphylococcus epidermidis, nos protegen contra el cáncer.
Llevan millones de años conviviendo con (y en) nosotros. Y, sin embargo, en los últimos 100 años nos hemos aplicado en eliminarlos. Desde parásitos como los gusanos estomacales hasta los microbios de nuestras manos. Por el camino se han salvado millones de vidas humanas, pero científicos como Rob Dunn, biólogo, profesor e investigador en la Universidad Estatal de Carolina del Norte, sostienen que también tiene efectos perjudiciales para nuestra salud. Podrían estar detrás del incremento de alergias, enfermedades autoinmunes, artritis reumatoide, lupus, diabetes, incluso esquizofrenia o autismo…
¿Solución? Traigámoslos de vuelta. ¿Por qué este afán por destruir todo: lo nocivo, pero también lo inocuo o incluso lo que nos beneficia? Dunn lo compara con el cuidado de un parque natural: repoblemos nuestro cuerpo con ciertos microorganismos (no todos: ¿quién quiere que vuelva la viruela o las epidemias de cólera?). Traigamos de vuelta al lince ibérico de nuestras tripas, dice. Comparando el ecosistema de nuestro cuerpo con el frágil Parque de Doñana, donde él mismo trabajó. Lo explica en esta entrevista y en su libro La vida salvaje de nuestros cuerpos (The wild life of our bodies, sin traducción al castellano). Su trabajo como investigador y divulgador está transformando nuestra comprensión del cuerpo humano.
XLSemanal. Pensábamos que lo estábamos haciendo bien, que estábamos ganando la batalla contra parásitos, microbios y bacterias...
Rob Dunn. Y así es. La medicina desde finales del siglo XIX ha salvado cientos de millones de vidas. Hemos ido controlando muchas especies nocivas, y muchos de los lectores de esta revista están vivos gracias a eso.
XL. Entonces, ¿dónde está el problema?
R.D. ¡En que hemos ido demasiado lejos! La medicina se basa en matar bacterias y gusanos. Pero no hay ninguna rama que favorezca el crecimiento de especies beneficiosas para nosotros. El resultado: estamos favoreciendo especies que no podemos matar.
XL. Porque se han vuelto resistentes al tratamiento.
R.D. Exacto. Nuestros hospitales se construyen sobre la base de cómo podemos matarlo todo. Pero al mismo tiempo están llenos de bacterias ultrarresistentes.
XL. Y usted aboga por traer algunas bacterias de vuelta.
R.D. Parece cosa de locos, que necesitemos que vuelvan los gusanos o más bacterias… pero es así.
XL. ¿Por ejemplo?
R.D. Piensa en tu piel. Cuando te lavas con agua y jabón, la mayor parte de lo que hay ahí, esa capa de tu piel que te protege contra los patógenos, permanece. Lo que eliminamos es lo que acaba de 'aterrizar'. Así, cuando un patógeno llega, lo primero que encuentra no es tu sistema inmune, sino un escudo de bacteria beneficiosa para ti.
La boca: la placa dental llegó con la agricultura
«Un dato curioso: en las bocas de las momias no hay restos de placa dental. ¿Por qué? Parece que con la agricultura se incorporaron nuevos microbios a los que se les daba muy bien construir placa dental. ¡Una o dos especies introdujeron un cambio del que dependen todos los dentistas del mundo! La higiene dental de... Leer más
XL. Por tanto, agua y jabón bastan.
R.D. Sin embargo, si tienes un problema en tu piel, los antibióticos que te suministrará tu médico eliminarán esas bacterias que te protegen, al tiempo que lo que intentan eliminar evoluciona hasta adquirir resistencia a los fármacos. Hacemos esto una y otra vez en casa, en los hospitales... Y como resultado estamos enfermando de modos completamente nuevos.
XL. ¿Qué enfermedades surgen?
R.D. Las alergias son cada vez más comunes, la enfermedad de Crohn, la inflamación intestinal, la esclerosis múltiple… Todas ellas se han convertido en desafíos crónicos que tenemos que afrontar desde la medicina. Pero lo que hemos hecho en este último siglo no funciona. ¡Tenemos que repensar todo de nuevo!
XL. No parece una tarea sencilla.
R.D. ¡En absoluto! Hay una enorme resistencia por parte de la comunidad médica y científica. Pero también se aprecian cambios. Hace unos años, cuando daba una charla sobre trasplante fecal –que es algo que se hace cuando los microbios de tu intestino se han desajustado por completo–, la gente se reía. ¿Habla en serio?, se preguntaban.
XL. Y, en efecto, suena chocante…
R.D. Pero si tienes un caso severo de Clostridium difficile, que es un patógeno que se instala en tu intestino, provocando diarrea, fiebres o pérdida del apetito, el tratamiento más común hoy en día, y el que mejor funciona, es un trasplante fecal de un donante sano. En cinco años se ha producido este cambio. Es impresionante.
XL. Para ello ha habido que convencer a la comunidad médica y a los propios pacientes, imagino.
R.D. Es fácil cuando te encuentras ante casos extremos. Los gastroenterólogos tratan con pacientes desesperados, y en esa situación el cambio cultural se produce rápidamente.
XL. ¿Vamos por el buen camino?
R.D. En algunos lugares sí. El problema es que corregir esto no genera dinero: la moderación no es buena para la industria farmacéutica. Pero sí se producirán cambios en ciertas parcelas. Por ejemplo, en el parto de los niños.
Rob Dunn y su equipo implican al público general en sus investigaciones. Reclutan a voluntarios y les piden que, por ejemplo, recojan muestras de la piel de sus axilas. Después, en el laboratorio, cultivan esos microbios y los someten a diferentes análisis. Las muestras resultantes –que comparan con primates como los chimpancés o los gorilas– son buena muestra de nuestro microbioma.
El ombligo es un... Leer más
XL. ¿Por qué?
R.D. Cuando nace un niño, durante un nanosegundo el bebé es básicamente estéril, no tiene patógenos externos en su organismo. En el nacimiento vaginal, en ese primer momento, el bebé recibe una dosis de microbios fecales. Si la madre amamanta al niño, además, recibe una dosis de microbios intestinales a través de la leche materna.
XL. ¿Y eso es bueno?
R.D. Hace diez años pensábamos que la leche de la madre era estéril, ahora sabemos que está llena de microbios muy útiles para nuestra supervivencia. Hace cien millones de años, el nacimiento era ya así: nuestros ancestros daban a luz bajo la rama de un árbol, en un entorno lleno de microbios ambientales, donde el bebé recibía microbios fecales primero e intestinales después. Pero en los últimos cien años eso ha cambiado, en parte por los partos por cesárea, pero también porque muchos nacimientos se producen en los hospitales, donde todos los microbios han sido exterminados.
XL. Salvo los más resistentes.
R.D. Exacto, que son los más dañinos. Estamos favoreciéndolos. Pero ante esto ¿qué hace nuestra sociedad? ¿Reconocer que hay problemas?
XL. No sé. Dígamelo usted.
R.D. Si estudias a los niños nacidos por parto vaginal y los nacidos por cesárea en un mismo hospital, los primeros reciben microbios normales, cutáneos e intestinales, más rápidamente y su organismo se parece antes al de un adulto sano. No es que los nacidos por cesárea no vayan a ser niños sanos, pero estás jugando con la suerte.
XL. Bueno, el parto por cesárea también salva muchas vidas.
R.D. Cuando es necesario. En los años sesenta, científicos de la Universidad de Cornell constataron que había un patógeno de la piel que eran incapaces de eliminar. ¡En cierto modo fue el primer microbio cutáneo resistente detectado! Decidieron que la solución era inocular a todos los recién nacidos los microbios beneficiosos de la piel. ¡Miles de niños de Estados Unidos fueron inoculados...! ¡Y funcionó!
XL. ¿Se sigue haciendo?
R.D. Poco después llegó una nueva generación de antibióticos, más baratos y más sencillos de aplicar que cultivar microbios. Esto demuestra que hay diferentes soluciones. Quizá ninguna sea la definitiva, pero todas deberían ser parte de las herramientas empleadas.
XL. Habrá mucho trabajo que hacer, dado que el 90 por ciento de las células de nuestro cuerpo no son humanas: pertenecen a microbios y bacterias que habitan en nosotros.
R.D. Y además están llenas de incógnitas, de preguntas sin responder. La axila, por ejemplo, es un gran misterio. Allí encontramos las glándulas apocrinas, cuya única función es producir alimento que comen los microbios. Estos metabolizan la comida y de ahí surge el olor de la axila. Es todo fruto de la evolución. De igual modo que el pelo de las axilas es diferente al de la cabeza y no sabemos por qué.
XL. ¿Esos microbios son necesarios?
R.D. No lo sabemos. Tampoco el efecto que puede tener eliminarlos. Lo que sí sabemos es que nuestro organismo, por algún motivo, favorece su desarrollo… ¡Pero nuestras sociedades han decidido matarlo! Cada vez que nos aplicamos un desodorante antitranspirante acabamos con esos microbios. Quizá en veinte años volvamos la vista atrás y pensemos que ha sido una tontería combatirlos.
XL. O quizá no…
R.D. Lo importante es ser conscientes de que hay una enorme intervención por nuestra parte en las especies asociadas a nuestro organismo. Y desconocemos los efectos que pueda tener. Un ejemplo: yo he estudiado a los insectos sociales, hormigas y termitas… Sabemos desde el siglo XIX que si eliminas a los microbios asociados a estos insectos mueren. ¡Pero creemos que eso no nos pasa a nosotros! No aplicamos ese concepto a nuestra especie.
XL. Otra cosa que ha cambiado en los últimos años ha sido nuestra concepción del apéndice.
R.D. Gracias a Bill Parker, un científico que trabaja en el Duke Medical Center. Es un investigador diferente, alguien capaz de pensar contra la corriente dominante. Un día se dio cuenta de que en el apéndice había grandes cantidades de un anticuerpo muy común en nuestro intestino. Y, dándole vueltas, empezó a pensar que quizá la función del apéndice era precisamente producir microbios buenos y diseminarlos por el cuerpo. Estaba dando una explicación nueva a todo nuestro sistema inmune y afirmando que todos los médicos de los últimos 150 años estaban equivocados… ¡y tenía razón!
XL. El apéndice no es inútil.
R.D. Siempre se había dicho que ya no cumplía ninguna función, como las pequeñas patas cuyos 'restos' se observan todavía en la parte trasera del cuerpo de la ballena. ¡Pero nadie lo había estudiado! Hasta que Parker se preguntó si esos anticuerpos del apéndice podían estar favoreciendo a las buenas bacterias. Si el apéndice podía reinstaurar microbios beneficiosos.
XL. Volvemos al concepto de 'recolonizar' nuestro organismo.
R.D. Estudios han demostrado que, si te afecta el Clostridium difficile, la gente que conserva su apéndice tiene cuatro veces más probabilidades de curarse si recibe el tratamiento adecuado.
Un grillo se precipita al agua, donde con toda probabilidad morirá ahogado. Una cucaracha obedece a una avispa que aprovecha ese estado de sumisión para insertarle sus huevos. Un ratón se juega la vida al sentirse atraído por el olor de la orina del gato. ¿Qué tienen en común todos estos comportamientos inexplicables? El responsable de todos ellos es un parásito que se aloja... Leer más
XL. ¿Y si no lo tienes?
R.D. Podrías necesitar un trasplante fecal. Pero sobre todo lo importante es que seamos conscientes de que nuestro organismo es un ecosistema que hay que cuidar en su conjunto.
XL. ¿Y qué podemos hacer?
R.D. Usted y yo no podemos cambiar la política hospitalaria, pero sí pensar en nuestra vida. En los primeros días de vida de tu bebé, su estómago todavía no es muy ácido: y es colonizado por miles de organismos. En esos primeros años de tu pequeño, ¡sal a la calle! Un mayor puede comer kilos de arena y la acidez de su estómago matará todas las bacterias. Pero, en el caso de un niño pequeño, muchos microorganismos beneficiosos se instalarán en su cuerpo con solo estar en contacto con la naturaleza.
XL. ¿Más cosas?
R.D. Consume comida ecológica antes que una manzana traída de Chile envuelta en celofán. Conseguirás muchos microbios beneficiosos. Un estudio muy interesante compara a las comunidades amish y huteritas en Estados Unidos. Llevan vidas similares, pero los primeros cultivan de manera tradicional, mientras que los huteritas emplean tractores. Los amish, que trabajan la tierra con sus manos, tienen menos alergias, enfermedad de Crohn… ¡Casi no existen!
XL. ¿Qué más puedo hacer?
R.D. Lávate con agua y jabón, y no con toallitas o antimicrobianos. No son más efectivos y dañan a microorganismos beneficiosos. ¡El agua y el jabón han funcionado desde la Antigua Roma!
XL. ¿Y los antibióticos?
R.D. Son fundamentales y salvan vidas. Pero hay mucha sobreprescripción.
XL. También es partidario de que tengamos perro.
R.D. En una ciudad, tu exposición a los microbios se ve muy disminuida. El perro reintroduce muchos de esos microbios ambientales en tu vida. Nos hemos distanciado tanto de la naturaleza que lo que llega a tu casa a través de tu perro es suficiente para reconectarte. Y si un perro convive con una embarazada, el niño tiene menos probabilidades de sufrir alergias.
XL. En su libro menciona casos extremos, como una paciente que se va a México para ingerir gusanos intestinales…
R.D. Desde luego no recomiendo a nadie que obtenga esos gusanos sin control médico. Pero lo cierto es que ¡hemos tenido gusanos durante toda nuestra historia! Desde mucho antes del Homo sapiens… Pero en los últimos cien años, al desconectar nuestras heces de nuestra comida, los hemos eliminado de nuestra vida.
XL. Hombre, eso a mí me parece bien...
R.D. Desde luego. Mejora el bienestar de millones de niños en todo el mundo. Pero desde un punto de vista del sistema inmune crea una situación insólita. Nunca en la larga historia evolutiva de nuestra especie la mayor parte de los individuos ha carecido de gusanos estomacales.
XL. ¿Y los necesitamos?
R.D. Nuestro sistema inmune dependía de ellos. Y ahora que no están no funciona bien. No quiere decir que todos los necesitemos de vuelta, pero sí que es parte del problema.
XL. ¿Y qué hacemos?
R.D. Podemos usarlos terapéuticamente. Hay un par de ensayos clínicos en marcha, donde se están administrando algo así como gusanos 'domesticados' que reducen muchos efectos negativos y son más fáciles de administrar… Dentro de doscientos años será algo habitual: un médico te administrará especies específicas de gusanos. Los cultivaremos.
XL. ¿Debemos hacer de nuestro cuerpo un ecosistema más salvaje?
R.D. Muchos hablan de reintroducir el lince ibérico en Doñana, ¿no? Algo parecido ocurre en nuestro organismo. Por supuesto, nadie quiere reintroducir la viruela. Hay patógenos terribles. Esos no los queremos, pero sí deberíamos asilvestrarnos un poco, reintroduce el lince ibérico de tu organismo.
Memorias de una leyenda