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Ruanda, los hijos del genocidio

20 mil niños nacidos de mujeres violadas

Ruanda, los hijos del genocidio

Son los «hijos de los asesinos». Así los llaman en Ruanda. Sus propios parientes incluso. Más de 20.000 niños nacidos de mujeres violadas por las milicias hutus durante el genocidio de 1994 se han hecho mayores. Un fotógrafo israelí recogió sus historias en plena infancia, cuando todavía ignoraban de dónde procedían. Ahora ya lo saben. Proceden del horror. El que han logrado combatir sus madres.

Jueves, 14 de Julio 2022

Tiempo de lectura: 6 min

Cuando mi madre me contó cómo fue violada, sentí que algo me perforaba el corazón. Mi padre fue un violador y un asesino». Faustin tenía 13 años cuando supo por qué sus compañeros de colegio, sus vecinos, su propio tío, lo llamaban «hijo de los asesinos». Se lo reveló su madre, Bernadette. «Tarde o temprano tenía que contarle la verdad –dice–. Fue duro, pero liberador».

La historia de Faustin y Bernadette se replica por toda Ruanda, una diminuta nación centroafricana a la que pocos prestaron atención hasta 1994. Entre abril y junio de aquel año, en apenas 100 días, más de 800.000 personas fueron asesinadas y miles de mujeres violadas durante el genocidio de la población tutsi alentado por el Gobierno hutu.

Pasados 28 años, el país presume de ser uno de los más seguros, estables y con sólido crecimiento económico de África, pero muchas de las heridas que dejó aquel horror siguen abiertas. Supurantes incluso, como las que sufren más de 20.000 niños, fruto de las violaciones masivas, y sus madres, la mayoría contagiadas de sida por sus agresores.

Muchas fueron violadas por sus vecinos; solo unas pocas llegaron a declarar contra ellos

Cargan secuelas físicas de las violaciones y sobre todo traumas severos, incurables, con los que conviven, casi todas, despreciadas por parientes y vecinos, un factor que redobla el dolor, la vergüenza de sentirse, en parte, también culpables.

Insultos, mentiras y exageraciones llevan años tiñendo los días de Bernadette, violada por un hutu de su propio vecindario contra el que testificó ante un tribunal y a quien perdonó tras salir de prisión. «En mi comunidad, alguien se dedicó a propagar por ahí que los Interahamwe ('los que atacan juntos', en bantú; sanguinarias milicias hutus) me dejaron atada a un árbol y que un montón de hombres fueron pasando para violarme», cuenta Bernadette, cuyo hijo se negó a conocer a su padre, hoy desterrado de su comunidad.

Testimonios como los de Bernadette y Faustin han sido recogidos por el fotógrafo israelí Jonathan Torgovnik como parte de su proyecto Disclosure ('Revelación'), respaldado por el Pulitzer Center for Crisis Reporting, para denunciar el uso de la violación como arma de guerra y sus consecuencias. El título alude al momento en que una madre se decide al fin a revelarle a su hijo la verdad sobre su origen.

«Viajé a Ruanda por primera vez en 2006, preparando un reportaje para Newsweek sobre VIH –cuenta Torgovnik–. Y allí conocí a Odette». Esta mujer, infectada con sida durante el genocidio, le contó historias terribles que nunca había compartido con nadie y que cambiaron para siempre la vida del reportero.

'Estas mujeres son los seres humanos más fuertes con los que me he topado jamás', dice Torgovnik

«Me describió con detalle el asesinato de toda su familia y las múltiples violaciones que sufrió –prosigue Torgovnik–. Se quedó embarazada y tuvo a su hijo Martin. Tras escuchar su testimonio, decidí documentar las historias de las mujeres como Odette y mostrárselas al mundo». El fotógrafo israelí empezó así a retratar y a escuchar a madres violadas por los Interahamwe y a sus hijos, entonces con 11 o 12 años, y comenzó a divulgar sus casos.

Años después, ha visitado de nuevo a aquellas madres y sus hijos, hoy veinteañeros, para ver qué ha pasado con ellos. Descubrió que tras aquel primer viaje de 2006 su vida no era la única que había cambiado. «Hablar con usted me curó –le confesó Odette–. Fue como vomitar todas las cosas malas que sentía hacia los hombres. Ahora estoy casada, tengo trabajo y otra hija».

Muchas mujeres como ella sienten que sus vidas han mejorado. A ello ha contribuido la ONG Foundation Rwanda (www.foundationrwanda.org), con educación para sus hijos y atención sanitaria y psicológica para las madres. «Estas mujeres son los seres humanos más fuertes con los que me he topado jamás», sentencia Torgovnik, su fundador.

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