Bienvenidos a la eurozona

«Nada que declarar»

Director: Dany Boon. Intérpretes: Benoît Poelvoorde, Dany Boon, Chritel Pedrinelli, Karin Viard, Julie Bernard.

Con Bienvenidos al Norte (2008), Dany Boon, director-actor-guionista y gran orquestador de la producción, consiguió el mayor éxito de las últimas décadas del cine francés (como dato anecdótico, fue la primera película en el país en superar la barrera de recaudación de Titanic, devolviendo el puesto al cine patrio), consiguiendo también un nuevo enfoque de la comedia francesa heredera del camino de Tati o Louis de Funès.

Prima hermana de aquella, Nada que declarar bien podría titularse Bienvenidos a la Eurozona, pues, aunque cambia de lugar concreto y de época, la fórmula es la misma en ambas: el juego con los clichés, los choques culturales, los tópicos más típicos, los chistes fáciles y el humor inteligente (que ya es difícil combinar con acierto ambos), y un mensaje sobre la tolerancia y la igualdad de las razas, así como el descubrimiento de la posibilidad de comulgar con el despreciado desconocido tanto o más que con lo propio.

Ahora sitúa la acción en las Navidades de 1992 en la frontera franco-belga, a escasos días de que la nueva Europa surja sin fronteras, mientras en un pequeño pueblo fronterizo que casi se asemeja a aquella pequeña aldea gala resistente a los invasores (amenazadora eurozona), agentes de aduanas de ambos países deben adaptarse a los nuevos tiempos. Para ello, tendrán que aprender a convivir libremente con unos vecinos de los que los separan años de prejuicios heredados.

Estos odios se entremezclan con una historia de amor a lo Romeo y Julieta, todo un escaparate de motes ofensivos, y momentos muy logrados como padre e hijo moviendo con nocturnidad y alevosía postes de frontera cual marcos de fincas, las persecuciones en un cuatro latas tuneado, y la ambientación en una época que, sin ser lejana, nos parece ya otro mundo: la Europa con fronteras, la implantación de los ordenadores sobre las máquinas de escribir, los primeros móviles tamaño ladrillo?

El resultado es una comedia que, si bien no llega al nivel de su predecesora, cumple la función de entretener agradablemente, aunque por desgracia aquí nos perdamos (por razones culturales y con la inestimable ayuda del doblaje) gran parte de las sutilezas que en Francia y Bélgica la han aupado al podio de la taquilla.