¿Los chavales de la casa? ¿O los marcianitos que se cuelan en su ático? Es probable que ni los unos ni los otros, sino los guionistas Mark Burton ( Madagascar ) y Adam F. Goldberg ( Fanboys ) pese a su ocurrencia (que tenía sus riesgos) de adaptar algo tan siniestro como una invasión extraterrestre filmada para niños. Si el mismo asunto con igual libreto se hubiera llevado al terreno de la animación, el resultado habría sido más satisfactorio con toda seguridad. Para bien, ya que aún bebiendo de las fuentes del fantástico, Pequeños invasores tiene muy agudizada su carencia de verosimilitud, disculpada hasta alto grado en las de aventuras destinadas al público infantil que aquí rebaja su emoción al límite en cuanto los chavales saben (a los pocos minutos) que la sangre no llegará al río y habrá final feliz por narices.
Encadenado de tópicos
Solo quedaba la alternativa de rellenar el minutado con numerosas incidencias, nada originales, aunque narradas con la soltura habitual en todo made in Hollywood serie B, con el añadido de un presupuesto algo mayor para garantizar un mínimo de soltura a los necesarios efectos digitales en una de extraterrestres.
Sin embargo, que transcurra fluida no impide una cierta sensación de tedio, de vista una y mil veces, por mucho que los guionistas incluyan algunos guiños a filmes conocidos del género (el recuerdo de E.?T. sobrevuela la segunda parte de la trama), e incluso hayan puesto algo de esmero en los diálogos. La trama es más simple que un helado de vainilla. Tenemos a la tópica familia media que se marcha de vacaciones hasta juntar un considerable número de miembros con el añadido de novio, algunos amigos niños y adultos y la imprescindible abuela.
Desde un principio se nos traza la radiografía del protagonista principal, un vagoneta en los estudios pero obsesionado con la Red y la guerra real. Las relaciones con el novio de su hermana son pésimas, aunque buenas con la más pequeña. La cosa se precipita cuando un extraño objeto cae en su tejado y sus cuatro pequeños tripulantes se cuelan en el ático como parte de un ambicioso plan para conquistar la Tierra? Semejante asunto tenía sus riesgos y no había otra alternativa que convertir a los adultos (que en ningún momento saben qué demonios está ocurriendo con sus hijos) en caricaturas a riesgo de habitar por debajo del umbral de la normalidad. Pequeños invasores vale para una tarde-noche de verano ahora que los críos ya comienzan a estar estresados al haber superado el ecuador vacacional. Pero solo eso, porque otro de sus errores (una vez más) es creer que la inteligencia no va con ellos.