Con su nueva película, el director de No sos vos, soy yo continúa riéndose de las relaciones de pareja. «Las personas no pueden ser felices todo el tiempo y menos aún las parejas», dice la protagonista de Un novio para mi mujer, como resumen del ideario particular del autor del filme.
Y con esa tesis, el largometraje funciona de maravilla como comedia negra y muy mal en los interludios llorones y amables, especialmente los de la terapia de pareja y los minutos finales.
Es una lástima que al salir del cine, lo lacrimógeno y lo blandito tenga más peso en nuestra memoria.
Porque la película nos ofreció muy buenos momentos, los que fueron más descarnados y vitriólicos. La historia la hemos visto otras veces, especialmente en el cine norteamericano y en el italiano de los años sesenta: esposo infeliz, que sufre el desamor por el carácter insoportable de su mujer, incapaz de pedirle la separación, le busca un ligón que la enamore.
Pero los resultados nada tienen que ver con los que nos ofrecería el cine yanqui: por la virulencia de la exposición y el trabajo naturalista de los actores.
Los tres intérpretes protagonistas son el sustento de la historia: manejan muy bien la balanza de la verborrea y del silencio.
La película resulta un tour de force para Valeria Bertuccelli, hilarante con su personaje gruñón, permanentemente enfadado con el mundo: en los primeros 15 minutos dice la palabra odio unas tres docenas de veces.
Cuando escapa del paro, que la aísla en su nube negra, solo lo hace para trabajar en un programa de radio contra el optimismo, en el que ¡habla de las cosas que detesta!
La secuencia en la que revienta una fiesta de falso buen rollo es brillante y los apabullantes comentarios de la portada del Clarín inolvidables.
Los créditos
Su personaje está sabiamente construido y solo el del ligón, interpretado por Gabriel Goity, un genial Donald Pleasence argentino, puede hacerle sombra.
El espectador no debe abandonar la sala hasta que no terminen los créditos pues se perdería una coda genial de este gran actor.
Adrián Suar, productor de El hijo de la novia, donde hacía un pequeño papel, está algo más discreto como marido infeliz, pero su expresividad, cruce de Harrison Ford y Ricardo Darín, le ayuda a no desentonar demasiado con la genialidad de sus compañeros de reparto.