Un mismo rito para 30 años de historia
Vigo
Ramón Cacabelos, nombrado Galego Egrexio, imagina un país en el que el minifundismo mental se transforma en «extensa leira de intelectualidade»
06 May 2007. Actualizado a las 07:00 h.
Xosé González, presidente de la Fundación Premios da Crítica, lo avisó en su intervención inicial, previa a la entrega de galardones: «Tódolos anos cumprimos co mesmo rito». Y van treinta. Ciertamente es lo mismo, pero no es igual. Cambian las personas y los escenarios. Y el país. Ese que en la imaginación de Ramón Cacabelos, flamante Galego Egrexio, ha trocado el minifundismo mental por «unha extensa leira de intelectualidade renovada, no que puidésemos recuperar a moitos dos nosos cerebros desterrados ao longo da historia». Precisamente eso, historia, fue lo primero que hicieron los organizadores en el prólogo de la cena que sirvió de marco para entregar los Premios da Crítica. Treinta años dan para mucho pero, en un ejercicio de síntesis, se limitaron a recordar los inicios. Con la complicidad (sólo a ratos) de la técnica, los asistentes pudieron escuchar la casi irreconocible voz de Bieito Ledo en aquella primera cita de 1978, que entonces organizaba el Círculo Ourensán que él presidía. Xesús Ferro, conductor del acto, subrayó la singularidad de aquel año, el único que tuvo tres papas, el del nacimiento de la Constitución, el de la preautonomía de Galicia y el de la «invención» de los Premios da Crítica. Las palabras de Ferro se intercalaban con la entrega de galardones: A Manolo Rivas en el apartado de creación literaria, a Ricardo Gurriarán en investigación, a Francisco Sampedro (lo recogió en su nombre Xosé Manuel Beiras) en ensayo, a la Fundación Granell (lo recogió Isaac Díaz Pardo) en ciencias, a la Asociación Xermolos, en iniciativas culturales, y en música a... En ese instante el conductor del acto hizo otro paréntesis histórico. Regresó de nuevo a 1978 para recordar que aquel primer premio musical no terminó en la vitrina de ningún premiado, sino en la de un particular que se adjudicó el «cacharro» (que es como llama Díaz Pardo a la figura de Sargadelos que reciben los galardonados) en subasta por 80.000 pesetas. Explicación Todo tiene una explicación. El jurado decidió otorgar un premio ex aequo a varias personas. Ante la imposibilidad de llevarse cada una un cachito del trofeo, acordaron subastarla y entregar la recaudación a los trabajadores de Ascón (por entonces en paro), que habían irrumpido en la sala para visualizar su situación. Ramón Cacabelos fue el último en recoger su estatuilla. Pero antes su amigo y paciente Antón Reixa realizó su particular perfil biográfico del científico, del que dijo que sería un error identificar con un «sabio aillado tras as probetas ou o microscopio. Ramón e, fundamentalmente, un médico que te explora co seu fonendo e che dá golpiños nas extremidades, que te mira aos ollos e fálache ao corazón para arregrarche a cabeza». Por su parte, el homenajeado, empezó por preguntarse qué habrían visto en él para honrarle con la distinción de egrexio. Aprovechó para explicar que ha sido decisiva la ayuda de muchos egrexios anónimos («entre os que non se atopan nin a banca nin a política», dijo) para poner en pie el proyecto médico que abandera en Bergondo. Asistentes Acabadas las palabras de Cacabelos, llegó el momento de las viandas, de las que, entre otros, dieron buena cuenta Ramón Villares, César Cunqueiro, Nemesio Barxa, Antón Pulido, Cayetano Rodríguez, Manuel Areán, Fina Casalderrey, Suárez Vence, Luciano Varela, Marisol López, Carlos Varela, Antía González, Álvaro Álvarez Blázquez...