La Voz de Galicia

La factoría que salva la vida a juguetes usados y que da trabajo a diez personas en Pontevedra

Pontevedra

maría hermida pontevedra / la voz
La oenegé Boa Vida cuenta con una empresa de inserción laboral que da trabajo con el arreglo de juguetes

Le hacen trajes a muñecas, cuentan piezas de puzles y hasta reparan consolas

05 Jan 2024. Actualizado a las 21:25 h.

Lourdes Bustamante, que era una abogada implacable en Venezuela hasta que la crisis del país la empujó a emigrar y tuvo que empezar de cero en Pontevedra, tiene las ideas clarísimas. Quizás por ello está saliendo con precisión de cirujano el plan que fue diseñando para Boa Vida, una entidad benéfica a la que ella se acercó primero como voluntaria y de la que se convirtió en cabeza visible para tomar las riendas de su empresa de inserción laboral. Montó una auténtica factoría para salvarle la vida a la ropa y enseres de todo tipo usados, que ahora en Navidad está centrada en los juguetes, para luego revenderlos a precios entre un 90 % y un 95 % por debajo de lo que costarían nuevos. Pero, ojo. Lo que ideó Lourdes y materializan diez trabajadores, todos ellos personas en riesgo de exclusión, es un auténtico espectáculo. Porque de allí no sale un solo juguete que no esté casi como nuevo. Para ello, esas diez hormiguitas trabajadoras les hacen de todo.

Estamos en medio de la campaña navideña y tanto en la tienda de A Seca como en la de Santa Clara, los dos espacios comerciales donde Boa Vida comercializa los productos de segunda mano, hay buena entrada de gente. «Llevamos vendidos más de cinco mil juguetes», señala Lourdes. Entramos con ella en la parte de atrás del bajo de A Seca. Y es ahí donde uno se queda con la boca abierta. Allí trabajan diez personas, casi todas inmigrantes de Venezuela, Brasil y Colombia. La Xunta certificó su situación de vulnerabilidad para que se les pudiese contratar a través de esta empresa de inserción y Boa Vida se encargó de formarles y apoyarles para que sean unos maestros en procesar toda la mercancía de segunda mano que llega hasta el almacén, que se cuenta por toneladas y que procede tanto de donaciones como, por ejemplo, del trabajo de vaciado de trasteros que hacen. Todos operan bajo un mismo lema: «Aquí no se tira nada». Por poner un ejemplo: los rellenos de los peluches inservibles que les llegan los utilizan para hacer cojines.

¿Qué hacen en esta factoría tan especial? Cada trabajador se ha especializado en algo. Tirso, que vino de Venezuela, donde trabajaba como técnico agrícola, es ahora un experto en electrónica. Descubrió que se le daba bien arreglar aparatos, así que lleva toda la Navidad destripando y volviendo a montar juguetes electrónicos para dejarlos como nuevos. Nada se le resiste, ni consolas ni coches teledirigidos. Contesta con sonrisa mientras se las ve con un micrófono de plástico al que acaba de devolver a la vida: «Hay muchísimos juguetes electrónicos a los que lo único que les pasa es que se quedaron con las pilas dentro y estas se estropearon. Los limpio bien y casi todos vuelven a funcionar». No tira ni las pilas viejas. Tiene un medidor para ver si todavía funcionan y, las que sirven, se las ofrecen gratis a la clientela.

Hay varias trabajadoras que son unas expertas costureras. Así que ellas se dedican a hacerle trajes a las muñecas que les donan, a las que también lavan y peinan para que queden como nuevas. Lourdes, la jefa del equipo, señala al respecto: «No es lo mismo poner a la venta una muñeca desnuda y sucia que un juguete limpito y reempacado, porque aquí se vuelven a envolver las cosas para darle dignidad al producto».

 

Captando las mejores marcas

Daniela, que es brasileña y también encontró en Boa Vida la oportunidad que buscaba en España, se ha especializado en captar juguetes de marca. De las toneladas de cachivaches que les llegan, ella pone el ojo en todo para extraer aquellos juguetes de las marcas más caras y con mayor demanda, como por ejemplo Playmovil o Lego. A ese respecto, hay que decir que todo lo que entra en Boa Vida, que muchas veces llega entre basura, se revisa, se contabiliza, se pesa y se numera. Nada queda al azar: «Contamos una a una las piezas de los puzles, da igual que tengan cinco o diez mil. No nos dejamos ni una atrás», explican.

Hay también un experto en salvarle la vida a los bolsos usados, en tunearlos para que parezcan salidos de fábrica. Y todos están encantados con Bea, la única voluntaria —los demás son asalariados—, que es la gran experta en libros. Ella trabajó media vida en El Círculo de Lectores y ahora se dedica a seleccionar los volúmenes, clasificarlos, limpiarlos —borrando incluso tachones— y ponerles precio. Ella resume lo que es este proyecto: «¡Es pura vida!», dice llena de emoción.


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