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Trabajos en el Colegio Cardenal Cisneros inspirados en la obra del artista japonés Yoshitomo Nara.

El universo plástico de Yoshitomo Nara y su conciencia ética inspira del proyecto «Documental Integrado» del Colegio Cardenal Cisneros

23 Jun 2025. Actualizado a las 05:00 h.

«La libertad es el derecho a decir a la gente lo que no quiere escuchar». G. Orwell.

El colegio Cardenal Cisneros eligió la obra del artista internacional Yoshitomo Nara como referente para realizar el PDI por la capacidad del autor para encontrar en el arte un instrumento vehicular de comunicación de emociones y denuncia que conecta con las experiencias de la infancia y de la adolescencia además de la conciencia medioambiental que manifiesta mediante el uso de materiales de carácter sostenible en sus obras. Cabe destacar el excelente trabajo que desarrollaron los alumnos durante los tres trimestres del curso, que implicó a todos los niveles del centro: infantil, primaria y secundaria, como un proyecto multidisciplinar centrado en afinar destrezas desde las artes plásticas a la lengua, las ciencias sociales y medioambientales y una educación en valores para trabajar la expresión emocional, el trabajo en equipo, la empatía y el pensamiento crítico para aprender a valorar y respetar la cultura, entender la importancia de los creadores y establecer una aproximación al arte como capital intelectual del individuo y marca de humanidad.

Los alumnos descubrieron la magia y la rebeldía del extraordinario artista y a través de su iconografía pudieron trasladar sus propias inquietudes mediante obras de creación propia realizadas con elementos y materiales de reciclaje, inspiradas en la obra de Nara y en sus propias experiencias y la relación con la naturaleza como hábitat.

La educación y la cultura son la base de una sociedad sana. En esto radica el compromiso del colegio ourensano.

Hay algo profundamente perturbador en la mirada de los arquetipos infantiles de Yoshitomo Nara que traza retratos psicológicos de la infancia como territorio de resistencia enfrentada a un mundo que pretende domesticarla.

La imagen de la niña con un cuchillo oculto tras la espalda, Knife Behind Back encarna esta ambivalencia feroz: un cuchillo invisible que esconde un filo más aterrador que el físico porque viene a cortar los hilos de la manipulación de un sistema enquistado y podrido que nos convierte en marionetas ejerciendo una opresiva poda neuronal consentida que genera una sociedad amaestrada, pacata y embrutecida, sin amor, sin compasión, sin empatía. La infancia es el lugar donde aún puede incubarse la disidencia sin filtros, donde la vulnerabilidad convive con una valentía comprometida. Vinculado al movimiento Superflat fundado por Murakami, introduce la crítica, incluyendo grafitis en obras de ukiyo-e con grafía infantil. Hunde su bisturí con trazos gruesos que amputan el volumen, partiendo de la bidimensionalidad de una pintura que remite a la influencia Kawaii en sus formas edulcoradas y trastornadas por la potencia del mensaje que quiebran como una sacudida de alta tensión que actúa sobre el sistema nervioso. Sus obras nos cuestionan desde un lugar donde la infancia se convierte en espejo emocional de una humanidad desquiciada.

A diferencia de Murakami o del cosmos psicodélico de Yayoi Kusama, la obra de Nara es inquietante porque el silencio se convierte en espacio. Sus personajes resisten con los ojos cerrados como acto de blindaje, porque les sangra el mundo. Tras el terremoto de Tohoku de 2011 y el posterior desastre nuclear de Fukushima, Nara comenzó a recoger los fragmentos de un país desmembrado por el dolor. La ecología, la fragilidad de lo humano y el silencio devastador del paisaje herido entraron a formar parte de su imaginario. Su obra como ethos, va más allá de la crítica social. Sus materiales de descarte se convierten en militancia estética contra la lógica depredadora del sistema. En su imaginario plástico, la actitud punk es un posicionamiento vital con la más fascinante rebeldía e insubordinación contracultural. Tras la tragedia de Fukushima, Nara dibujó un retrato icónico: No Nukes Girl, una niña sostiene una pancarta en la que exige el fin de la energía nuclear. No hay dramatismo, sino conciencia con ternura beligerante y una autoridad moral desgarradora. En Miss Forest, reivindica la conciencia ecológica.

Su obra es un puente entre lo íntimo y lo colectivo. Se inscribe en la tradición del neo-pop japonés, pero subvierte su esencia. En tiempos de sobresaturación, la economía expresiva de Nara se convierte en paz, conciencia y resistencia. Porque un artista ha de sacudir el mundo. Libre, sin caer en la trampa y despiece de la carnicería del mercado. Porque en el arte de Nara, la infancia no es promesa: es el arma.


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