El Arenteiro derriba al filial del Osasuna con el mono de faena puesto (1-0)

Seis de seis, ante su público de Espiñedo. Es una ley no escrita del fútbol que ganar dos partidos en casa en apenas ocho días es una misión muy complicada, pero el Arenteiro de este curso no parece tener techo. Si a la calidad se une tesón y constancia, la receta cuaja, incluso ante rivales tan incómodos como un Osasuna Promesas atlético y aplicado en defensa. Una internada hasta el área del lateral Álvaro Ramón decidió a los 81 minutos: 1-0.

Santi Castillejo, otrora goleador en sus tiempos mozos, salió en O Carballiño con tres centrales, dos laterales que no perdían de vista a Pibe y Chacón, además de un medio centro con vocación de vigilante del área. Era algo que ya preveían Javi Rey y Luis Vilachá a la hora de diseñar el plan de partido. El once verde fue paciente, evitó en la medida posible las pérdidas que facilitaran las contras navarras y fiaron su ataque a la movilidad de Pibe, Chacón y Cardero, mientras Manín se fajaba en el área en una labor ingrata pero provechosa para su equipo.

Pese al potencial aéreo de sus espigados oponentes, un cabezazo de Germán Nóvoa —en fuera de juego, por poco— envió el primer aviso. Contestó Max Svensson, tan veloz como potente, pero sin aire tras el acoso defensivo de Jordan, para definir ante un Pablo Brea bien situado. El meta compostelano se sacó un paradón impecable al misil de Arguibide y también tapó el rechace de Rabadán. Eran los mejores minutos de los pamplonicas, pero los de casa volvieron a la carga, en el micropartido previo al intermedio.

Comenzó Pibe desnivelando para el primero de los tres centros consecutivos al área, procedentes de ambas bandas y repelidos por los antiaéreos vestidos de celeste. Álex Cardero seguía buscando grietas en el muro y también probó a Stamatakis con un zapatazo seco pero demasiado centrado para batir al griego.

La primera parte dejó una baja en el vestuario local, debido a un problema muscular de Marino, así que entró Vitra. Otra vez a picar piedra. Si Pibe había sido el más clarividente de los anfitriones en la ofensiva, de vuelta al terreno de juego buscaron más a Álvaro Ramón, que llegó a pisar área para definir con su diestra y obligar a Stamatakis a estirarse abajo. Desde el otro lado y también a pierna cambiada al meterse por dentro, el mismo Pibe afiló su zurda para cruzar un balón que salió lamiendo la base del poste. Olía a gol, pero los hombres del filial reivindicaron en cuestión de minutos que también tenían pegada. Rabadán se fue hasta la frontal del rectángulo y puso a prueba la elasticidad de Brea, muy vivo y sobrio toda la tarde.

Con esos precedentes de enfrentamiento trabado y muy físico, con chispazos de varios hombres de calidad reconocida, llegó una última andanada carballiñesa que fue determinante. Primero avisó un Luis Chacón que casi no había tenido respiro por los pegajosos marcajes. Bajó un centro con clase y disparó al palo largo, que repelió el cuero tras el desvío oportuno de Stamatakis.

Lo que no pudo evitar el arquero heleno fue el gol que nació en la zurda de Pibe, dirigido después por el tacón de Cardero y remachado en otra galopada de Álvaro Ramón, que optó en esta oportunidad por el palo corto y a la altura de la escuadra. Faltaban nueve minutos y cuatro de alargue. Desde el banquillo ajustaban el modo cerrar victoria y la grada sigue soñando.