¿Seré un «boomer»?

Como nací en 1981 no tengo muy claro a qué generación pertenezco. Supongo que ejerzo de boomer en muchos aspectos, pero conmigo que no cuenten en la patética y eterna moda de criticar a la juventud por querer pasárselo bien. Esa tendencia tan generalizada entre quienes ya pintamos canas quizás esté enraizada en la envidia porque, reconozcámoslo, ¿quién no querría volver a ser joven?

A mí, que no me gusta especialmente el rock en español, se me pone la piel de gallina cada vez que escucho El roce de tu cuerpo, de Platero y tú. Y no es por la letra ni por la música, es porque gracias a esa canción viajo en el tiempo, me traslado al piso de abajo del Piper, el pub en el que pasé buena parte de mi carrera universitaria. La oigo y me veo allí saltando, gritando, absolutamente despreocupado, libre de las cargas y responsabilidades que tanto pesan cuando uno termina asumiendo que es adulto.

Aunque no sea con El roce de tu cuerpo (obviamente), los jóvenes de hoy en día deben poder construir sus propios recuerdos. Porque la juventud se acaba, desgraciadamente, y quienes nos vemos obligados a asumir la adultez deberíamos hacerlo sin resentimiento. Vale, escuchan música que a los viejetes no nos gusta, visten diferente y llevan peinados raros, pero no son delincuentes peligrosos, son jóvenes que hacen lo que tienen que hacer, abrir nuevos caminos. Viendo a dónde nos ha llevado el nuestro, dudo que lo hagan peor. Y, para muestra, su enorme afluencia en la campaña de vacunación, dejando en mal lugar a todos los agoreros anti juventud.