La poderosa mirada de Medusa
Ourense
El Espacio de Arte Roberto Verino acoge una colección de retratos de Fiz Valcárcel
22 Mar 2021. Actualizado a las 05:00 h.
«Quisiera que mis pinturas se vieran como si un ser humano hubiera pasado por ellas como un caracol, dejando un rastro de la presencia humana y un trazo de eventos pasados como el caracol que deja su baba». F. Bacon.
Reanudando la actividad cultural de su programación expositiva, el Espacio de Arte Roberto Verino presenta la exposición titulada Bem-Faces del artista ourensano Fiz Valcárcel. Una colección de 34 retratos que se muestran en grupos tetramorfos en los que la expresividad gestual de las cabezas es hilo conductor de esta magnífica galería de retratos.
El artista establece en el título de la muestra un juego de palabras en el que reflexiona sobre la presencia asumida en nuestro idioma de interferencias anglófilas, estableciendo un giro lingüístico interesante entre la apariencia aludida de la forma y un posicionamiento que expresa en portugués, Bem-Faces de bem facer, como explica el autor cuyo nombre artístico es luso, Fiz (hacer).
En la presente colección, el autor, con más de medio siglo de experiencia plástica, hace que las cabezas emerjan de la superficie del cuadro sobre un fondo plano, dando mayor protagonismo a la figura y expresiones de esta, ora gesticulantes ora serenas, tan atractivas como inquietantes, presencias que a través de sus miradas escrutan u obvian al espectador con cierto ensimismamiento e introspección distante.
El excelente dibujo se expande y diluye en las formas hipertrofiadas priorizando su capacidad comunicativa y emocional trasladada al gesto.
La fortaleza del vitalismo cromático refuerza la energía desafiante de las miradas y de las tensiones en los escorzos con vigor insólito. Retratos de hombres y mujeres, individualizados y alienados en el espacio que llenan como dispuestos en hornacinas, ventanas, sin otro pretexto que la soberanía de su presencia rotunda, sin referencias contextuales. Seres atemporales de elocuente ironía que traspasan el rigor clásico del modelado con una inmensidad expresionista que crea estados psicológicos y metáforas existenciales, alterando el entorno indefinido del personaje aislado como atrapando en una jaula invisible, la esencia del ser transhistórico y único a través de unas estilizaciones estéticas y las licencias propias de aquel que conoce la técnica, la profesión del artista y su lenguaje.
Una revisión de la pintura neofigurativa del siglo XX, que se traduce en la reivindicación del valor de la figura frente al vacío formal de la abstracción, aunque el artista utiliza ambos conceptos en la ejecución de los retratos aunando en el espacio y en simbiosis con el fondo monocromo el concepto de lo abstracto, y mostrando en primer plano el protagonismo del sujeto, su iconicidad en el conocimiento del Informalismo y la vigorosa unicidad connotativa de los retratos. Es, por tanto, una figuración enriquecida por las aportaciones de lo abstracto de los campos de color generadores de atmósferas.
Las formas que percibimos dependen del estado emocional de la mente. Fiz Valcárcel rechaza la mímesis destruyendo las viejas convenciones subiendo la temperatura del color con una deformación de la realidad subjetiva en la que predomina su visión interior como artista, por tanto su expresión, frente a la impresión de la realidad, dejando al gesto fluir libre y dando expresión temperamental a las presiones emocionales del artista con una concepción del arte directa y un acabado de aspecto inacabado, próximo al primitivismo en algunos de sus excelentes retratos de rasgos apuntados y desdibujados y texturas ásperas que remiten a la xilografía.
El autor enfatiza la materia y la carnalidad con una muy interesante inmersión en el desnudo y un análisis de la impronta que deja en los rostros el paso del tiempo, sugiriendo tonos autobiográficos de improvisación de apariencia espontánea que sin embargo no parece improvisada sino el resultado de una obra pensada y de múltiples transmutaciones.
La figura humana es el centro gravitatorio de la obra de este humanista aproximándose a la Escuela de Londres a Paula Rego y César Taboada en la figuración expresiva y un color antiséptico de sensualidad carnosa, excitante y emocional.
Escorzo de Gaivota, obra de mayor dimensión destacada por su disposición espacial, muestra un grupo humano en éxodo. Las edades se superponen a los gestos ensombrecidos por la duda de lo incidental, donde la geometría aristada de los vértices de los objetos funciona como eje perspectivo de la improvisada familia de gesto grave. Centra la composición la gaviota. La primavera pisa dejando flores a su paso.