La Voz de Galicia

El estereotipo cultural o cómo de atrevida es la ignorancia

Opinión

Jorge garcía marín Profesor titular de Sociología y secretario del Centro Interdisciplinario de Investigaciones Feministas

31 Jul 2022. Actualizado a las 05:00 h.

Hablar de estereotipos culturales es hacerlo de creencias compartidas, de categorizaciones sociales, de concepciones previas y de representaciones inexactas. Los estereotipos se basan en una percepción y sistema de creencias exagerado y simplificado sobre un determinado grupo social, que implica, sobre todo, connotaciones negativas hacia el grupo al cual no se pertenece. 

Nos interesa destacar aquí ese carácter esquemático y simplificado, por lo tanto, incompleto, pero con implicaciones en el desarrollo de determinadas acciones con respecto a esa comunidad. Es decir, la simplificación termina siendo la base que define y permite entender a un determinado colectivo como un todo uniforme, con características idénticas entre todos los individuos que lo componen. Por ejemplo, alguien de fuera de Galicia afirma que los habitantes de Galicia son…, y eso incluye a todas las personas que son gallegas sin distinción.

Los estereotipos, que tienen que ver con los prejuicios sociales y culturales y que afectan a una determinada comunidad o nacionalidad, obviamente se basan en nuestra falta de información, ya que como prejuicio que son, muchas veces se sustentan en rumores o en ideas injustas hacia esa comunidad, pero que son ampliamente compartidos.

¿Cómo se instauran los estereotipos? Los aprendemos a lo largo del proceso de socialización, sobre todo a través de los medios de comunicación (televisión, prensa, cine, internet…), y la importancia de ellos es que operan a nivel cognitivo, afectivo (sentimientos) y de las actitudes, y por lo tanto moldean nuestra percepción. Incluso sabiendo que son falsos, son difíciles de erradicar, escapan a lo racional y perduran en el tiempo.

Prueba de su rigidez y resistencia al cambio lo demuestra el estudio publicado por el CIS en noviembre de 1994 sobre estereotipos regionales, sobre el modo de ser de los habitantes de las diferentes comunidades autónomas a través de sus rasgos más característicos. Entre estos no se llevarán ninguna sorpresa si leen que los andaluces aparecen como personas alegres y graciosas, los catalanes como tacaños e independientes, los madrileños como chulos y orgullosos, y los vascos como brutos y fuertes.

¿Y qué decir de los gallegos? Fácilmente deduje lo que aparece en esta encuesta de 1994 y que nos define como cerrados, supersticiosos y desconfiados.

El estereotipo sobre comunidades, por lo tanto, como vemos en estos ejemplos de hace casi 30 años, se instala en nuestra forma de ver la realidad independientemente incluso de no haber estado nunca en esa zona y no tener información suficiente para emitir un juicio. Con el tiempo se refuerzan y se van arraigando esas características definitorias en el imaginario colectivo, aunque la realidad no se ajuste a ellos.

Tal y como dijo Einstein: «¡Triste época es la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio». Sin duda, no deberíamos actuar en base a estereotipos y sí mejorar nuestra capacidad crítica y nuestro open mind para entender lo diferente.

 

Como siempre le digo a mi alumnado, las mejores vacunas para evitar discriminaciones e intolerancias basadas en estereotipos son, por una parte, viajar lo máximo posible, intentando relacionarse de forma no prejuiciosa con esa comunidad que nos acoge y, por otra parte, leer con perspectiva multicultural a autores de esas comunidades.

Así seguro que romperemos estereotipos, ya que no nos faltará información, o lo que es lo mismo, seremos capaces de respetar y comprender las ideas ajenas y reivindicar la diversidad.


Comentar