La Voz de Galicia

Todos contra Pedro

Opinión

Fernando Salgado

10 Dec 2015. Actualizado a las 05:00 h.

De repente, como producto del «debate decisivo», ha fraguado la gran coalición bajo el santo y seña del «todos contra Pedro». ¿Quién dijo que España, una vez roto el bipartidismo, sería ingobernable? La derecha más rancia y la izquierda más extrema, la vieja casta y la casta advenediza, ya tienen un punto de acuerdo y un enemigo común: ese muñeco de paja que los socialistas han colocado -provisionalmente, se entiende- en su escaparate electoral. Hay que ningunearlo. No se trata de que el tal Sánchez haya abrazado las tesis de la derecha, como alguna vez le he reprochado en esta columna, o de que se haya convertido en «títere de los radicales», como alguna vez le reprochó Rajoy. En cualquiera de ambas hipótesis, el tal Sánchez no hubiera suscitado tal grado de consenso, tan unánime rechazo de su apuesta figura.

Tampoco se trata de una conspiración para abatir al líder -provisional, se entiende- del PSOE, sino de una confluencia de intereses. Y no hablo de intereses nacionales o colectivos -así que olvídese usted, amigo lector, de las propuestas y promesas sobre empleo, educación, sanidad, pensiones, Cataluña, corrupción, derechos sociales y demás zarandajas-, sino de meros cálculos sobre réditos electorales. Sucede, lisa y llanamente, que tanto el PP como Ciudadanos como Podemos necesitan pulverizar la opción socialdemócrata para proclamarse, todos y cada uno de ellos, vencedor indiscutible el próximo día 20. Las cenizas del PSOE alimentarán sus aspiraciones: Rajoy conservará la presidencia, Albert Rivera compartirá los oropeles del poder o será líder de la oposición y Pablo Iglesias obtendrá la hegemonía de la izquierda. Y todos contentos. Casi dan ganas de pedir a los socialistas que se hagan el harakiri para satisfacer tantas nobles y legítimas ambiciones.

¿Y cómo se ha forjado tan singular acuerdo sobre la necesidad de aplastar al tal Sánchez? Las encuestas, queridos amigos, les han abierto los ojos. Supo Rajoy que la mayoría absoluta es inalcanzable y que solo el PSOE cuestiona su victoria. Supo Rivera que la victoria es inalcanzable y que solo el PSOE amenaza su medalla de plata. Y supo Iglesias que el asalto a la Moncloa debe esperar y que, antes de intentarlo, necesita arrasar los caladeros del PSOE. Los tres rebajaron sus expectativas, confluyeron y firmaron el acuerdo: «Todos contra Pedro».

A mí la gran coalición no me parece perjudicial para el tal Sánchez, a condición de que no se cierre defensivamente en su área, cabalgue mientras otros ladran y deje de lloriquear por los platós. A falta de carisma, sus adversarios le han dado un empujón y lo han colocado en el centro del escenario. Como diana de los dardos, es cierto, pero centro de atención, lo que significa que millones de ciudadanos aguzarán el oído para escuchar su proyecto. Si lo tiene. La triple alianza le ha regalado un potente altavoz para vender su mercancía. Si la legión de indecisos se la compra, además de curtirse en el castigo, será presidente.


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