El cercano Oeste
Opinión
28 Oct 2013. Actualizado a las 07:00 h.
Demasiadas balas rebotadas, excesivas disculpas, injustificables muertes al cazar jabalíes. Casi por sistema se descargan en la mala suerte o en el error desgracias que ya son frecuentes. Se han convertido en un horror. Cada fin de semana muere gente con la escopeta en la mano, ya sean novatos o «experimentados» cazadores. Y los demás, los paseantes, estamos asustados. No hace falta hemeroteca para señalar un drama que en vidas humanas deja atrás al de los incendios forestales. Se diría que muere más gente en las batidas del fin de semana que entre los profesionales de las armas. Será por eso. Y el otoño ya parece el cercano Oeste: alambre de espino rodeando por doquier montes y montañas que eran solaz y paisaje de todos. Tecores, zonas de adiestramiento de perros... Imposible ir. Pero, además, los tiros se oyen cerca de casas y sembrados. Ha habido viviendas tiroteadas y gente que pasaba por allí ha caído bajo una bala perdida. Dirán que o cazamos los bichos o se nos comen, y que es injusto señalar a la sensata mayoría, pero no parece que este colectivo de más de 50.000 almas esté lo suficientemente adiestrado y ordenado. El campo tampoco lo está, pero los que por lo menos hicimos la mili deberíamos saber que las armas las carga el diablo, y que no es lo mismo ir a batir jabalíes que jugar un partido de fútbol con los amigotes. ¿De verdad nos vamos a seguir parapetando en lamentos e infortunios? ¿O vamos a darle una profunda vuelta a esto?