Libertad real
Opinión
11 Jul 2013. Actualizado a las 07:00 h.
Mi amigo, presidente del Foro de Ermua, el poeta Vidal de Nicolás, en tiempos de lucha para implantar la democracia en Euskadi, siempre me decía y escribía que, sin libertad no merecía la pena vivir.
Dentro del sistema de libertades, el discípulo de Ortega, Julián Marías, distinguía entre libertades: formales y reales. Las primeras son los cimientos de la libertad, constituyen el núcleo intangible para el ejercicio de los derechos fundamentales. Era por lo que luchábamos unidos en Euskadi frente al terrorismo. Era motivo para temer por nuestras vidas, en aquella epopeya donde la dignidad nos convertía en aliados, sin tener en cuenta las ideas, de cada cual, para organizar la sociedad.
Aquí, hoy y mañana, si alguien no lo remedia, lo que está en tela de juicio son las libertades reales. Sin recursos, en situación de pobreza, con una desigualdad manifiesta y creciente en el acceso a los bienes sociales, o a la justicia, quedan excluidos del ejercicio de la libertad real, esa que forma el marco de la ciudadanía en un Estado de Derecho, una insoportable legión de personas, abocadas al estado de parias en la tierra.
Cuando el modelo económico no es capaz de sostener el trabajo, las pensiones, la sanidad y la educación, en situación de igualdad de oportunidades, no solo representa un gravísimo fracaso, es que deja fuera del espacio de la libertad real a una cohorte de población que tiene tres caminos: marcharse en busca de esa libertad, conformarse con el papel que le asigna la esclavitud del mercado, sublevarse.
En democracia, la sublevación está en la propia excelencia del sistema. Acudir a las urnas y provocar el cambio de representantes. De esta forma, y siguiendo a Julián Marías, las tres preguntas: ¿Qué puedo hacer?. ¿Qué no puedo hacer? ¿Qué me pueden hacer?, para explorar la calidad del sistema de libertades, tiene respuestas que nos deben poner manos a la obra de la búsqueda de soluciones, de inmediato.
Ese vapor de indignación, al que se le denominó euroescepticismo y que ahora se detecta como un grito desesperado contra la partitocracia, ha sido la causa del acuerdo entre PP y PSOE, incluso de medidas economicistas, del mercado, en relación a las fechas para cumplir con el déficit, la intervención del Banco Central Europeo, o las ayudas para paliar el paro juvenil.
La Europa de los liberales, tropieza con la perversión del sistema garante de las libertades.