La Voz de Galicia

Sobre la equidistancia

Opinión

ROBERTO L. BLANCO VALDÉS

10 Feb 2007. Actualizado a las 06:00 h.

EL PASADO miércoles escribí, en este mismo espacio, una columna criticando con dureza la recusación del magistrado Pérez Tremps. No me pronuncié, por supuesto, porque el afectado sea un colega y un buen amigo desde hace más de veinte años. Ni dejé de hacerlo, desde luego, pese al hecho probable de que tal recusación pueda perjudicar el futuro de un Estatuto -el catalán- que he censurado muchas veces. La única razón por la que tomé entonces la palabra es la misma por la que, gracias a la generosidad de este periódico, llevo haciéndolo desde hace más de doce años: porque creo en lo que escribo y no escribo más que aquello en lo que creo. La recusación de Pérez Tremps carece de justificación e interpreta la ley de un modo torticero con la finalidad de apartar a un jurista honesto y prestigioso de un debate en el que tenía pleno derecho a tomar parte: por eso, y sólo por eso, escribí lo que escribí. Un lector consideraba ayer, en una carta al director, que mi artículo, y algunos otros que se publicaban en las páginas de opinión el mismo día, eran una prueba de lo que él mismo llamaba «equidistancia», es decir, y por más que el lector no utilizara en su carta sigla alguna, de una deliberada voluntad de no tomar partido entre el PSOE y el PP. Es una forma de ver el asunto que me suena y, por tal motivo, no estará de más decir un par de cosas sobre la tal equidistancia. Pues equidistancia es, para algunos -entre los que no sé si estará nuestro amabilísimo lector-, tratar de enjuiciar lo que pasa a partir de la conciencia individual de cada uno y no a partir de las correspondientes consignas de partido o de partida. Es posible que yo sea un equidistante si por tal se entiende el que aplaude igual y el que crítica de igual forma, cuando en su opinión se lo merecen, a los que piensan como él y a los que piensan de modo diferente. Es una equidistancia esa con la que se suele ganar crédito entre el público lector, pero también pocos amigos entre quienes se dedican a la política o entre quienes la viven con la misma pasión de partido que los que la practican a diario. En todo caso, y por si nuestro lector no se hubiera enterado todavía, le diré que, como otros tantos intelectuales de la izquierda, no soy de los que creen que todo lo que pasa en España es consecuencia de la conspiración del PP contra un virtuoso presidente socialista que busca el dialogo y el bien del país mientras sus apestosos adversarios buscan el poder. Quizá peque, por ello, de equidistante. Pero es ese un pecado venial. Ya puestos a pecar, me parece mucho peor el pecado de sectarismo que arrasa este país.


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