La Voz de Galicia

La fuerza innata de una pionera que lo logró casi todo

Internacional

Tatiana López Senadora por Nueva York y ex candidata a la Casa Blanca

Aunque ha fracasado en su intento de ser la primera presidenta de EE.UU., su vida está plagada de hitos históricos

08 Jun 2008. Actualizado a las 02:00 h.

Cuenta Mark Halperin en su Guía de candidatos presidenciales 2008 que Hillary Rodham Clinton sufrió su primera decepción laboral a la tierna edad de 12 años. En aquel entonces, la hija de Hugh E. Rodham, un empresario textil de tendencias republicanas, y de Dorothy E. Howell, una ama de casa implicada en causas sociales , quería convertirse en la primera mujer astronauta de EE.UU. Sin embargo, y tras contactar con la NASA para pedir información sobre los requisitos necesarios para pisar la Luna, la pequeña descubrió que su vocación no tenía ningún futuro por una razón muy simple: la agencia espacial solo contrataba a hombres. Convertida desde entonces en uno de los iconos feministas más importantes de su época, esa fue la última vez en que esta política de raza consintió que su género se interpusiera entre ella y su brillante carrera.

Nacida en 1947, Hillary Diane Rodham siempre destacó en su vida por su innata necesidad de ser una pionera. Así lo puso de manifiesto, por ejemplo, cuando, tras ser elegido su marido gobernador de Arkansas, se convirtió en la primera mujer consorte en mantener su puesto de trabajo. Graduada en 1973 en Derecho en Yale, la pesadilla de Barack Obama fue también la primera mujer aceptada como socia en la prestigiosa firma de abogados Rose, un trabajo que en 1991 le supondría el honor de ser uno de los cien mejores abogados de América.

Pero, por encima de todos estos méritos, Hillary pasará a la historia como la responsable de haber revolucionado para siempre el término de primera dama. Y es que, aunque tradicionalmente relegadas a un papel secundario en cenas y galas benéficas, nunca hasta la era Clinton la mujer de un presidente había gozado de un papel tan prominente en la política nacional.

Empeñada en cambiar las reglas del juego desde la elección de su propio despacho, que Hillary Clinton movió hacia el ala oeste de la Casa Blanca para estar cerca de la acción, su trabajo como líder del Plan de Salud Universal de su marido se convirtió también en uno de sus más sonados fracasos, ya que fue rechazado por Congreso en 1994.

Escasa popularidad

La aventura le valió también su escasa popularidad. Su exceso de protagonismo la convirtió a partir de entonces en una de las personas más odiadas del país, solo por debajo de George W. Bush. Tras su implicación en escándalos como la trama inmobiliaria Whitewater o el escabroso episodio sexual entre su esposo y Mónica Lewinsky, durante algunos años pareció que el espíritu innovador de esta ganadora de un Grammy (lo ganó en 1997 por el mejor libro hablado) quedaría reducido a escribir libros de niños.

Pero la niña astronauta no volvería a rendirse y en el año 2000 Rodham Clinton se convirtió otra vez en la primera mujer en ganar unas elecciones, esta vez el sillón de senadora por Nueva York. A partir de ahí, su ascenso fue imparable. Dispuesta a demostrar en el Congreso lo que no había podido demostrar en la Casa Blanca, se convirtió en una figura fundamental de Washington, donde participó en comités, promovió leyes y firmó presupuestos. Aunque perdió la oportunidad de ser la primera, esta vez en levantar la voz contra la guerra de Irak. Se le adelantó Obama, que le arrebató otro hito para la historia: el de ser la primera mujer en presentarse a presidenta de Estados Unidos.


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