El último secreto de Marilyn
Galicia
El mundo a los cuatro vientos «Los Ángeles Times» publica las supuestas confesiones de Norma Jean a su psiquiatra, que ponen en tela de juicio el suicidio de la actriz y desvelan el nombre de sus amantes
06 Aug 2005. Actualizado a las 07:00 h.
«Usted es la única persona que va a conocer los pensamientos secretos de Marilyn Monroe». Norma Jean, Marilyn para la posteridad, sabía que sólo podía confiar su intimidad a un profesional. Por eso durante varios meses se dedicó a visitar la consulta psiquiátrica del doctor Ralph Greenson, quien decidió grabar las confesione. Cuatro décadas más tarde el rotativo estadounidense Los Ángeles Times frustraba los deseos de la actriz y publicaba íntegramente las charlas en el sofá entre el doctor y la famosa paciente. El escándalo se debe a la intervención de John Miner, un antiguo ayudante del fiscal del distrito que tuvo acceso a las grabaciones y trascribió cada palabra que salía de la boca más deseada de los años 50. DiMaggio, sí; Gable, no Así pues el mundo ya sabe que Marilyn sólo amó con locura a su primer marido Joe DiMaggio, que no quiso acostarse con Clark Gable porque lo consideraba como un padre y que incluso tuvo una relación lésbica con la, también actriz Joan Crawford que, aunque sólo duró una noche, le confirmó su predilección por los amantes masculinos. Para mitómanos quedan también sus comentarios sobre su matrimonio con Arthur Miller: «Nosotros no debimos casarnos, el no me apreciaba intelectualmente y nuestra sexualidad era más bien mala». Detalles de alcoba aparte, Miner argumenta que no ha sido ni el morbo ni el dinero lo que le ha llevado a hace públicas las trascripciones sino su vocación de justicia. Para Miner, las conversaciones entre Monroe y su psiquiatra, poco antes del fallecimiento de la intérprete el 5 de agosto de 1962, ponen de manifiesto que no quería suicidarse. «Ella estaba llena de planes, llena de ilusión, no parecía para nada una persona depresiva». Con autoestima En cierto momento, la actriz cuenta que permaneció desnuda ante un gran espejo observando el cuerpo que cautivó al mundo, pensando que se acercaba a la edad madura, y comentó que sus senos «empezaron a caer un poco», pero la cintura «no está nada mal» y sus nalgas todavía son «las mejores», de acuerdo con lo publicado en el reportaje. Ésta no sería la primera vez que alguien pone en duda el suicidio de la actriz, cuyas oscuras circunstancias nunca fueron del todo aclaradas. La teoría de un posible asesinato encubierto tampoco es una novedad, pues miles de libros, dossieres y documentales han intentado demostrar que la muerte de Marilyn fue mucho más parecida a thiller que a un melodrama. Todos los trabajos coinciden en un punto, Marilyn fue asesinada por mantener un romance con el entonces presidente John F. Kennedy, algo que no se trasluce de sus visitas al psiquiatra. «Ese hombre va a hacer grandes cosas por este país», fue su frase más afectiva hacia el líder demócrata. Aún así para un país donde las «conspiraciones» forman parte del imaginario colectivo, la presión de los fans de Marilyn llevó al fiscal del distrito a reabrir en caso en 1982. Miner fue uno de los testigos llamados a declarar. Tras meses de investigación se determinó que a pesar de «los «hechos incongruentes» -como el hecho de que Marilyn siguió tomando barbitúricos después de estar inconsciente-, no había pruebas suficientes para iniciar una investigación. Doce años después los fiscales dicen no tener incovenientes en reabrir el caso, aunque exigen pruebas materiales. Pero Miner ni siquiera puede demostrar que escuchó las cintas, ya que Gresson las destruyó al fallecer. Así pues para poco servirá la «traición» a la memoria de la artista de quien no se ha podido salvaguardar ni la fecha de su primer orgasmo, ahora vox populi, a los 32 años.