La Voz de Galicia

El portero de la discoteca acusado de matar a un joven inculpa a su jefe

Galicia

Casal Milego se declara inocente e insinúa que el encargado de seguridad apuñaló a la víctima José Antonio Alvarado murió cuando iba a celebrar su 25 cumpleaños en el local vigués

20 Oct 2003. Actualizado a las 07:00 h.

El único imputado por la muerte de José Antonio Alvarado a las puertas de la discoteca Emporio de Vigo el 13 de abril del 2001, Luis Alfonso Casal Milego, se declaró ayer inocente. Achacó el asesinato a otra persona, «que me engañó», en alusión al jefe de seguridad del local, Roberto D., famoso boxeador vigués. El deportista, que comparece en el proceso en calidad de testigo y supuesto responsable civil, negó su autoría y señaló con el dedo a Casal como autor de la muerte. La víctima, natural de Ourense, había acudido a la discoteca a celebrar su vigésimoquinto cumpleaños. Casal Milego relató al jurado que, alrededor de las cinco de la madrugada del Viernes Santo, él realizaba tareas de control en la puerta del local. Una docena de jóvenes quisieron entrar pero los porteros se lo impidieron porque «dos calzaban zapatillas deportivas». Entonces regresaron a sus coches y pasaron por la puerta, «desde donde nos insultaron y nos hicieron muecas y gestos obscenos». El imputado salió a la carretera para cerciorarse de que no «sacaban una escopeta o un bate de béisbol». Siempre según su relato, comenzó una reyerta, en la que «recibí dos patadas en la cara» que le dejaron casi inconsciente. Luego se produjo un tumulto, el acusado usó un puño americano y se dirigió hacia un turismo amarillo, «donde recibí un golpe». Al poco, su jefe gritó: «Luis, vámonos», por lo que regresó a la discoteca, «en penúltimo lugar». Siempre según su relato, el boxeador le confesó que había dado «dos pinchazos» con un cuchillo a uno de los chicos. La fuga Casal asegura que ocultó a su jefe en su piso para que pudiese teñirse el pelo y evitar que los amigos de la víctima lo identificasen por su color rubio. Allí, el reo observó que Roberto D. «tenía manchas de sangre en su camiseta». Ambos acordaron huir a Madrid, a casa de un ex portero del Celta amigo suyo, y de camino se enteraron de que la víctima había muerto. Casal dice que Roberto decidió regresar a Vigo para «arreglarlo todo», pero «me engañó y me inculpó». El acusado tenía la intención de entregarse pero, «por miedo», se ocultó hasta que fue detenido en Valencia.


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