La Voz de Galicia

No tires las cartas de amor

Fugas

Mercedes Corbillón
El poeta Joan Margarit

04 Dec 2020. Actualizado a las 05:00 h.

Adoro este lugar, mi casa de C. A veces pienso que estar aquí es como vivir en la copa de un árbol. Solo estamos los pájaros y yo. Desde aquí entiendo a Monet, su afán por replicar las mil caras de la catedral de Rouen, a mí me pasa lo mismo con mis ventanas. A cada rato, el paisaje es distinto, aunque tenga delante las mismas fachadas, los mismos tejados, el mismo campanario o el mismo muelle. El sol se mueve y deja una luz nueva sobre cada cosa. Cada minuto es una sorpresa y, como es imposible verlos todos, el asombro no se acaba nunca. Hoy el mar está tranquilo, todo lo que su naturaleza y noviembre le permiten, aunque las estaciones se pierden un poco en las nieblas del cambio climático, ¿o serán tinieblas? Casi es Navidad y tengo calor aunque esté en la terraza y en camisón mientras paso la tarde leyendo cartas de amor. Mi buzón está oxidado y en mi móvil solo tengo mensajes de compañías de seguros de salud, que es lo que se lleva ahora, pero tengo las misivas que escribieron otras mujeres -y que recopiló Ángeles Caso para Lumen-, todas ilustres, todas inteligentes y casi todas desdichadas.

Me he quedado turulata con las de Marina Tsvietáieva, a la que no conocía y de la que quiero leer todo. Marina vivió un triángulo de amor epistolar con Boris Pasternack y Rilke. Casi nada. El ruso le prestó atención después de leer uno de sus libros, empezaron a escribirse y se enamoró, lógico. Como regalo le presentó a Rilke. La poeta recibió el presente y quiso quedárselo para ella sola. Después de leerla no me extraña nada la devoción de los dos genios, sus cartas son brutales y hablan desde la mente y desde las tripas, son lúcidas y atormentadas y mete los dedos, o las palabras, en todas las llagas que abre el amor, heridas que quizás necesitaba para destilar la sangre de su poesía.

El día se deshace en rojo el horizonte y yo recuerdo aquellos versos de Joan Margarit. Te cansarán los libros, perderás la poesía, se borrará el deseo y las cartas de amor que habrás guardado serán tu última literatura.


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