La Voz de Galicia

Hablando en chino

Firmas

Elena Larriba pontevedra / la voz

Ana Cervantes Peláez trabajó en Shanghái para dos cadenas de hoteles y ahora es subdirectora de promoción de una firma americana de moda

14 Jul 2012. Actualizado a las 07:00 h.

Solo tiene 23 años y ya lleva siete viviendo en el extranjero. «Me fui a Londres con 17 a mejorar el inglés y desde que puse el pie fuera de España ya no volví», explica Ana Cervantes Peláez. De Inglaterra se marchó a estudiar a Suiza Dirección Hotelera en Les Roches Internacional School of Hotel Management. Se graduó y le salió un trabajo en Shanghái. «Me lancé sin dudarlo porque me parecía una oportunidad magnífica y ya llevo tres años viviendo en China».

En este tiempo ha pasado por diferentes empresas. Estuvo en cadena de Hoteles Intercontinental, como supervisora de outlet, y en la firma española Gran Meliá, asignada al departamento de ventas y márketing. Su último trabajo relacionado con la hostelería fue el de directora de márketing y eventos en un restaurante español llamado Barcelona. Ahora se ha sumergido en la industria de la moda y está en una empresa americana de ropa, Voyage, como subdirectora de todo lo relacionado con promoción, eventos, mercadotecnia y diseño de la firma.

Ana cuenta que vivir en China tiene sus ventajas y sus inconvenientes, como en cualquier país. «Lo bueno es saber aprovechar los pros», añade. Al principio, cuando llegó, su mayor problema fue el idioma. «Si no sabes chino, el día a día es complicado porque nadie habla inglés, así que decidí apuntarme a unas clases y hoy ya puedo decir que me defiendo. Es un idioma complicado -continúa relatando-, conlleva mucha dedicación y hay que echarle muchas horas, pero se obtienen resultados»

Tampoco fue fácil para ella, y le sigue costando habituarse «a ciertas costumbres y maneras que en nuestra cultura nos chocan y nos resultan impensables». Por lo demás asegura que Shanghái «es una ciudad estupenda, donde hay de todo y muchas cosas que ver y que hacer, desde exposiciones de arte, restaurantes de todo tipo de cocina, rascacielos con discotecas en los áticos... y es por excelencia la ciudad de las compras y de la arquitectura moderna». Ana dice que es «como un Nueva York chino».

Uno de los placeres que se permite allí es ir a los centros de masajes. «...¡Lo baratos que son!». Como ir a la peluquería por 2 euros. «Te lavan el pelo, te lo cortan, te lo secan y además te dan un masaje y te obsequian con té y frutas, algo impensable en Europa por ese precio».

Comenta que la gente sale mucho y todos los días y hay fiestas after work, catas de vinos y discotecas siempre abiertas. Shanghái tiene una población de 23 millones de habitantes y el 1 % son extranjeros. La colonia española es bastante grande y, según Ana Cervantes, se ha notado mucho sobre todo en el último año. «Lo que más abundan son vascos, catalanes y valencianos - los gallegos somos muy poquitos- y se que hacen quedadas, pero la verdad es que nunca he ido a ninguna».

Tiene un grupo grande de amigos, pero solo son dos españolas y las dos de Pontevedra, «yo y mi amiga Begoña Méndez». Los demás son extranjeros. «Todos trabajamos y solemos vernos una vez entre semana para comer y los fines de semana para cenar, tomar una copa, hacer algo de deporte o ir a la piscina».

La gente en Shanghái se mueve mucho en taxis «porque son baratos». El metro también es muy utilizado, «pero en horas puntas se colapsa y resulta agobiante». Para distancias cortas« los más atrevidos», como Ana, usan motos eléctricas, que comparten carriles específicos con las bicis por toda la ciudad. «Digo los más atrevidos porque aquí las normas de circulación no existen, se saltan los semáforos, los pasos de peatones, usan las aceras como carretera; es bastante caótico y hay que nadar con mil ojos», apunta.

Si conoce a algún pontevedrés en el extranjero dispuesto a contar su historia, envíe un correo a diaspora@lavoz.es o llame al teléfono 986 869 813.


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