La Voz de Galicia

Mascotas

Ferrol

Nona Inés Vilariño

19 Oct 2025. Actualizado a las 21:24 h.

No voy a contarles un cuento. No lo es. Se trata de algo que viví. Y puede parecerlo, porque, cuando entre las palabras se mete el corazón, hay riesgo de que la realidad se pinte de cuento. Y no niego cuánto me emocionó y la ternura que sentí ante el dulce encanto de los protagonistas. Ocurrió hace unas horas en plena calle. Y provocó de tal modo mi atención que me detuve a observarlo discretamente. Un niño de unos dos años corría por una acera con la lógica dificultad, dio un paso en falso y aterrizó sobre el suelo. Aterrizaje que el niño-piloto realizó utilizando sus manos y brazos como paracaídas. Todo esto bajo la atenta mirada de sus padres y la de un precioso perro, acomodado en la que parecía la sillita de paseo de nuestro protagonista. Los padres no se inmutaron; la mascota, en cuanto vio la caída del niño, se agitó en la silla y comenzó a lloriquear. El niño corrió hacia él, lo abrazó, lo besuqueó y, como pudo, se acomodó abrazado a su amigo que le correspondió con esa mirada de perro, que es un mensaje de amor tan poderoso como tierno. ¿Los padres? Tranquilos. No sé cómo describir, con brevedad, todo lo que sentí y cuántas preguntas me hice que no supe responder. Es tan frecuente y creciente la existencia de mascotas que viven como un miembro más de la familia, como menguante es la presencia de niños en los hogares de hoy. ¿Y? No iré más allá. Me enamoré de Platero siendo niña. Y busco su alma en muchos animales. Pero no tengo una respuesta lógica cuando me pregunto si vamos a un mundo de mascotas felices y almas solitarias, sin siquiera mascota. Perdón si les parece un lío. Solo es una lágrima rebelde en busca de un pañuelo.


Comentar