Paciencia, el superpoder de saber esperar
Escuela
A menudo se confunde con la pasividad o conformidad, pero ser paciente demuestra una habilidad de gran fortaleza mental
09 Dec 2025. Actualizado a las 20:10 h.
- Te acabo de enviar un mensaje, me lo dejas en visto y no me respondes. ¿Pero qué pasa? ¿Me estás ignorando? ¡Contesta ya!
- Mi profesor tarda una eternidad en corregir el examen. Es un incompetente, ¡para una cosa que tiene que hacer!
- Acabo de subir una foto a IG y solo he recibido 50 likes, qué desastre. Parece que no gusta lo suficiente. La voy a quitar
- Esperando a mi amiga que siempre llega tarde, ya van 5 minutos.
- Intentando descargar una aplicación… que tarda en bajar. ¡Esta wifi es tercermundista!
- Me pongo con los ejercicios de mates y sigo sin entenderlos. Tiro el libro al suelo y me digo a mi mismo: “no sirvo”; “¡imposible que yo apruebe!” “¡odio los números!”
- Me muero de hambre y este camarero pasa de nosotros ¿Nos vamos?
Vivimos en un mundo diseñado para el «ya». Pedimos comida y rastreamos al repartidor en tiempo real; enviamos un mensaje y esperamos el doble check azul al instante; queremos ver una serie y tenemos la temporada completa disponible. Sin embargo, la vida real —la que ocurre fuera de las pantallas— sigue teniendo sus propios ritmos, no podemos hacer scroll infinito, o darle a un click para conseguir lo que queremos: aprender un idioma, consolidar una amistad, recuperarse de una lesión o decidir qué estudiar son procesos que no tienen un botón de intro.
En este artículo, nos detenemos (nunca mejor dicho) en una virtud que a menudo se confunde con la pasividad o conformidad («aguanta y no protestes»), pero que, en realidad, es una habilidad de gran fortaleza mental: la paciencia.
La paciencia es la capacidad de mantener la calma, la serenidad y la tolerancia ante la espera, las dificultades, el dolor o la frustración, sin perder la compostura ni reaccionar de forma impulsiva, permitiendo afrontar los desafíos con fortaleza y perseverancia. Implica controlar las emociones negativas, como el enfado, la frustración y la desesperanza. Además me ayuda a tomar decisiones más acertadas, más serenas.
Sinónimos de la paciencia: calma, tranquilidad, templanza, aguante, tolerancia, entereza, estoicismo, perseverancia, aceptación (o conformidad), serenidad.
Por el contrario, la impaciencia es el antónimo de la paciencia. Hablamos de una respuesta reactiva: «¡Lo quiero ya o lo abandono!» ¡Me contestas ya (lo que yo quiero), o me enfado!. Nos empuja a tomar decisiones impulsivas, sin pensarlas y a sentir una frustración rápida o a renunciar ante el primer obstáculo.
¿Te consideras una persona impaciente? y ¿crees que es un rasgo de tu personalidad que no puedes cambiar? Pues es el momento de cambiar de opinión: piensa en la paciencia como un músculo mental (una habilidad) que, cuanto más se ejercita, más fuerte y fiable se vuelve.
Los tres escenarios donde ponemos en juego nuestra paciencia y podemos empezar a desarrollarla, cada día un poco más son:
La paciencia con los demás (interpersonal). Es la que necesitamos cuando el otro no va a nuestro ritmo o es muy diferente a nosotros: El profesor que explica lento, el padre que repite la misma historia o nos pone límites, el amigo que tarda en prepararse y me hace esperar.
Cuando cultivamos la paciencia, dejamos de ser marionetas de nuestros propios impulsos
Entender que el mundo no gira a nuestra velocidad, y que cada uno tiene su forma de ser y estar, es el aprendizaje para no caer en el conflicto y la discusión constante. Fomentar la empatía puede ser nuestro gran aliado.
La paciencia ante las adversidades (con la vida). Es la que necesitamos cuando pasan cosas inesperadas o problemas imprevistos: hay huelga de buses, me pongo enfermo antes de una fiesta o un examen súper importante, llueve el día de mi graduación… Tenemos varias opciones: la de instalarnos en la queja y el enfado constante; o poner en marcha nuestra paciencia aceptando que no podemos controlarlo todo. La serenidad y la calma en estas circunstancias son las opciones más inteligentes.
La paciencia ante el aprendizaje (con uno mismo). Esta, quizá, es la más difícil, la que necesitamos para aprender, para mejorar, para madurar. La del medio y largo plazo. Vemos la meta lejana y complicada y nos frustramos por no conseguirlo pronto, o a la perfección. La perseverancia, el autocontrol y la mentalidad de crecimiento, son nuestros grandes aliados.
Cuando cultivamos la paciencia, dejamos de ser marionetas de nuestros propios impulsos. Ganamos la capacidad de construir proyectos grandes, de mantener relaciones profundas y de querernos a nosotros mismos incluso cuando fallamos y nos equivocamos.
Así que, la próxima vez que algo no nos salga a la primera, que una página web tarde en cargar o que un sueño parezca lejano, respira. Recuerda que las cosas buenas, las que de verdad importan, se cocinan a fuego lento.
Carmen Vázquez de Prada. Equipo Catemo Educación.