La Voz de Galicia

«Hay confinamiento inteligente, cada uno debe tomar sus precauciones»

Lalín

javier benito lalín / la voz lalinense residente en Holanda

Afincada desde el 2013 en Delft, donde enseña español y gallego, cree que un cierre total hubiera salvado vidas

10 May 2020. Actualizado a las 05:00 h.

Holanda figura entre los países europeos donde sus gobernantes optaron por el denominado confinamiento inteligente, donde cada residente se hacía responsable de tomar sus decisiones. Este pasado viernes contaban con algo más de 42.000 casos positivos y más de 5.300 fallecidos. En Delft vive desde el 2013 la lalinense Pía González Legerén, quien nos acerca su experiencia en primera persona sobre la situación de la pandemia en tierras holandesas.

«Me licencié en Filología Hispánica en Santiago, con lo cual tenía muy difícil trabajar en Galicia, que es lo que realmente me habría gustado. Tras muchos años de dar clases particulares, y sin que se convocasen oposiciones para lengua y literatura españolas, decido lanzarme como profesora de español a extranjeros», cuenta Pía González. El destino elegido entonces fue Holanda «porque el Instituto Cervantes de Utrecht ofertaba un curso de especialización de profesores de español como lengua extranjera, y porque mi prima Reyes, también lalinense, estaba haciendo unas prácticas allí». Con un futuro incierto decidió coger, junto a su novio, las maletas: «Aterrizamos en Delft, una preciosa ciudad de aproximadamente cien mil habitantes, en enero de 2013, y aquí seguimos a día de hoy. A lo largo de todo este tiempo se fueron uniendo más y más primos, ahora somos una buena pandilla de raíces lalinenses».

Unos inicios que no resultaron tan complicados como esperaba. «Al finalizar el curso en el Instituto Cervantes empecé a trabajar como profesora de español en diferentes academias y clases privadas, y más tarde, me surgió la oportunidad de compaginarlo con cuidar a un bebé, de madre gallega y padre holandés, que querían que además de holandés, el gallego fuese su primera lengua; ahora tiene cinco años y desde hace mucho domina el gallego y el holandés».

Respecto a la pandemia, apunta Pía González, «a finales de febrero fuimos a pasar unos días a Lalín, y aquí, en Holanda, todavía no se hablaba del coronavirus con preocupación; fue a principios de marzo, cuando se empezó, primero a no volar a Italia y España, los padres pedían el cierre de colegios, y, finalmente el 15 de marzo el primer ministro anunció medidas». Esas primeras acciones consistieron en el cierre de colegios, de restaurantes y bares, peluquerías, cancelados todos los eventos y recomendación de teletrabajo siempre que fuera posible. Hubo también recomendación «de permanecer en casa y salir solo para aquello estrictamente necesario manteniendo metro y medio de distancia. Desde ese momento, tanto mi entorno como yo dejamos de trabajar, teletrabajo para quien puede, por ejemplo yo puedo dar clases on line. Todos seguimos recibiendo el salario íntegro, y trabajamos en muy diferentes áreas, educación, hostelería, empresa, investigación,… ningún problema en ese sentido».

 

«Las dos primeras semanas la gente salió a la calle igual, hizo un tiempo buenísimo y los holandeses se lanzan al sol cuando aparece. Se llenaron las playas y los parques, por lo que el primer ministro volvió a salir para endurecer las medida: no grupos de más de tres, excepto unidades familiares, y añadió multas para el que no cumpliera las medidas», explicaba esta lalinense afincada en Delft sobre el proceso que se fue viviendo en el país holandés en función de la evolución de la crisis sanitaria. «En el confinamiento inteligente, le llaman aquí, cada uno es responsable de tomar sus precauciones sin necesidad de cerrar todo o poner unas normas estrictas. Así, los bares y restaurantes de todo tipo pueden ofrecer su servicio para llevar, y las tiendas pueden permanecer abiertas con medidas de un metro y medio de distancia y un número limitado de clientes dentro según el espacio», expone. Además, en Delft hay un mercado dos días a la semana: «lo sigue habiendo manteniendo la distancia».

Para Pía González, «se habrían salvado muchas vidas si el cierre hubiese sido total, no me parece una manera correcta continuar con la economía a costa de la vida de muchas personas». Mientras, después del endurecimiento de las medidas por parte del Gobierno holandés sí apreció cambios. «La gente se lo tomó más en serio, y ya no ves grupos y en general se mantiene el metro y medio de distancia. Eso sí, la gente sale a la calle, gente de todas las edades y casi nadie usa mascarilla, es raro encontrarte con alguien que la lleve», apunta.

Vive con mucha preocupación y miedo por familia y amigos lo que ocurre en España

La evolución de la pandemia en este país europeo llevó hace unos días a adoptar nuevas medidas de relajación por parte del Gobierno. Así, explica esta docente lalinense, «los colegios y guarderías abrirán el 11 de mayo, con precauciones; los niños pueden practicar deportes en los que puedan mantener el metro y medio de distancia, y en algunos trabajos empiezan a retomar la normalidad tomando las medidas necesarias. Se mantienen cerrados bares y restaurantes, peluquerías y la realización de eventos está prohibida». Será el 20 de este mes cuando, evaluando nuevos datos, se aporte nueva información a la población holandesa.

Incluso algunos medios de comunicación apuntaron a una encuesta para la desescalada, de la que Pía González no tiene noticia, «aunque no me parecería extraño porque es algo que, por lo que tengo entendido, se suele hacer, el Gobierno consulta algunas decisiones con la ciudadanía. De todos modos, la desescalada aquí será algo muy suave, teniendo en cuenta que nunca hubo un confinamiento real».

Respecto a la situación en España y en Lalín, la vive «con mucha preocupación y también miedo, por mi familia y amigos, principalmente, y en general por toda la angustia y la cantidad de personas que están muriendo». No en vano nuestro país figura entre los que cuentan con más casos de contagiados por el coronavirus, así como de fallecidos, no solo en Europa sino en todo el mundo. «Estoy en contacto constante con ellos, haciendo más videollamadas que nunca, pero con la incertidumbre de cuándo los podré volver a ver, y la verdad, deseándolo». Ya echa de menos hacer una nueva escapada a la capital dezana, como la última de finales de febrero, para poder abrazar a los suyos en esa nueva realidad que viviremos.


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