La Voz de Galicia

La construcción futura del viario metropolitano

Fisterra

Cárlos Nárdiz A Coruña Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos

El ingeniero Carlos Nárdiz realiza un repaso histórico al desarrollo de nuestras infraestructuras, y al escenario actual

04 Aug 2019. Actualizado a las 16:36 h.

Con el precedente de la construcción de las primeras carreteras modernas de acceso a la ciudad de A Coruña, en la segunda mitad del siglo XVIII (el Camino Real desde Madrid, y los transversales desde Santiago y Fisterra), que conformaron a partir de los siglos posteriores travesías urbanas que se convertirán en calles, el salto de escala en el viario de acceso se va a producir a principios del siglo XX, con el puente de A Pasaxe, y a mediados del siglo con la avenida de Arteixo y sobre todo con la avenida de Lavedra, que a través de las transformaciones posteriores se convertirá en la actual avenida de Alfonso Molina. Son estas carreteras las que han construido la periferia urbana y metropolitana de la ciudad de A Coruña, hasta mediados de los años 70, en los que la construcción primero de la Autopista del Atlántico, entrando directamente en la ciudad por la avenida de Alfonso Molina, la construcción en los años 90 de autopista de Carballo, y la ampliación de la avenida de A Pasaxe, con nuevos nudos viarios en el puente actual (construido a comienzos de los años 70, sobre el mismo emplazamiento del anterior), conforman hoy junto con el nuevo acceso desde la A-6 y la tercera ronda, lo que es el viario de acceso a la ciudad y su área metropolitana.

Frente a lo que cabrían pensar, ello no ha sido el resultado de una planificación previa, si no de un proceso histórico, en el que los nuevos viarios de acceso de la ciudad se han ido uniendo a los anteriores, y a la ampliación de los viarios existentes, pensando en el tráfico, primero urbano y luego metropolitano, como el elemento central que justificaba las nuevas vías y las nuevas ampliaciones. Los dos únicos intentos de planificación, fueron la Red Arterial de A Coruña, a comienzos de los años 70 (que no se llegó a aprobar), pensando exclusivamente en función del tráfico futuro, con la nueva Autopista del Atlántico, como eje central de la Red Arterial, y el Plan Sectorial Viario del 2004, que intentó dotar de transversalidad el acceso a la ciudad, a provechando la autovía A-6, por Culleredo y Arteixo, y que hoy se concreta a través de la tercera ronda, y la inconclusa vía Ártabra, que no alcanza ni la décima parte del tráfico para el que se proyectó, y respecto a la que existían otras alternativas.

En el escenario actual, las expectativas (apoyadas también por la prensa) se concentran en intervenciones puntuales, con la ampliación de Alfonso Molina, el Vial 18, la prolongación de la vía Ártabra, las constantes ampliaciones de la Nacional VI, con el nuevo soterramiento del cruce de Sol y Mar, sin entender la relación biunívoca que existe entre el transporte el territorio. Si pensamos en término de tráfico, seguiremos con las ampliaciones y los soterramientos; si pensamos en términos de transporte, las alternativas son otras que aquellas centradas en el transporte en vehículo privado; si pensamos en término de territorio, los escenarios todavía no planteados en nuestra ciudad y que tienen que ver con la construcción (no del viario) si no del área metropolitana, se abren a unas posibilidades, que pueden condicionar algunas de las decisiones tomadas o por tomar (exclusivamente en términos viarios) en las que los problemas de transición entre el viario de acceso y el viario urbano (con restricciones y demoliciones, y no con ampliaciones) o los problemas de integración del transporte público en vías existentes, o de regeneración de espacios litorales, como una oportunidad para introducir también transportes públicos, pasan a primer término. Pero ello requiere coordinación entre Administraciones (desde las centrales a las locales), planes estructurales que definan una imagen futura de la ciudad, incluyendo los municipios del área metropolitana, que sirvan de consenso más allá de los tiempos políticos, y sobre todo una constatación, de que el modelo actual, propio de los años 70 del siglo pasado, no se puede seguir prolongando. En el fondo, como ha ocurrido históricamente, es el paisaje futuro de la ciudad y del área metropolitana, apoyado en intervenciones en el viario de acceso, en el transporte público, y en el viario urbano, en el que se sientan reconocidos todos los ciudadanos, el que se está debatiendo.

 


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