En defensa del marisco

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

El bogavante fresco gallego deleita paladares
El bogavante fresco gallego deleita paladares CARMELA QUEIJEIRO

04 mar 2024 . Actualizado a las 08:21 h.

Cuando veíamos en el cine Equitativa películas de romanos o de forzudos, los niños del siglo pasado nos quedábamos pasmados de los banquetes, con antorchas en las paredes, camas para los comensales y bailarinas contorsionistas para amenizar la orgía. A mí particularmente me entusiasmaban las patas de cordero que los vikingos comían con las manos mientras daban tragos de un vino rojo como la sangre y que se desbordaba barbas abajo. Yo admiraba a los vikingos sobre todo por eso. Que quede claro, pues, mi respeto por la decadencia. Pero lo de ciertos altos círculos de nuestra sociedad —traficantes, especuladores del suelo, políticos corruptos o no— con el marisco me parece una profunda falta de respeto. Para nosotros, los gallegos, el marisco es lo que se sirve cuando se casa tu hija o en la cena de Nochebuena. Un premio y una conquista. Por eso contemplar que Koldo come marisco a diario y tiene su despacho en una mesa de la marisquería La Chalana, donde recibe y alimenta con bogavantes a sus secuaces, exministros incluidos, me parece un insulto a los gallegos. El marisco como estado de ánimo. Que se asocie el marisco con la cocaína, el dinero negro, la prostitución, es contaminar al marisco y con él las aguas de nuestras rías. Los políticos deberían trasladar sus centros de operaciones a las cadenas de comida rápida y cambiar los percebes gordos por las patatas fritas metidas en un cucurucho de cartón. Y el marisco, para la boda de su hija: una vez en la vida (bueno, o dos).