La tragedia del actor de ‘Friends’ Matthew Perry: «Mi vida era un infierno»
En el momento álgido de su fama en ‘Friends’, Matthew Perry tomaba 30 pastillas y un litro de vodka al día. Fue adicto a los analgésicos y el alcohol durante años… De todo ello habló en estas confesiones personales que nos hizo el año pasado, antes de publicar sus memorias, y que ahora, al conocerse su muerte a los 54 años, recuperamos.
Domingo, 29 de Octubre 2023
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Un día de verano de 1994, Matthew Perry quedó para almorzar en Los Ángeles con los tres productores de televisión que lo habían contratado para una nueva teleserie. La comedia, que estaba solo abocetada, debía ser la historia de un grupo de amigos cercanos que coinciden en un café. «Todo gira en torno a la búsqueda del amor, del compromiso y la seguridad. Y del miedo al amor, al compromiso y la seguridad».
Los productores pidieron a Perry, que entonces tenía 24 años, que les hablara un poco de su vida. «Les expliqué que no era feo, pero que tampoco ligaba demasiado -explica Perry-. Y eso les valió para crear a Chandler». Lo siguiente ya lo saben: ‘Friends’ se convirtió en un fenómeno televisivo que hizo increíblemente famosos y ricos a sus protagonistas (en la temporada final, cada uno se sacaba un millón de dólares por episodio).
Todo se lo debe a un compañero de colegio. Me encuentro con Matthew Perry en un restaurante londinense. Si me hubiera quedado en casa hubiera podido verlo en Friends, ya que en medio mundo se siguen emitiendo episodios de la serie. «¡Por Dios! -exclama Perry-. Pero bueno me alegro de que siga aguantando en antena. Hay chavales de 14 años que me reconocen por la calle y se preguntan por qué estoy tan viejo».
El camarero detalla el menú. Perry pide una hamburguesa con queso, pero le indican que no hay. «No he entendido bien esto último que acaba de decir», explica. Lo hace de la forma peculiar en que Perry/Chandler subrayaba determinadas palabras. «En el instituto tenía un amigo que hablaba de esa manera –cuenta–. Un buen día, me puse a hablar como él y, de pronto, todo Estados Unidos empezó a hablar igual. ¡Tendría que comprarle una casa a mi amigo del instituto!».
«Como se siguen emitiendo episodios de ‘Friends’, hay chicos de 14 años que me reconocen por la calle y me preguntan por qué estoy tan viejo»
Aunque no será lo mismo que cuente en sus memorias –Friends, Lovers, and The Big Terrible Thing, a la venta el 1 de noviembre; en España, el día 17 en la editorial Contraluz–, el actor ya ofreció un avance en una obra teatral que escribió en 2016 titulada The end of longing.
Fue la primera vez que escribía una obra en solitario. «En la época de Friends colaboraba con los guionistas y se me ocurrieron muchas de las frases de Chandler –recuerda–. También he coescrito algunos programas de televisión, pero siempre tuve miedo de escribir algo por mi cuenta».
Los protagonistas, de hecho, bien podrían haber sido los personajes de la cafetería Central Perk, pero diez años más tarde: todos seguían solteros, pero con una presencia constante del alcohol. La obra incluía momentos divertidísimos, pero también conmovedores, incluso desoladores. «Los personajes estaban en una edad en que la mayoría ya ha tomado las decisiones vitales importantes. Pero ellos no; y eso ha sido una constante en mi propia vida –explica Perry–. Necesitaba escribir aquella obra. No me costó nada hacerlo; en diez días la liquidé. Necesitaba proyectar ciertas cosas que tenían que ver con mi vida».
Matthew Perry interpretaba en la obra a Jack, un soltero de 40 años alcohólico. «Todo el mundo sabe que tengo un historial de alcoholismo. Hay algunas escenas que no me resultan fáciles de interpretar por su crudeza». O sinceridad. Por ejemplo, hay una parte en la que Jack cuenta que ha estado viendo una película porno sin darse cuenta de que tenía conectados los altavoces del jardín al televisor, de modo que el sonido atronaba en las casas de los vecinos. Perry levanta la vista del plato y confiesa: «Sí, es verdad. Me pasó cuando tenía 25 años».
Matthew es el hijo único de Suzanne Marie Morrison –que fue jefa de prensa del primer ministro canadiense Pierre Trudeau– y del actor John Bennett Perry. Sus padres se divorciaron cuando él era pequeño. A los 15 años se trasladó a Los Ángeles con su padre. «Llegué con la idea de convertirme en tenista profesional (a los 13 años ya figuraba en el ranking nacional canadiense), pero resultó que todos los demás jugadores eran mucho mejores… Así que tuve que pensar en otra forma de ganarme la vida. Y lo de actuar se me daba bien –rememora–. Hice de protagonista en la función de mi colegio y, nada más terminar secundaria, me dieron un papel en una comedia de televisión».
Pese a sus adicciones, no faltó a ningún rodaje. Después, en casa se encerraba en el baño con dos toallas: una para el vómito y otra para las lágrimas
Así estuvo durante nueve años, empalmando un papel con otro en televisión, hasta que le llegó su gran oportunidad: Chandler Bing. Era el año 1994, y todos sus sueños parecían haberse hecho realidad. Matthew se paseaba por el centro comercial Beverly de Los Ángeles a la espera de que lo reconocieran sus fans. «Durante unos ocho meses estuve encantado de ser famoso. Hasta que me di cuenta de que la fama no iba a arreglar las cosas que no funcionaban. Creía que la popularidad me haría feliz, pero no fue así. Y me llevé una profunda decepción».
En 1997, después de sufrir un accidente de esquí acuático, un médico le recetó unos analgésicos que supusieron el comienzo de una adicción que a punto estuvo de hundirlo. Los espectadores se fijaban en que adelgazaba y engordaba con extraña rapidez. Durante la emisión de la serie ingresó en dos clínicas de desintoxicación para superar la dependencia a los analgésicos, los opiáceos y el alcohol. Por entonces engullía unas 30 pastillas y un litro de vodka al día.
En mayo de 2000 estuvo hospitalizado dos semanas por una pancreatitis. El día que le dieron de alta sufrió un accidente de tráfico al volante. ¿Hasta qué punto sus adicciones fueron causadas por los problemas para sobrellevar la fama? «La fama lo amplifica todo. Pero creo que se trata de algo genético. En mi familia hay alcohólicos. El hecho de que fuera tan conocido seguramente aceleró las cosas, pero hubiera tenido esos problemas igualmente».
Además, matiza: «Gracias a Friends, tenía una razón para levantarme por las mañanas, ir a trabajar. Grabamos 237 episodios y no falté a ninguno». Aunque luego volviera a casa y se encerrara en el baño con dos toallas: una para limpiar el vómito y otra para las lágrimas.
Empezó a recuperarse en febrero de 2001, cuando llamó a sus padres para pedirles ayuda. «Estaba metido en un problema muy gordo; mi vida era un infierno», cuenta. Sus padres lo llevaron a un centro de desintoxicación, donde estuvo dos meses y medio. ¿Siempre tuvo esperanzas de superarlo? «No –reconoce–. Pero hoy sí».
Perry tiene claro que nunca podrá escapar del todo a su pasado adictivo, pero también que no le gusta que lo definan por él. «Estoy un poco harto de que la gente siempre hable de lo mismo», afirma. Lleva tiempo sin beber. «¿Que si lo echo en falta? Lo que echo en falta es poder beber sin que luego haya consecuencias. Pero está claro que no quiero volver a sufrir esas consecuencias».
«Las cosas no son tan sencillas»
El último episodio de ‘Friends’ se emitió en Estados Unidos en 2004. Lo vieron 53 millones de personas. «Cuando llevas diez años encarnando a un personaje como Chandler, al final quieres hacer otras cosas –explica Perry–. Me decía a mí mismo que iba a convertirme en una estrella del cine. Pero las cosas no fueron tan sencillas».
Perry se recluyó en casa y empezó a pasarse días enteros jugando con el ordenador. Durante tantas horas seguidas que se hizo una lesión en la mano. Cuando volvió a actuar, ni las películas que interpretó ni las efímeras series de televisión parecían estar hechas para él. «Un día me dije. ‘Lo que tengo que hacer es volver a ganarme al público, proporcionarle a la gente lo que de verdad quiere ver'».
Desde que dejó su papel de Chandler Bing, se ha prodigado poco. Su última película, 17 otra vez, la hizo hace ya 13 años. En cuanto a televisión ha producido y aparecido de forma esporádica en varias series, además de protagonizar otras cuatro sin excesivo éxito. «Supongo que en realidad ya no me hace falta trabajar (Chandler hizo muy rico a Perry; se estima que su fortuna ronda hoy los 113 millones de euros), pero necesito trabajar. Necesito estar haciendo algo, aunque la fama a estas alturas me deja indiferente».
«Mi sueño es encontrar a la mujer de mi vida y tener hijos. Ser buen padre y esposo. Nunca imaginé que pasados los 50 seguiría soltero»
En un episodio de la primera temporada de ‘Friends’, Phoebe sale con Roger, un psicólogo. «Me diviertes –le dice Roger a Chandler–. Pero prefiero no estar presente el día que dejes de ser divertido. Tienes problemas de comunicación. Eres hijo único, ¿no? Y tus padres se divorciaron cuando todavía eras un niño. Lo tuyo es de manual».
Perry reconoce ese parecido con su personaje. «De joven solía contar un chiste tras otro cada vez que se producía un silencio. Ya no. No soy tan chistoso como antes. Ya no siento la necesidad de hacerme el gracioso. No tengo ganas».
Tanto en Friends como en The end of longing, Perry interpreta a personajes que buscan el amor. Igual que él. En el pasado fue novio de Julia Roberts, que hizo una pequeña aparición en Friends, y también de Lizzy Caplan, protagonista de Masters of Sex. Estuvo prometido durante tres años con Molly Hurwitz, una agente literaria, pero hace un año disolvieron el compromiso. «El actor, dice, busca estabilidad, apoyo, afecto. Mi sueño es encontrar a la mujer de mi vida, tener hijos y convertirme en un buen padre y esposo. Nunca imaginé que pasados los 50 años seguiría estando soltero. Pero tienes que crecer. Y finalmente he conseguido hacerlo».
Le pregunto: cuando mira hacia atrás y contempla quién era usted, un hombre obligado a combatir sus propios demonios personales, ¿qué piensa de ese hombre? «Sigue cayéndome bien. Era buena gente y nunca tenía mala intención. Sencillamente estaba perdido. Dicen que las personas no cambian, pero yo no lo veo así. No hay por qué tener los mismos problemas toda la vida».
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