No tiene buena pinta este año que arranca, en general. Es como si el mundo hubiera entrado en el programa de centrifugado y no dejásemos de pegarnos golpes contra las paredes del tambor de la lavadora terráquea. En Ucrania, en vez de nieve, caen del cielo terribles bombas de fósforo blanco. La economía tose que tose, hasta el punto de que los doctores de la cosa aseguran que no nos salvamos de una neumonía. De la clase política patria mejor no hablar. Nos han dado un final de año tan edificante como para mandarlos a todos a toriles o a un sitio peor y tratar de encontrar otros nuevos menos impresentables, aunque, por lo ya vivido, sabemos que no es tarea fácil. Al parecer, el anisakis no se instala solo en los estómagos de las merluzas, sino también en los cerebros y corazones de sus señorías.
Esclavos de las dietas: ¿cuándo se convirtió la patata en una bomba?
