Pablo Jarillo-Herrero Físico del MIT 'No me quita el sueño que mi nombre suene para el Premio Nobel'
Siempre hay que estar abierto a lo inesperado». Pablo Jarillo-Herrero (Valencia, 45 años) ha revolucionado el mundo de la física con sus experimentos con grafeno de ángulo mágico, que le valieron los premios Oliver Buckley y Wolf en 2020, considerados la antesala del Nobel. Dirige su propio laboratorio en el Centro de Ingeniería Cuántica del MIT (Massachusetts, Estados Unidos).
Jarillo-Herrero no se olvida de Yuan Cao, uno de sus estudiantes. «Nuestra historia es la de dos emigrantes: uno español y otro chino». Ambos son coautores del estudio pionero publicado en Nature en 2018 que demostró que si se rota una lámina de grafeno en un determinado ángulo se convierte en un superconductor capaz de transportar la electricidad sin resistencia; es decir, sin pérdidas. Vive con su mujer (también valenciana y licenciada en Física) y sus tres hijos en Boston.
XLSemanal. ¿Le quita el sueño pensar que puede ganar el Nobel?
Pablo Jarillo. En absoluto. Duermo tranquilo. Lo que me motiva es ver cómo se comporta la materia.
XL. ¿Y qué tal se comporta la materia?
P.J. El grafeno lo hace de manera inesperada e incomprensible. Por eso, mucha gente se ha puesto a trabajar en ello a raíz de nuestro hallazgo. Ahora tenemos muchos competidores.
'La física está llena de lugares inexplorados. Si vas donde no ha estado nadie, es probable que encuentres cosas interesantes'
XL. ¿Por qué ponerse a investigar algo a lo que nadie le prestaba atención?
P.J. Siempre digo que somos como exploradores que vamos por la selva con el machete. No toda la ciencia es así. Hay muchas áreas donde se tiene un objetivo bien claro. Por ejemplo, el experimento que detectó las ondas gravitacionales se planeó durante cuarenta años y Einstein las había predicho hace un siglo. Sabían a dónde querían llegar.
XL. ¿Y ustedes no?
P.J. No. La física está llena de lugares inexplorados. Si vas donde no ha estado nadie, es probable que encuentres cosas interesantes. Hay que tener intuición y suerte. No a todo el mundo le gusta la aventura. Pero mis películas favoritas eran las de Indiana Jones [se ríe].
XL. ¿La intuición nos sigue diferenciando de las máquinas?
P.J. La intuición solo es una manera de definir un proceso muy complejo, pero que se basa en cierto conocimiento que no entendemos muy bien. Pero como está basada en ese conocimiento previo, me temo que tarde o temprano las máquinas aprenderán a tener intuición.
XL. Los arqueólogos dicen que, a veces, das una patada en el suelo y aparecen unas ruinas... ¿A los físicos les aparecen ecuaciones?
P.J. [Se ríe]. Algo así. Ya te digo que este terreno es tan complicado que, en cuanto empiezas a escarbar, siempre salen cosas. También les digo siempre a mis estudiantes que tenemos que ir muy por delante de los demás. Es más seguro ir a pasitos, pero probar a dar un salto merece la pena.
XL. Un salto de fe, como en las películas de Indiana...
P.J. Eso es. Las revoluciones no se deben a pequeños incrementos en una tecnología conocida, sino a grandes avances en tecnologías que no conocemos. Algún miembro de mi equipo me ha dicho: «Pablo, llevamos dos años con esto. Parece que no sale. ¿Tú estás seguro? Mira que tengo que mirar por mi futuro...».
XL. ¿Y qué les dice?
P.J. Que aguanten, aunque no publiquen. Pero, claro, para mí es más fácil porque soy catedrático del MIT y tengo el futuro resuelto.
XL. Ahora hay una corriente muy crítica con el exceso de publicaciones que no vienen a aportar gran cosa y que están motivadas por ese afán de hacerse un currículo, conseguir fondos...
P.J. La sociedad es muy poco paciente. Con Internet tenemos toda la información a un clic. Si un enlace tarda más de tres segundos en cargarse, te vas a otra parte. Antes había que ir a las bibliotecas. Era un proceso largo de maduración. Y ahora queremos resultados y los queremos ya. Pero hay algo que no cambia, por lo menos en la ciencia de los materiales: desde que se hace un descubrimiento hasta que llegan sus aplicaciones pueden pasar veinte, treinta años.
XL. Son unos cuantos...
P.J. Fíjate en el silicio, pasaron cuarenta años desde que se fabricaron los primeros transistores hasta que hubo ordenadores personales. Cuando alguien me pregunta qué aplicaciones tendrá el grafeno de ángulo mágico, le digo: «Pues no lo sé». Pero no me preocupa. Los grandes avances siempre terminan cambiando el mundo. Ocurrió con la electricidad en el siglo XIX o con la mecánica cuántica en el XX.
'Cuando me preguntan qué aplicaciones tendrá el grafeno de ángulo mágico, digo: 'No lo sé'. Pero los grandes avances siempre cambian el mundo. Ocurrió con la electricidad en el siglo XIX o con la mecánica cuántica en el XX'
XL. La mecánica cuántica fue un avance con bastantes sombras...
P.J. Trajo las bombas atómicas, pero también las resonancias magnéticas nucleares, que cambiaron la medicina.
XL. La tecnología siempre tiene dos caras.
P.J. Hay que tratarla con sumo cuidado. Se ve ahora con CRISPR. Se puede hacer muy mal uso de la edición genética. Se han reunido biólogos y filósofos y han alertado de que se nos puede ir de las manos. Estamos jugando con la naturaleza de manera muy peligrosa. Creo que los riesgos del CRISPR son más serios que los de la bomba atómica. Pero el mayor riesgo de todos es el cambio climático. Eso viene sí o sí.
XL. ¿Qué tiene de especial el grafeno de ángulo mágico?
P.J. Que transporta la electricidad con muy poca pérdida, lo que supone un importante ahorro energético, y también tiene comportamientos cuánticos, sobre los que, además, podemos ejercer mucho control. Es una física que no se había visto antes.
XL. Desde luego, el nombre es muy sugerente. Alguien dijo que, a ciertos niveles, la tecnología es indistinguible de la magia.
P.J. [Se ríe]. Nuestro experimento fue lo más parecido a hacer magia. Nosotros íbamos persiguiendo este ángulo mágico porque algunos físicos teóricos habían predicho que, de encontrarlo, cambiarían ciertas propiedades de la materia.
XL. Suena esotérico...
P.J. El nombre de ángulo mágico se lo pusieron en 2010. Pasaban los años y nadie hacía nada. Nosotros empezamos a buscarlo pensando que el grafeno, que es un conductor excelente, se convertiría en aislante, como predecían. Es como poner un trozo de cobre encima de otro y que, de repente, ya no conduzcan la electricidad. Y hallamos ese ángulo: 1,1º. Y, en efecto, vimos ese comportamiento aislante. Pero vimos algo más, algo impresionante.
'Se puede hacer muy mal uso de la edición genética. Biólogos y filósofos han alertado de que se nos puede ir de las manos. Creo que los riesgos del CRISPR son más serios que los de la bomba atómica'
XL. Me tiene en ascuas...
P.J. Que cambiando el número de electrones –añadiendo unos poquitos– ese grafeno se convierte de pronto en un superconductor. Solo cambiando el voltaje. ¡Cuando vimos las curvas superconductoras, flipábamos en colores! Era increíble.
XL. Lo celebraron a lo grande.
P.J. Nos fuimos a comer. Los físicos no somos dados a grandes celebraciones.
XL. ¿Los físicos experimentales tienen un carácter diferente al de los teóricos?
P.J. Ellos cogen lápiz y papel y se pasan las horas a ver si les llega la inspiración. Los experimentales vamos al laboratorio y estamos más anclados a la realidad, porque siempre hay algo que no funciona, una bomba que pierde aceite... Es como si a usted se le estropea la lavadora. Un físico teórico puede estar meses pensando en sus ecuaciones, los experimentales tenemos preocupaciones más mundanas.
XL. A pesar de toda la expectación que genera, la tecnología de grafeno no termina de arrancar.
P.J. Se inflaron mucho las expectativas. Por ejemplo, es muy difícil que compita con el silicio, incluso ahora que se han llegado a dimensiones de unos pocos nanómetros con los transistores. Hay décadas de investigación y miles de millones invertidos en la tecnología del silicio. No basta con que el grafeno sea un poco mejor, debería ser mucho mejor para justificar un cambio de tecnología. Es cierto que hay unos límites fundamentales a la ley de Moore. Los átomos tienen el tamaño que tienen y en una década habremos llegado al límite, pero habrá nuevas arquitecturas que nos permitan seguir avanzando, no ya en hacer los chips más pequeños, pero sí más eficientes en aspectos como el gasto energético o su capacidad de cálculo.
XL. ¿Las grandes aplicaciones del grafeno están por descubrir?
P.J. Probablemente. Si lo supiera con seguridad, ya estaría invirtiendo en una start-up... Se habla de pantallas plegables, resonancias más precisas, nuevos tejidos para la ropa inteligente...
XL. Quizá esa ropa nos venga bien con el cambio climático. O para colonizar Marte.
P.J. Tengo muy pocas esperanzas de que podamos colonizar Marte. A lo mejor, quince o veinte individuos. Tenemos un solo planeta y más vale que lo cuidemos.
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