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¿Tener sexo con un robot cuenta como infidelidad?

La nueva ética de las máquinas

¿Tener sexo con un robot cuenta como infidelidad?

¿Tendrías sexo con un robot? Y si tu pareja se acuesta con una máquina, ¿lo considerarías una infidelidad? Los límites de la vida bajo las sábanas se amplían –y complican– con la inteligencia artificial.

Viernes, 25 de Marzo 2022

Tiempo de lectura: 3 min

Ya hablan como personas, se mueven como personas y trabajan como personas. Los robots cada vez son más inteligentes y tienen un aspecto más humano. Los neurobiólogos afirman que llegarán a tener derechos sociales como los animales. No es ciencia ficción. Nuestra futura convivencia con estas máquinas ha empezado y el debate ético… también.

Los humanoides serán parte del personal en las residencias de ancianos, pero también en los hospitales, los museos o los colegios. Y en nuestros hogares. Por eso, nuestra actitud hacia ellos merece un debate ético. «Nuestra relación con los robots nos está haciendo reflexionar sobre lo que realmente nos hace humanos», explica Julie Carpenter, experta norteamericana en comportamiento humano y tecnologías emergentes. De hecho, cada vez más instituciones académicas se interesan por este tema. Para Kate Darling, investigadora del MIT de Massachusetts, el modo en que nos comportamos con los robots puede decir mucho sobre el tipo de personas que somos.

«¿Es el consumo de pornografía una infidelidad? No creo que haya una gran diferencia», plantea el experto en 'ética para las máquinas'

Los humanoides son otro tema. «Cuanto más realistas son, más miedo nos dan. Es lo que en robótica conocemos como ‘la teoría del valle inquietante’ –cuenta José Ignacio Latorre, física autor de 'Ética para las máquinas'–. Por eso, lo primero es conocerlos y comprenderlos. Saber programación, el lenguaje de las máquinas, ayudaría, por ejemplo, a desmitificarlas. Pero también tenemos que ser más pacientes con ellas. En Estados Unidos hay 30.000 muertes al año por accidentes de tráfico y no pasa nada. Un coche autónomo tiene un accidente y todo el mundo se vuelve loco. Hay que tener cierta tolerancia con sus errores».

Pero en cuestiones de sexo, la cosa cambia. Hablamos del sextech, que no es otra cosa que la unión de sexo y tecnología. Va desde un consolador hasta acostarse con un robot de aspecto humano. Aquí surge un gran dilema... ¿y si el robot en cuestión se parece a tu vecina? ¿Qué le parecería eso a tu pareja?

En un mundo en el que los juguetes sexuales están ya aceptados en la pareja para uso y disfrute... ¿qué lugar ocupa en esta relación el asistente virtual de tu hogar que se parece a tu expareja?

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Lo harían, pero no les parece bien que otros lo hagan. Uno de cada cinco británicos respondió en una encuesta que sí mantendría relaciones sexuales con una máquina. Eso sí, a 5 de cada diez, no les parece bien que los demás –y menos si son sus parejas– se acuesten con un androide.

De hecho, varias empresas ya desarrollan humanoides (en su mayoría, de aspecto femenino) diseñados para satisfacer nuestros deseos sexuales, sean los que sean. Curiosamente, esa idea no genera tanta inquietud. Un estudio norteamericano descubrió que el 49 por ciento de los adultos cree que tener sexo con robots será una práctica habitual dentro de medio siglo; y uno de cada cuatro hombres confesaba que estaría dispuesto a probarlo. La misma encuesta planteaba otra cuestión clave: el 32 por ciento de los participantes consideraba que acostarse con un robot computaría como infidelidad; el 33 por ciento, en cambio, era más indulgente. Por eso, la pregunta parece pertinente: ¿cómo afectará el sexo con robots a nuestras relaciones personales? ¿Es o no es una forma de adulterio? ¿Romperá matrimonios o evitará divorcios?

José Ignacio Latorre contesta al dilema con otra pregunta. «¿Es el consumo de pornografía una infidelidad? No creo que haya una gran diferencia. Además, creo que es inevitable que suceda».

«Depende del acuerdo al que haya llegado esa pareja –responde Julie Carpenter–. En muchos aspectos, un robot sexual puede ser simplemente una herramienta para masturbarse. Es decir, no es muy diferente a cualquier otro juguete sexual. Sin embargo, sería demasiado ingenuo plantearlo solo en esos términos. Si desarrollas un vínculo afectivo con ese robot y tu acuerdo con tu pareja no contempla eso, sí sería una infidelidad. Dependerá de si tienes una relación abierta o de si se lo ocultas como harías al tener una aventura. Será algo que las parejas tendrán que hablar y negociar».

Suena a futuro distópico y puede que pasen varias décadas hasta que se convierta en un problema real, pero el debate ya está sobre la mesa. Y no hay que descartar que lo que esté en juego sea nuestra propia humanidad.

Etiquetas: sexo