
La física nació antes de que se popularizara el fenómeno atmosférico. La broma por la coincidencia con su profesión es inevitable, aunque confiesa que le costó pronunciarlo cuando fue como voluntaria a la zona cero de Valencia: «No me quedó más remedio que presentarme a algunos vecinos, y les decía: «¡Qué horror, me llamo Dana!»
28 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Dana nació mucho antes de que su nombre se popularizara como un fenómeno atmosférico. El término Depresión Aislada en Niveles Altos se acuñó oficialmente en 1997 por un meteorólogo español, pero no empezó a extenderse hasta pasada la frontera del año 2010. Sus padres ni siquiera sabían lo que era una dana para la ciencia cuando, hace 25 años, eligieron para su hija un nombre poco común que con el tiempo se fue poniendo más en España. Son mayoría los padres y las madres que se exprimen la cabeza para escoger el nombre de sus hijos. La sonoridad, el significado, su combinación con el apellido... Son múltiples las variables que conducen hacia la decisión final. Sin embargo, los padres de Dana jamás se imaginaron que su nombre sería tan oportuno ni definitorio. Tampoco que lo que hoy evoca estaría tan alejado del verdadero origen de su elección.
LO ESCOGIÓ SU ABUELO
«En realidad, lo eligió mi abuelo. Era creyente y había buscado nombres bíblicos que le gustasen. Encontró el de Dana, que en realidad sale en un listado de ciudades en el Antiguo Testamento, y le gustó mucho cómo sonaba. Se lo comentó a mis padres, y a ellos también les convenció», relata la joven, que dice que desde niña le ha gustado su nombre, aunque en cuanto creció y decidió estudiar Física, el chiste se hizo inevitable. En su facultad, obviamente, sí manejaban el término dana. Aunque es de Soria, estudió la carrera en Santiago, porque su madre es de Vigo y lleva toda la vida viniendo a Galicia. Disfrutó mucho la asignatura en el bachillerato y durante la carrera quiso conocer diferentes áreas, pero acabó en la meteorología. «En el último año del grado me cogieron para hacer prácticas en Meteogalicia, y en el máster hice un trabajo final orientado a la física de la atmósfera», indica Dana, que actualmente trabaja en el departamento de Física no lineal de su universidad: «Me ofrecieron un puesto para estar unos meses investigando y continuando el trabajo de una tesis anterior sobre incendios; empecé en enero y en principio dura hasta septiembre, porque se acaba la financiación, y ya veremos si podemos sacar algo para publicar o si se continúa la investigación en el departamento».
En concreto, lo que ella hace es estudiar, intentar modelizar y simular los intensos y devastadores incendios que se produjeron en el 2022 en O Courel y en Valdeorras, que formaron un fenómeno denominado nubes de piroconvección, «que son muy peligrosas, dan mucha inestabilidad y pueden hacer que el incendio se intensifique mucho», indica Dana, que señala que es importante saber cómo se producen, las consecuencias que pueden tener y también ver cómo se mitigan. «Y justo Galicia es una buena zona para estudiar esto, porque aquí se dan muchas condiciones para que se formen», añade. Ella las recrea en el ordenador con el objetivo de poder cambiar ciertas variables para estudiar este fenómeno hoy, y también en el marco de cambio climático del futuro, para analizar qué consecuencias tendrían y cómo enfrentarse a ello de aquí a unos años.
En definitiva, sus pesquisas poco tienen que ver con la gota fría, que era como se conocía popularmente fuera de las aulas de física a la dana antes de la devastación de Valencia. Por eso, a esta Dana meteoróloga que fue la única de su clase tanto en el colegio como en la universidad, antes le hacían la broma casi exclusivamente en entornos físicos, «hasta este último año, que ya me la ha hecho todo el mundo».
A la más destructora que se recuerda en España acudió Dana como voluntaria junto a otros tres amigos durante unos días para ayudar en los pueblos más afectados, como tantos miles de personas que se desplazaron a Valencia con el mismo fin. «Ya fuimos con la idea de que no me llamaran por el nombre o que me buscaran otro. Cuando llegamos ya había pasado lo más gordo, y fue chulo conocer a muchos de los vecinos», recuerda la meteoróloga, que no obstante sí se vio en algún aprieto en esas ocasiones en las que no le quedó más remedio que presentarse: «Con un par de vecinos, al final me tuve que presentar. Les decía: “¡Qué horror, es que me llamo Dana!”. Y ellos la verdad es que se rieron un montón, fueron supermajos, y hasta me respondieron: “Ah, bueno, pero ahora ha venido la dana buena, no como la otra”».
LA OTRA DANA
Esos primeros días tras la dana, en los que todos los medios de comunicación iban actualizando al minuto la situación, la joven recuerda que, aunque ya tenía más que diferenciado su nombre del suceso, «era raro de repente empezar a escucharlo en todos lados, aunque en general no me confundía». Sí se confunde a veces en su departamento, «porque si se ponen a hablar sobre eso, o algo parecido, a veces les tengo que decir: “¿Me estáis llamando?”, o giro la cabeza».
Dana advierte de que, por desgracia, cada vez vamos a vivir más danas y episodios extremos en general. «Porque los eventos extremos pueden ser tanto de calor como de frío o de lluvias, como pasa en la costa del Mediterráneo, y van a aumentar un poco tanto en frecuencia como en intensidad», pronostica la física. Lo que no predice Dana tanto como antes, cuando estaba formándose en Meteogalicia, es el tiempo, aunque más de uno todavía le pregunte por la previsión: «Aún hay gente que me la pide, aunque la verdad es que me pasaba más cuando hacía las prácticas allí, porque me resultaba fácil estar al día. En el departamento, como al final estudiamos otro tipo de cosas y no tanto lo que son las previsiones meteorológicas del tiempo de aquí a unos días, ya no me asocian tanto. Pero bueno, esa broma también está siempre ahí», reconoce.
Que conste que para estudiar el devenir de los incendios hay que conocer muy bien cuáles son las condiciones de la atmósfera. Y de eso sabe un rato esta Dana meteoróloga que fue de voluntaria a la dana sin pronunciar demasiado alto su nombre.