Inma Sáenz, «influencer» de maternidad: «Me daba ansiedad llamar a mi jefe para decir que uno de mis hijos se había puesto malo»

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«Se nos pide que trabajemos como si no tuviéramos hijos y que tengamos hijos como si no trabajáramos», señala esta madre que dejó la oficina para hacer arder las redes con su maternidad real. «No me juzgues porque un día le dé salchichas a mi hijo para cenar», señala
03 jul 2025 . Actualizado a las 20:00 h.Inma Sáenz es hoy una de las influencers de maternidad por excelencia (@inmasaenz_), con más de 400.000 seguidores en las redes sociales. Pero un día fue una administrativa que tuvo que dar el paso de dejar su puesto, en el que le pedían una mayor responsabilidad y disponibilidad horaria, justo al reincorporarse de la baja maternal de su tercer hijo. Ya en casa y mientras buscaba «un trabajo serio», empezó a publicar contenido en las redes. «Y un vídeo, en el que le hacía un corte de manga a quienes me preguntaban si todavía estaba embarazada después de dar a luz a mi tercer hijo, con el hashtag #barrigaposparto, se viralizó», recuerda. Así dio el pistoletazo de salida a una carrera virtual que sigue viento en popa... y conciliando. Ahora ha publicado un libro junto a la también influencer Begoña Artiles (@begonaartiles), —con la que participa en el pódcast Madres y Musas—, titulado Cómo ser la mejor madre del mundo (Lunwerg Editores).
—¿Cómo serlo en un mundo en el que tanta gente se dedica a decir lo que no hacen bien las madres?
—Para ser la mejor madre del mundo hay, básicamente, que dejarse llevar por tu propia intuición. No pensar que lo estás haciendo mal constantemente, porque al final la culpa nos machaca muchísimo. ¿Sabes lo que pasa en el hospital? Que te dan el bebé y la mochila de la culpa. Constantemente nos estamos cuestionando y juzgando a nosotras mismas, a pesar de que la gente ya lo hace por nosotras. Entonces, ¿cómo ser la mejor madre del mundo? Te lo dirá tu intuición y el hecho de saber que tú eres la mejor madre que puede tener tu hijo.
—Es difícil seguirla cuando hay tantos expertos y hasta cursos teóricos de lactancia, sueño, alimentación... a disposición de las nuevas madres.
—La información es poder, y gracias a eso hay muchos adelantos. Ahora sabemos que poner al niño boca abajo es peligroso por la muerte súbita, o que el tacatá no es bueno para caminar. Pero sí es cierto que en el tema de la crianza, fuera del ámbito más científico, aunque tú puedas tener un libro con una teoría de cómo practicar la crianza respetuosa, la crianza en positivo que se llama, cada niño es un mundo y lo que a ti te funciona, igual a mí no. Lo que a ti te funciona de acostar al niño a las ocho de la tarde, pues mira, yo a lo mejor necesito contarle tres cuentos y hacerle cosquillitas todas las noches. A lo mejor a tu hijo le dices: «Ven aquí a dormir», y se va a dormir. E igual lo que a mí me funciona para que el niño se calme en una rabieta, a ti no.
—¿Hay una crianza de ahora y otra de antes?
—Por ejemplo, cuando van descalzos, los abuelos nos dicen que les pongamos zapatos, pero hoy en día sabemos que andar descalzos es lo más maravilloso del mundo. Soy madre de ahora en ese aspecto, pero soy muy madre de antes en el tema de la crianza y de que, muchas veces, las cosas no funcionan con lo que nos pueden decir ahora con la crianza respetuosa y positiva.
—Eres madre de familia numerosa, ¿padeciste la extrañeza de la gente?
—A la gente le gusta mucho opinar, como si fueran ellos a criar al hijo, ¿sabes? Es verdad que tengo que decir que Mario, mi último hijo, vino sin esperarlo. Antes de ser madre yo quería tener muchos, y ahora que los tengo, digo que la maternidad no era lo que yo había pensado. En mi entorno creo que somos solo dos o tres familias numerosas nada más, es cierto que se ve poco.
—Tú, en cuanto te convertiste en madre de tres, dejaste de trabajar fuera de casa.
—Sí, yo llevaba toda la vida trabajando fuera de casa, pero llegó mi tercer hijo y, cuando me fui a incorporar, mi jefe me comunicó que me hacía responsable, coordinadora, de un equipo que había iniciado un proyecto nuevo, y quería que yo me encargara de él. Eso significaba que tenía que ampliar mi horario y partirlo en dos, cuando hasta ese momento era de jornada continua. A mí, echando cuentas con el sueldo que tenía, no me daba para pagar guardería ni una niñera por la tarde. Y planteé el tema del teletrabajo por las tardes, pero me lo denegaron. Entonces, como no pude conciliar, pues no tuve más narices que decirle a mi jefe que me tenía que marchar.
—¿Y te volviste viral?
—Me puse a buscar un trabajo que realmente pudiera desempeñar desde casa, porque además a mi hijo pequeño tuve que llevarlo a bastantes revisiones, y mi marido seguía trabajando fuera de casa, por lo que nos achuchamos un poco. Y entonces, poco a poco, empecé a subir cosas a los redes, entonces me seguían como cien personas, e hice un vídeo en tono de humor. Empezó a tener likes, y se me ocurrió que mientras seguía buscando como un trabajo serio, normal, de asalariada, podía seguir creando ese contenido. Hasta que pensé: «Voy a apostar por esto». Me puse a saco, a formarme en contenido, en edición de vídeo, en asesoramiento de imagen... Al final, esto me permite conciliar. Aunque trabajo más ahora que antes, y también viajo a Madrid para eventos, pódcast y demás, yo me organizo mis horas.
—¿La falta de flexibilidad te obligó también un poco a dar el paso?
—Se nos pide que trabajemos como si no tuviéramos hijos y que tengamos hijos como si no trabajáramos. Yo ahora, si se me pone un niño malo, no tengo que estar pensando en cómo le digo a mi jefe que no puedo ir a la oficina, ¿sabes? A mí me daba ansiedad comunicárselo, lo pasaba fatal cuando tenía que llamar. Además, a ciertas edades se ponen constantemente malos. Que conste que me llevo fenomenal con este hombre, y tengo que darle las gracias, porque, gracias a que no me dejó conciliar, ahora me encanta lo que hago y gano más dinero.
—¿Encajaron bien la decisión en tu entorno?
—No, eso es a lo que me refería cuando hablaba del trabajo serio. Cuando tú empiezas a hacer contenido en redes, parece que estás haciendo vídeos que no van a llegar a ningún lado. Pues mira, aquí estamos, ¿sabes? Estoy haciendo una entrevista en un periódico superimportante de este país, tengo un pódcast y más de 400.000 seguidores en redes, vivo de esto.
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—¿En casa tu marido y tú os repartís las tareas?
—Para ser honesta, mi marido trabaja muchísimas horas fuera de casa, porque también es autónomo. Y al final, como yo estoy más en casa, recae más trabajo sobre mí. Hoy en día, todo es una lucha constante de carga mental. Porque, al final, nosotras nos encargamos de saber si al niño le queda chico el zapato, del cambio de armario, de la fiesta de fin de curso, de la extraescolar de turno... Él hace todo lo que puede, pero es verdad que hay cosas en las que yo voy por delante.
—Otra de las presiones que soportan las madres es la estética. En aquel vídeo que se viralizó hablabas sobre eso.
—Sí, después de tener a mi tercer hijo, la gente me preguntaba si seguía embarazada. Y lo que yo tenía era una barriga posparto brutal. Tienes que estar guapa, en forma, que no se te note que has parido... Y es solamente una barriga floja, sin firmeza. Yo abogo por el body positive, por verte bien con el cuerpo que tú tienes. Que me echo mis cremas y me gusta verme bien, pero es un machaque constante, una pelea para que no se note que has tenido hijos, aparentar menos edad de la que tienes, tener cuidado con las arrugas... El tema es que no te quejes y tampoco de la maternidad, que es la frase estrella de las no madres cuando te quejas de haber tenido hijos: «Pues no haberlos tenido». Hay madres que están encantadísimas de todo, de la vida, y no tienen quejas de nada.
—¿Qué sector te critica más?
—Eso es lo peor. El 99 % de los comentarios negativos que recibo son de mujeres. Tanto en el aspecto de la maternidad como en el del físico. Cuando digo la edad que tengo e igual hago un get ready with me, [un vídeo en el que las influencers se prueban conjuntos de ropa], y se me ve la barriga flácida o el pecho caído, siempre hay mujeres que dicen: «Esta no tiene 42, tiene 62. Y me dicen que me cuide, señalan las arrugas que tengo... Todo por enseñar un cuerpo normal. Se me juzga porque no voy al gimnasio, y si no voy es porque no puedo o porque no quiero. Si tengo este cuerpo, es porque he parido tres veces. ¿Me tengo que estar ocultando porque haya parido tres veces? Pues yo mi cuerpo lo voy a enseñar, no lo voy a esconder, y si a alguien le pesa, que no mire.
—Muestras un cuerpo real, pero también una maternidad real, con todo lo que implica.
—Con algún vídeo, como el que hice de «no me gusta ser madre todos los días», que se ha viralizado muchísimo, hay comentarios de: «Gracias, menos mal, alguien lo dice». Hay madres que creen que están por encima del bien y del mal. Yo respeto todo tipo de maternidades, no juzgo que tú quieras estar 24 horas con tu hijo, me parece fantasía que tú quieras estar 24 horas haciendo galletas y manualidades con él, tirándote al suelo a jugar y yendo al parque. Pero no me juzgues tú a mí porque le dé salchichas una noche para cenar, porque para ti son veneno. Hay cosas que a lo mejor no son buenísimas, pero nos salvan muchas veces la salud mental en ese momento en que estamos hasta arriba. O no me critiques porque les dé un potito mientras tú haces el Baby Led Weaning, que a mí me daba muchísimo miedo darles trozos, y por eso les trituraba la comida. Y mis hijos siempre fueron autónomos y comen perfectamente con cuchillo y tenedor.
—El libro también se dirige a las nuevas madres, ¿para advertirles de lo que les espera?
—Sí, va un poco con sarcasmo para todas esas futuras madres que tienen ciertas expectativas de lo que tienen que sentir o hacer, para decirles algo así como: «Tranquila, que no tienes que estar sonriendo todo el rato ni encantada de estar embarazada». Te puedes quejar de que tienes los tobillos como dos patas de elefante, de que estás pesada, de que no puedes dormir, de que te cuesta la vida que tu hijo se tome la fruta... Es un grito en el cielo para que se sepa que esto no es un camino de rosas, que la maternidad es muy dura, y quien diga que no, miente.
—La exposición de los niños en las redes es otro tema polémico, ¿cómo lo llevas?
—Los mostraba al principio, luego dejé de hacerlo porque me dio un poco de miedo el tema de la inteligencia artificial y tal... Ahora he empezado a mostrarlos alguna vez de forma esporádica, porque mi contenido no está enfocado en ellos, sino en la mujer. No es un tema por el que yo esté agobiada. Pero respeto tanto a las madres que quieran mostrarlos en las redes como a las que no, y pido lo mismo para mí.