Fernando Rodríguez, pocero: «Como somos pocos especialistas es un trabajo muy bien remunerado»

Sara Fernández Varela
SARA FERNÁNDEZ REDACCIÓN / LA VOZ

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Fernando Rodríguez muestra las varas de sauce que sigue utilizando a la hora de buscar agua
Fernando Rodríguez muestra las varas de sauce que sigue utilizando a la hora de buscar agua JOSE PARDO

Mantiene vivo un arte en extinción. Este vecino de Valdoviño es uno de los últimos buscadores de agua y, tras 40 años en el sector, utiliza las nuevas tecnologías sin perder de vista la tradición

30 jun 2025 . Actualizado a las 10:53 h.

Fernando Rodríguez (Valdoviño, 1956) encuentra agua hasta debajo de las piedras. Él tiene un don que no se aprende en los libros y del que muy pocos pueden presumir. Lleva desde hace cuatro décadas dedicándose a buscar agua en cada pequeño recoveco de Galicia y se conoce el terreno como la palma de su mano. «Tú me llamas para hacer un pozo y yo te puedo orientar más o menos si hay agua. Puedo equivocarme, pero normalmente no lo hago», asegura.

Este gallego tiene una cualidad que pocos han logrado transmitir a las nuevas generaciones: la de zahorí. Para los árabes quien tiene esta facultad de descubrir lo oculto, especialmente manantiales subterráneos, es un adivino de la tierra. Para los hijos de Newton —escépticos a esta práctica— es un arte al borde de la extinción. Pero para Fernando es una «tradición» y una especie de sexto sentido con las varillas, porque a los zahoríes se les atribuye una sensibilidad especial para captar ciertas radiaciones y energías ocultas. A sus 69 años, Fernando sigue practicando esta técnica ancestral. «Me metí en esto sin pensarlo mucho y ahora ya llevo toda la vida». Él, que había estudiado un ciclo de formación profesional, decidió desviarse de su camino y empezó en 1981 a perforar suelo en busca de agua. Siete años más tarde, dio el paso más grande de su vida aventurándose a iniciar una nueva etapa como autónomo con Sondeos Rodríguez —empresa con sede en el polígono de Río do Pozo, en Narón— en la que sigue al frente 37 años después.

Todo lo que sabe del oficio lo aprendió en Ferrolterra y en Ourense observando a sus mentores y poniéndolo en práctica. «Yo empecé mirando cómo lo hacían otros», dice Fernando, que explica que no todo el mundo vale para esto. «Hay gente a la que no se le da». Con una simple varita de sauce entre las manos se mueve por un terreno donde aparentemente solo hay matojos con la esperanza de atinar con el acuífero. «Hay que coger una vara de sauce en forma de V invertida entre las manos e ir caminando hasta que notas algo», explica. Cuando se entrecruzan y quedan en paralelo le indican la existencia de un manantial de agua en ese punto concreto, en el subsuelo. «Tienes que apretar la vara hasta que hace una pequeña electricidad estática y el sauce se mueve solo para abajo», cuenta Fernando, que detalla que «hay que notar un pelín de fuerza».

Eso sí, él deja claro que se fía más de su propia experiencia en el terreno: «Ahora se ha convertido más en una tradición, porque cuando vamos a hacer un pozo a la gente le gusta que nos sigamos fiando por el método zahorí, pero nosotros nos guiamos más por la propia experiencia. En lo que más nos fijamos es en las capas del suelo, el tipo de terreno que hay en cada zona y en si hay pozos alrededor». Y aunque confiesa que hoy en día ya no confía al 100 % en este método, asegura que cuando la zona es complicada sigue decantándose por esta técnica ancestral: «Lo utilizo, sobre todo, cuando es una zona muy difícil».

Fernando, que es todo un especialista en pozos de barrena y uno de los pocos profesionales del sector que quedan en Galicia, ya se encuentra en jubilación activa. «Todavía desarrollo parte del trabajo, pero estoy en un proceso de ir poco a poco jubilándome», cuenta, para puntualizar que sigue atendiendo las llamadas de muchos de sus vecinos por su certera puntería a la hora de encontrar las «venas» de la tierra. «Hay mucha gente a la que sigo atendiendo porque también hago mucha reparación y mantenimiento de bombas, porque muchos de los pozos que se hicieron en los años 90 todavía tienen las bombas sin renovar», dice.

La magia de innovar

En todo este tiempo en el oficio ha visto cómo el trabajo de los poceros ha ido evolucionando. «En los años 80 hacer un pozo de 40 metros te llevaba un día o día y medio. Ahora, uno de 60 metros lo perforamos en cinco o seis horas», explica gráficamente. Y la tecnología ha jugado un papel fundamental en este proceso. «Ahora es más fácil encontrar agua que antes porque cada vez estamos más preparados. Toda la perforación se hace con aire comprimido y los compresores que utilizamos para hacer los pozos son más grandes, entonces tienen más porcentaje de aire y hace pegar más fuerte el martillo». ¿Cuál es la ubicación ideal para un pozo? Más allá de dónde haga su señal la vara de sauce, Fernando detalla que lo marca la ley, por lo que debe ubicarse a veinte metros de distancia de una fosa o pozo negro, a no menos de tres de la finca colindante y a un mínimo de veinte de otros pozos. Además, la dureza del terreno también facilita el trabajo del pocero: «Siempre es más fácil hacer un pozo en piedra que en terreno blando. De hecho, en la comarca de Ferrol hay bastante terreno arcilloso en los primeros diez o quince metros y siempre tenemos que cubrirlo con otro tubo para hacerlo más consistente a la hora de perforar».

Otro de los avances ha sido el encamisado de tuberías, que ha permitido eliminar todo tipo de contaminación en el subsuelo. «En Galicia, como siempre llueve, hay lugares en los que los pozos están algo contaminados por las aguas de arriba que arrastra la lluvia. Y los tubos de aislamiento nos han ayudado a eliminar la contaminación», explica.

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De momento, Fernando sigue nadando a contracorriente en un oficio que pende de un hilo y en el que no encuentra relevo. «Yo tengo hijos, pero no quieren dedicarse a esto. Cuando me jubile de forma definitiva tendría que desviar el trabajo a otro tipo de empresa similar a la mía», relata. El problema es que empresas como la suya se cuentan con los dedos de una mano: «Hay muy poquitas empresas que se dediquen a esto en Galicia y suelen tener muy pocos empleados porque es un trabajo muy específico». Además, Fernando resalta la falta de especialistas en un sector que no se valora lo suficiente. «La gente no ve lo importante que es hasta que le hace falta. No hay muchas personas interesadas en involucrarse en este oficio y, como hay muy pocos especialistas en el tema, es un trabajo que está muy bien remunerado», cuenta. Y como suele decirse, aunque la experiencia es un grado, él explica que para defender este trabajo hace falta una cualidad fundamental: «Lo más importante es tener un poco de imaginación, porque tú sabes que estás perforando, pero tienes que imaginar lo que está haciendo la máquina en ese momento». Porque por mucho que haya evolucionado este oficio, siempre guardará un pedacito de la magia del zahorí.