Alejandra Hernández, la profesora de Historia con más seguidores de España: «Los grandes polvos de la historia son política, no solo placer»

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«Algunos reyes eran católicos de día y latin lovers de noche», dice. Intereses, cuernos, infidelidades... ¿Puede el sexo influir en el futuro de un país? A esto responde con secretos de alcoba de reyes y varios «empotramientos reales» la historiadora con más fans en las redes y las aulas... La historia así entra de vicio
09 jun 2025 . Actualizado a las 09:27 h.Pasen y lean, entren en baños y alcobas que guardan el olor, o el hedor, de la historia privada de los royals. «En Europa la historia de los amores reales está igualmente tejida con hilos de poder y control», asegura la autora de Esta historia apesta, que en este caso, desprende con Juego de polvos un perfume más embriagador...
—Nos revelaste historias apestosas de la realeza. Hoy despliegas un abanico de historias que estimulan. ¿De dónde sale ese ojo para los empotramientos reales de «Juego de polvos»?
—De un lugar parecido a las historias de Esta historia apesta. Me encanta investigar donde la gente no lo hace. Me fui a consultar las fuentes primarias, las memorias de los que rodeaban a reyes y reinas, ver qué sentían, para tratar de desmentir todo lo que se ha dicho de ellos, que muchas veces es falso, e intentar ir al meollo de cómo eran ellos en la cama con sus amantes y parejas. Las memorias y las crónicas de aquellos que les rodeaban son mis mejores amigas.
—Esto de hurgar en los cajones cerrados de la historia te viene de tu padre.
—Sí, pero él es más académico, más tradicional. Creo que este libro le escandaliza un poco. Se está esperando a leerlo ahora que ya está publicado. Pero es verdad que la historia es una pasión compartida, yo la he descubierto por mi padre. Él me ha ido introduciendo tanto a nivel turístico como de documentales y manuales en la historia, haciéndome consciente de su importancia para saber qué somos hoy y que no debemos volver a hacer.
—¿Y entre polvo y polvo la historia entra mejor?
—Los polvos de la historia también son política, aparte de placer...
—Aireando todos estos polvos reales ¿te dejan a ti dar clase de Historia?
—¡Regular! El otro día llevé el libro a clase porque quería contarles unas cosillas de Isabel II y que viesen que se puede escribir historia de otra manera, y fue un escándalo. Imagínate, cuando vieron la portada, con ese trono fálico, a sus 14 años con las hormonas revolucionadas... Muchas veces lo primero que hacen ellos cuando llego a clase es: «¿A ver, profe, qué salseo nos vas a contar?». Es un buen acompañante para lo que es la historia académica tradicional. Tenemos un temario que hay que impartir, pero estos salseos abren el apetito.
—¿Son clases muy explosivas?
—¡Imagina cuando les puse imágenes de antiguos Borbones en pelotas...! Les puse dos o tres imágenes de las más delicadas que hay, pero se escandalizaron.
—Grandes pasiones se han desatado en los aposentos de gente regia y poderosa. A Alejandro Magno lo tildas de «conquistalover». ¿Un gran pionero de la diversidad sexual y lo «queer»?
—Alejandro Magno fue de la mano de lo que era imperante en la antigua Grecia y la antigua Macedonia: la bixesualidad, mantener relaciones tanto con hombres como con mujeres. Por su condición política y familiar, las mujeres jugaron un papel importante en su vida, tuvo que contraer matrimonio varias veces, etcétera. Pero sus relaciones con las mujeres son más de madre, ellas eran mayores que él. Y, en cambio, la parte más íntima la tuvo con hombres. No consta una larga lista en su caso de 20 o 30 amantes, pero tenemos dos personajes muy recurrentes, su amante de toda la vida, que lo acompaña desde su juventud y en su formación. Parece que Alejandro se formó junto con él y Aristóteles, y le acompañaba además en todas sus campañas. Y luego tenemos a otro personaje, que es Bagoas, un eunuco que fue su amante más esporádico. Se pegaron un fiestorro después de una de las campañas militares, parece que no pudo contenerse Alejandro de darle un morreo en público. Bagoas era muy jovencito y muy atractivo. Alejandro Magno ha pasado a la historia por sus hazañas militares, pero para acercar a ese tipo de personajes a los adolescentes y a gente de ese colectivo está bien revelar rasgos de la persona con los que pueden sentirse identificados.
—¿Disfrutas más viendo «Juego de tronos» o con «las 50 sombras de Catalina la Grande»?
—Jajaja, ¡es difícil! Pero diría que más con «las 50 sombras de Catalina». Me pasé una semana leyendo sus memorias, que son increíbles, cómo ella lleva con naturalidad sus relaciones. Parece que ni se acuerda de los amantes que tuvo, que fueron unos cien. Es maravilloso ver cómo trataba con toda naturalidad su vida íntima, que siempre hace que se humanicen los personajes reales e históricos. Son personas.
—Y tienen sus «glow up», esa expresión que utilizas en «Juego de polvos». ¿Era Catalina la irresistible, además de ser la Grande?
—Es que, al final, el poder que tuvo Catalina contribuyó también a que se obsesionasen con ella. No era solo «voy a acostarme con Catalina por su atractivo», sino «porque esto me va a proveer de una serie de ventajas». Ella se lo gozaba y el amante también, pero había muchos intereses en juego... Por eso digo que este «Juego de polvos» es muy político.
—El sexo es poder, ahí está la erótica del poder. En esta historia las mujeres son sujetos poderosos. ¡No esperaba que nos arruinases tú ese cuento de amor entre los católicos Isabel y Fernando! ¿Qué te llama más la atención de la historia íntima de esos «católicos de día y «latin lovers» de noche»?
—Básicamente, que nos la han vendido como la gran historia de amor, pero existía un acuerdo prematrimonial. La mayor parte de la gente de la nobleza no se casaba por amor, se casaba por interés en el marco de un acuerdo a varias bandas. Habiendo un acuerdo prematrimonial por medio, Isabel fue inteligente a la hora de elegir con quién casarse. En el Tratado de los Toros de Guisando [septiembre de 1468] ya había una cláusula que indicaba que sería ella la que elegiría a su futuro marido, no su hermanastro. Partiendo de ahí, que eligiera a Fernando de Aragón era una decisión puramente política. Es verdad que los otros pretendientes de Isabel no eran demasiado gustosos, y Fernando era un yogurín de 17 años cuando se firmó el acuerdo. Era mejor para ella que un hombre de 40 o 50 años. Pero Fernando llegó al lugar de la boda con su amante y es una amante con la que tuvo descendencia. No vamos a pensar que se casaron por amor. ¿Que hubo respeto en la relación? Claro, porque les interesaba a ambos, ¿pero amor? Él demostró que no.
—Los Borgia nos curan de todo espanto. Ajustas cuentas con la versión de arpía de Lucrecia.
—Sí, totalmente. Es una mujer del Renacimiento y considerarla una arpía es lo que más vende, pero Lucrecia fue un títere de su hermano y de su padre. Hay que ponerla en el lugar que corresponde. A nosotros nos llaman mucho la atención los Borgia porque son españoles, pero hablo de papas anteriores, como Inocencio VIII, que tuvo 14 hijos. Era algo incluso normal. La gente no se escandalizaba en el Vaticano porque llegase un papa con cuatro hijos detrás. Eso no era un problema, había intereses por encima de que tuviera hijos, no sé cuántas amantes y su vida hubiera sido más de príncipe que de cardenal. Ahora vemos al recién elegido papa, León XIV, y todo eso nos parece espectacular. Echamos la vista atrás y confiamos en que todo eso se ha calmado y no suceden cosas así.
—¿Los cuernos están detrás de muchos matrimonios reales y no tan reales?
—Sí, están detrás porque uno de los fines de la monarquía era perpetuarse en herederos. Y el sexo es básico para eso. El que haya monarcas, reyes y reinas, que no pueden cumplir con ese objetivo es cuestión de Estado. Pienso en Isabel I de Inglaterra, a la que llamaban «la reina virgen». Que ella decidiese no mantener relaciones para no perpetuar la dinastíaTudor, por lo que fuese (hay varias teorías al respecto), es una cuestión de Estado. En particular en aquel contexto histórico.
—Nos revelas quién fue la «influencer» más castiza. ¿Qué Cayetana era esa?
—Cayetana de Silva, la duquesa de Alba de Goya, que no la del siglo XX, jugó todas las cartas para ser la persona más influyente en el Madrid del momento, desde quitarle el pintor de cámara a las nobles hasta pelearse con la propia reina, María Luisa de Parma. Era conocida por irse de fiesta cada noche, le encantaba vestirse a la moda castiza e ir por barrios que no son los adecuados para alguien del ducado de Alba. Tuvo una hija adoptiva, nacida de una esclava negra, ¡y eso también era un escándalo en la época! Marcó tendencia porque abrió camino a algo a lo que la nobleza no estaba acostumbrada. Que era ser más castiza, acercarse al pueblo sin ningún tipo de pudores. Pero, por más que se haya dicho, no fue modelo de Goya, creo yo, por más goloso que sea pensarlo. Es casi cien por cien seguro que no.
—¿Sisi, «un cuento de hadas de mierda»? ¡Cómo te atreves con la más cinematográfica señora emperatriz!
—¡Sisi no contaba con todo lo que le cayó encima, era una segundona! Francisco José se prendó de ella cuando la vio, pero él debía casarse con su hermana. Ella era una rebelde, pero se tomó lo de ser emperatriz como un deber, aunque era conocedora de las amantes de su esposo. Muchas veces incluso lo incentivó, que él tuviera amantes para que no se acercase a ella. Ella se iba de incógnito de viaje por diferentes partes de Europa para saber solo lo justo de Francisco José. Las versiones hollywoodienses de Sisi no se ajustan nada a la realidad.