Rosa y Víctor cumplen 50 años juntos y 12 viviendo en el «cohousing sénior» de referencia en España: «Aquí hay una soledad razonable, esto es vejez activa con familia extensa»

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Envejecimiento hiperactivo entre amigos es lo que define el día a día en una vivienda colaborativa, en cesión de uso, para mayores de 50 años que es pionera en el país. Una pareja veterana cuenta cómo es la vida en Trabensol
04 may 2025 . Actualizado a las 19:20 h.Medio siglo de convivencia cumplirán este 2025 Rosa y Víctor. Y de esos 50 años de pareja, hijos y vida juntos que ha ido madurando con las vendimias de la vida, ya van 12 convividos con lo que los dos consideran su «familia extensa», los ochenta vecinos del cohousing sénior, o vivienda colaborativa para mayores en cesión de uso, en el que residen, y se ocupan, en Torremocha de Jarama (Madrid), pueblo de raíces romanas que este proyecto pionero en España ha dibujado con fuerza en el mapa. «Cuando una amiga nos comentó el proyecto de Trabensol dijimos: “¡Ya, apúntanos ya!”», cuenta Rosa, de casi 78 años, pedagoga que se convirtió en funcionaria y orgullosa hija de una madre que en los años veinte repartía La Voz en Arousa. A esa determinación inicial que cuenta le siguió un proceso que, añade Víctor, sociólogo de 80 años, «tuvo su maduración». Cuando apuntaron sus nombres, Trabensol [acrónimo que viene de ‘trabajadores en solidaridad’] era «un proyecto más amplio en número de personas que lo que luego se concretó».
Un envejecimiento activo, incluso hiperactivo, depara el día a día desde que uno, single o en pareja (hoy son mitad y mitad en esta comunidad), entra a vivir (para entrar no puedes tener más de 70 años, y el desembolso inicial son 145.000 euros, al que hay que añadir una cuota mensual) en uno de los apartamentos de este conjunto organizado en cooperativa sin ánimo de lucro, «autogestionado democráticamente» y nacido «para hacer realidad un nuevo modelo de residencialidad de mayores: la vivienda colaborativa en cesión de uso», algo que hoy carece por lo general de respaldo institucional.
Cuando esta pareja veterana en el amor, y de referencia en el cohousing, dio el sí a este modo de vida «no existían ni los planos». «Todavía el grupo promotor al cual nos incorporamos estaba buscando lugar», señala Víctor. ¿No os importaba tanto el lugar como que el tipo de vivienda fuese colaborativa? «Las dos cosas eran importantes. El lugar fue elegido minuciosamente por los creadores del invento. Trabajaron mucho tiempo antes de que se concretara. Se hizo finalmente en Torremocha por varias razones, entre otras, porque hubo una aceptación fuerte por parte del alcalde. En otros sitios asustaba el proyecto», apunta Rosa, que explica que lo novedoso de esta iniciativa se ha materializado en otros lugares como Cuenca, Cáceres, Valladolid, Málaga, Barcelona y Madrid.
«En aquel momento, el tema estaba muy condicionado por la política y el coste del suelo. Algunas posibilidades eran inviables económicamente hablando», comenta Víctor. Y la gran oportunidad surgió en Torremocha.
Sin conocimiento de otros proyectos de este modo de convivencia activa y colaborativa como remedio al envejecimiento en soledad, Rosa y Víctor se tiraron «un poco a la piscina, ¡pero sabiendo qué piscina era a la que queríamos tirarnos!». «Nosotros nos hemos enterado después de hecho el proyecto, incluso el edificio, y conviviendo aquí ya de que, sin saberlo, estábamos haciendo un cohousing, como lo llaman por ahí —revela Víctor—. No había una experiencia conocida por parte del grupo que lo promovió como para decir: “Queremos hacer algo como aquellos otros o como se hizo en aquel país”. En aquel contexto de hace 12 años, llegamos a tener conocimiento de una iniciativa semejante en Cuenca y otra en Málaga. Y el ir adelante fue debido al tipo de valores: convivir, afrontar con la participación de todos la última etapa de la vida de manera activa y positiva».
Para vivir aquí hay que valer. «Primero, tenerlo claro tú mismo. Tienes que pensarlo, sí. Nosotros lo teníamos claro y nos hicimos poquísimas preguntas para decir que sí», comenta Rosa. Y sigue Víctor: «Hay un dato clarísimo. En las primeras asambleas y convivencias constatamos que el proyecto encajaba bien con nuestra idea, y aunque al principio el grupo de personas que conocíamos de Trabensol era pequeño, participaban en experiencias comunitarias que nos eran cercanas, como los promotores de una cooperativa de enseñanza y de vivienda», un tipo de iniciativas que se ponían en marcha en barrios periféricos de Madrid donde tenía gran fuerza la participación en el tejido social y comunitario.
«Víctor y yo tenemos un conflicto. Tenemos querencia por nuestra vida anterior. Es decir, compartimos parte de la semana con las actividades que son importantes en nuestra vida en Madrid. Por un lado, somos abuelos ocupados con nietos, ¡y felices!...»
En ese vínculo de familia elegida que cultivan los «trabensoleños» lo raro es el blanco en la agenda. «Aquí la soledad desaparece, pero vamos todo el día con la lengua de fuera», nos habían dicho dos matrimonios en el 2023. ¿Es tan exigente el día a día en esta comunidad? «Víctor y yo tenemos un conflicto. Tenemos extremada querencia por nuestra vida anterior. Es decir, compartimos parte de la semana con las actividades que son importantes en nuestra vida en Madrid. Por un lado, somos abuelos ocupados con nietos, ¡y felices!, porque seguimos en la vida real, en la vida real de nuestros hijos, que no nos aparta de las circunstancias que vivimos. Y por otra parte, hemos participado en la creación de multitud de derechos que todo ciudadano tiene en un barrio periférico del sur de Madrid. De esto nos cuesta mucho desprendernos. Y también es vejez activa», cuenta Rosa. «Y esto no quita las responsabilidades que como partícipes de vivienda colaborativa tenemos», suma su pareja.
Rosa se ha implicado a tope en una comisión de dependencia, para poner en marcha un proyecto de apoyo a quienes la edad puede poner en esa situación y Víctor ha participado en el consejo rector de la cooperativa. Pero hay otras actividades, como las de biblioteca, que les ocupan la agenda.
Rosa y Víctor viven a 50 minutos de Madrid, lo que les facilita esa conciliación entre su «antigua vida» y las actividades de mantenimiento, culturales o lúdicas, como audiciones o cinefórum, de Trabensol. Pero su vida dista de transcurrir en una burbuja, sino que se implica en la del pueblo en el que viven estos cohousers.
«Esta es una vida muy maja, aunque no para cualquiera. Vienen amigos o mis nietos, o los nietos de otros compañeros y están con nosotros, pero al tiempo ven fácil que estás en grupo con otros. La relación es en familia, pero también abierta a rutinas y actividades comunes, como el comedor. Es algo tan natural como que ya no es objeto de comentarios, sí de experiencia y gusto»
DE PUERTAS ABIERTAS
Uno o dos días a la semana, estos abuelos los dedican a echar una mano a sus hijos y estar con los nietos. «Un nieto va a la escuela de música y otro a atletismo. Aprovechamos poder llevarles a esas actividades con disponer de ese tiempo que tiene que ver con otras querencias, como decía Rosa, que mantenemos en Madrid. Uno o dos días estamos enredados en eso», cuenta Víctor. Como Trabensol es un «puertas abiertas constante», sus hijos y nietos también van a verles. «Ahora mismo, mirando al patio, veía al nieto de un vecino saltando por ahí. Esto es abierto», detalla Rosa. «Esta es una vida muy maja. Vienen amigos o mis nietos, o los nietos de otros compañeros y están muy con nosotros, pero al tiempo ven fácil que estás en grupo con otros. La relación es en familia, pero también abierta a rutinas y actividades comunes, como el comedor. Es algo tan natural como que ya no es objeto de comentarios, sí de experiencia y gusto», sostiene Víctor.
Nada que ver con la vida en una comunidad de vecinos urbana al uso, advierten. ¡Aquí sí hay quien viva! «Los intereses de Trabensol son comunes, elegidos, voluntarios y de compañerismo entre todos. La compañía se va haciendo poco a poco, fortalecida por todas las actividades de las que te ocupas y en las que participas aquí», dice Rosa. «En una comunidad de vecinos es contada la cosa que haces conjuntamente. Aquí lo habitual es el hacer conjuntamente. Solo con eso la forma de estar cambia completamente. En una comunidad de vecinos hay muchos, y en esta cooperativa también somos muchos, pero los tipo de relaciones son diferentes», señala Víctor. ¿Pero hay intimidad? «Evidentemente», responde Rosa. Y Víctor: «Se puede tener y se tiene». «Lo fundamental es que tú puedes irte a tu apartamento o al campo sin que nadie te interrumpa. Tenemos nuestro apartamento para cobijar nuestros deseos», añade Rosa. «Con un respeto de todos con todos de una manera organizada, naturalizada», complementa Víctor.
¿Se parece este tipo de vida a una vida entre amigos sin carga de hipoteca? «Es más que vivir en grupo sin hipoteca. Es un espacio de relación, de comunicación, y sus características están definidas por la acción del conjunto. Diría que somos más como familia extensa», considera Víctor.
En este núcleo residencial se da un ambiente de «amistad general», aprecia Rosa, aunque hay más afinidades con unas personas que con otras, como en todas partes. En ese momento «en que podíamos empezar a ser una carga para los hijos, dijimos: “Aquí en Trabensol los hijos nunca quedan fuera”. Incluso hay cuestiones de atención que deben ser consideradas y aprobadas en principio por la propia familia, no en cuanto a que las haga la familia, sino en que esté de acuerdo con la atención que vas a recibir», dice Víctor.
«La vivienda colaborativa, de apoyo a todos, hace que tu hijo no tenga que convertirse en cuidador. Eso lo cambia todo», añade.
Antes de su retiro dorado e hiperocupado, Rosa y Víctor comentaron con sus tres hijos, «ya mayorcitos», la decisión de irse a vivir a este cohousing que hoy está completo, y con lista de espera... Este modelo de envejecer en comunidad activamente «no tiene nada que ver con las residencias» de mayores. «Allí vas a que te atiendan, entres como entres. Aquí no venimos a que nos atiendan, pero sí poniendo todos los medios para que si en algún momento necesitas esa atención, pueda ser llevada a cabo», matiza Víctor.
Si vienes a uno de los apartamentos de este núcleo, debes tener claro que «no tienes una propiedad, sino unos títulos que cuando faltes se retornan a quien tenga en tu familia derecho a ello», comenta Víctor.
Esta pareja que acaricia con familia propia y extensa su medio siglo de vida juntos, hizo toda su vida en Madrid, y no se desentiende de ella. Tienen además un «vínculo con Galicia» por la rama materna de Rosa. «Me pone la carne de gallina recordar lo que mi madre nos contaba de Galicia, donde fue repartidora de La Voz, en Vilagarcía», cuenta esta vecina del cohousing sénior de referencia en España, una realidad todavía en proyecto en Galicia.