
«Estuve cuatro meses con el móvil en modo avión y logré desconectar, que es de lo que se trata», asegura Hugo Iglesias
18 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Es un sueño hecho realidad. A mediados de diciembre Hugo Iglesias, su mujer, Irene, y sus dos hijos de 7 y 1 año, se subieron al trasatlántico Costa Deliciosa. Salieron de Barcelona y regresaron al mismo punto 117 días después tras dar la vuelta al mundo y vivir impresionantes experiencias. «La gente tiene la idea de que es algo para personas mayores y para ricos. Es cierto que hay un gran número de jubilados, pero después muchos viajeros son personas normales que, en lugar de comprarse un coche de alta gama, optan por un crucero así. Hicimos un buen grupo a bordo, por ejemplo, con unos franceses que también iban con niños pequeños», destaca Hugo, que luce un moreno que se ve que no es de aquí. Conoce a la perfección el sector porque es el consejero delegado de Miramar Cruises, una empresa con sede en A Coruña que se dedica a comercializar viajes en barco. «He hecho unos 30, pero de quince días máximo por motivos de trabajo, uno de cuatro meses es muy complicado. La idea surgió el 1 de noviembre del 2023 cuando estaba preparando una vuelta al mundo de un cliente. Se me metió en la cabeza y me puse a organizarlo. Hace falta tiempo, aunque yo tenía la ventaja de la agencia. El colegio de los niños, el trabajo, los tres gatos que tenemos en casa...», reflexiona. Dice que se puede hacer desde 12.000 euros por persona y, a partir de ahí, va subiendo el precio en función del tipo de camarote y la antelación con la que reserves. No es fácil disponer de tanto tiempo y dinero, pero es algo único.

UN AÑO SIN 5 DE FEBRERO
Salieron de Barcelona hacia Casablanca, Las Palmas y Cabo Verde. Desde ahí cruzaron el charco rumbo a Brasil. «Vimos los fuegos artificiales de Copacabana desde el barco», recuerda. Bajaron hacia Uruguay, Argentina y la Patagonia para poner proa a San Antonio de Chile y después a la Isla de Pascua y a la Polinesia. Llegaron a Nueva Zelanda, Australia y, a continuación, varios días de navegación hasta isla Mauricio y Madagascar. «No sentimos el jet lag en ningún momento porque es como si fueses cambiando la hora cada día. Hay un punto, el International Date Line, en el que nos acostamos un 4 de febrero y al levantarnos era día 6. Hubo muchas bromas con los que estaban de cumpleaños el día 5, que este año no existió para ellos. Pasaron Cabo de Hornos y emprendieron camino de regreso hacia el Mediterráneo. «Estuve cuatro meses con el móvil en modo avión y logré desconectar, que es de lo que se trata. Mis hijos vieron todo tipo de animales y paisajes y escucharon un montón de idiomas. El mayor estudiaba dos horas al día. En todo este tiempo, el personal de cocina del barco consiguió no repetir menú. Echas de menos la cocina de aquí, pero es que como en Galicia no se come en ningún sitio. A un alemán seguro que no le pasa», destaca Hugo, que todavía está en proceso de regreso a la rutina. Río de Janeiro y Buenos Aires, que no conocía, le encantaron. «Y también Ushuaia, la isla de Pascua, Moorea, Nueva Zelanda, isla Mauricio... Son tantos sitios que resulta complicado acordarse de todos los que me impresionaron». A sus 44 años acaba de volver de una vuelta al mundo con su mujer y sus dos hijos pequeños, algo al alcance de muy poca gente. «Salió todo genial y la familia de aquí está bien. Es algo muy aconsejable», sentencia.