Guapecha lleva más de 50 años cocinando por Navidad: «Llegué a hacer 300 croquetas con las sobras»

MARTA REY / S.F.

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XOAN A. SOLER

¡Qué nivel, Maribel! Guapecha ya ayudaba a su madre en la cocina con 9 años, cuando se juntaban 47 personas a comer por Navidad. Ahora lo hace para sus hijos, nietos, hermanos y sobrinos. «No veo a ninguno de mis hijos cocinando en estas fechas cuando yo no esté. Antes de meterse en la cocina es más probable que llamen al Telepizza», confiesa

22 dic 2024 . Actualizado a las 09:46 h.

Llevar 50 años cocinando en las fiestas navideñas tiene su mérito. Porque llegar a mesa puesta es muy fácil, solo hace falta ir con hambre. Pero meterse entre fogones desde bien temprano para que tus invitados disfruten de unas buenas elaboraciones supone bastante más esfuerzo. Como en muchas otras casas, Mari Carmen (más conocida por su entorno como Guapecha) es la encargada de que todos sus invitados puedan degustar un buen menú en Nochebuena, Navidad, Fin de Año y el día de Reyes.

La décima de doce hermanos se metió con su madre en la cocina cuando solamente tenía 9 años. «Yo soy la número diez. Mi madre no quería a nadie más que a mí en la cocina porque era la única que le ayudaba a su gusto», explica. Ahora a ella le pasa lo mismo. «En la cocina necesito estar sola sin que me ayuden. Soy igual que mi madre. Como mucho, le digo a mi marido que pele las patatas, pero intento que no haya nadie por allí», afirma.

Del bacalao al pollo

Guapecha recuerda con cierta nostalgia las Navidades en casa de su madre, cuando tenían que jugar al Tetris con los muebles del salón y del recibidor para que todos pudieran tener su hueco. «Eran preciosas. Un año nos llegamos a juntar 47 personas. Sacamos los sofás del comedor y pusimos una mesa como si fuera una boda», confiesa. A primera hora ya comenzaban con los preparativos. «Empezábamos por la mañana y dejábamos todo preparado sin cocinar para después meter lo que tocase en el horno y que estuviera todo recién hecho. Dejábamos la verdura limpia, el bacalao ya desalado, rellenábamos los pollos... De entrantes recuerdo que poníamos langostinos, nécoras y mejillones al ajillo», indica.

Todo el mundo se acostumbró a su mano en la cocina y desde que se casó, su hogar pasó a ser casi un restaurante. «Yo me casé y desde ahí vino todo el mundo a comer a mi casa: mi madre, mis hermanos, mis suegros... Ya no solo en Navidad, sino un domingo cualquiera», detalla. Sin embargo, en alguna fecha que otra, le tocó ir a casa de sus suegros. Incluso sin saber que en un futuro lo serían. «Al principio, iba allí alguna vez a cenar porque mi hermano estaba casado con la hermana del que después fue mi marido. Ahí solo ojeaba, pero cuando ya se convirtieron oficialmente en mis suegros, me pudieron las ganas de meterme a ayudar en la cocina», bromea.

XOAN A. SOLER

El presupuesto

Desde hace unos cuantos años cocina en Navidades para una media de 20 personas. «Siempre vienen mis cuatro hijos con sus parejas y mis nietos. Después se suman hermanos y sobrinos dependiendo de la fecha», explica. El menú va variando. «El día de Nochebuena primero pongo de cena camarones, cigalas y centollos. De segundo, pongo bacalao con verdura y coliflor y un pollo relleno de 8 kilos. Al día siguiente, en Navidad, sobre las 13.00 horas ponemos las ostras y cuando van llegando los invitados las vamos tomando con una copita de Albariño. Después sirvo, de primero, vieiras y almejas a la marinera y, de segundo, preparo cocido. Si no hago cocido ese día, mis hijos se mueren. En Reyes preparo cordero al horno con patatas», afirma.

«¡Pero menudo curro! ¿A qué hora te pones a cocinar?», le pregunto. «El 24 después de comer, tomo un cafecito y a las cuatro de la tarde ya me meto en la cocina. Empiezo cociendo el marisco y luego limpio la verdura, relleno el pollo y doro las patatas. El 25 sí que estoy desde bien temprano cocinando porque lo que tengo de menú me lleva bastante tiempo. El marisco, en general, no da trabajo porque es cocerlo y ya está, pero el cocido sí porque tienes que estar más pendiente de ir sacando la costilla, el jarrete...», detalla.

Guapecha también comparte algunos trucos que le han funcionado a lo largo de estos años. En el caso del pollo consiste en ir girándolo. «Para que no quede seco y que esté la carne más jugosa, se hornea al principio de un lado, después del otro y, al final, del derecho», cuenta. Y en el caso de las vieiras, lo esencial es que la cebolla esté pochándose un buen rato. «La pocho en una sartén o una tartera dos horas con el fuego al mínimo para que no quede agria. Así no se nota ese sabor tan fuerte que tiene normalmente», indica. Además, ella no le pone jamón, simplemente utiliza cebolla, ajo y pan rallado.

Pero, ¿por cuánto puede salir tirar la casa por la ventana en estas fechas? «El mes pasado fuimos a Cambados a comprar el marisco y cogimos tres kilos de camarones y otros tres de cigalas, que es lo que se puede congelar. El día de Nochebuena por la mañana compramos los centollos. Los camarones nos salieron a 60 euros el kilos y las cigalas a 40. El año pasado por cada centollo pagamos unos 180 euros. Se gasta mucho dinero, pero donde más se va es en las pijadas como las chocolatinas o las bebidas», confiesa.

XOAN A. SOLER

Contar con ollas grandes y organizar bien las partes del cocinado son algunas de las claves para gestionar tremendas comilonas. También es importante la cocina de aprovechamiento. «Marisco no suele sobrar. No es porque yo ponga lo justo, sino porque la gente ya viene con ganas. Yo hago ropa vieja y croquetas con todo lo que queda sin comer. Les encantan a todos. Llegué a preparar 300 croquetas metidas en bolsas de 25 cada una. Después vienen mis hijos a casa y me dicen: ¡Mamá, croquetas!’. Y se llevan unas cuantas», afirma. Por desgracia, Guapecha tiene claro que ninguno de sus hijos puede darle el relevo en la cocina. «Mis hijos vienen todos a casa, no suelo ir yo a la suya a comer. La verdad es que no veo a ninguno cocinando en Navidades cuando yo ya no esté o no pueda. Es más probable que acaben llamando al Telepizza», bromea. De todas formas, aunque ella acuda de invitada, no puede ir con las manos vacías. «Alguna Nochebuena la pasé en casa de mi sobrino. Si voy a cualquier casa a comer o cenar hago tocinillo de cielo, flan o bica. Tengo que llevar algo, si no me siento mal», confiesa.

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Conscientes o no, cuando comemos o cenamos en casa de alguien no solemos dar dinero para colaborar en los gastos que supone la compra. Guapecha explica que en su caso no lo hacen, pero con su madre sí lo hacían tanto ella como sus once hermanos. «De momento, mientras podamos, no les pedimos dinero. De hecho, si salimos a comer un domingo, los invitamos nosotros. Pero hay mucha gente que sí que necesita algo de ayuda. Por ejemplo, mis hermanos y yo ayudábamos entre todos a mi madre porque era una persona viuda con doce hijos. Después de la comida le dábamos cada uno un sobre con algo de dinero», detalla.

Definitivamente, si no se tiene pasión por la cocina como la que tienen tanto ella como muchas personas, esto más que un placer puede suponer un marrón. «No lo hago obligada, a mí es que me encanta. Lo disfruto», confiesa. Sea como sea, benditas las personas que nos llenan el estómago en estas fechas tan mágicas.